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Nuestra alma inteligente es además espiritual e inmortal

Nuestra alma inteligente es además espiritual e inmortal

Se prueba que el alma es espiritual porque realiza actos intelectuales con los que capta lo que no impresiona a los sentidos, lo que no se ve ni se toca, lo que no tiene color, ni forma, ni peso; lo que no es material: el deber, la justicia, la nobleza, el honor, la virtud, el heroísmo. Los sentimientos de envidia, odio, venganza, avaricia, ambición, orgullo, son de carácter espiritual. Lo mismo que la amabilidad, generosidad, bondad, etc.. 
Es propio del ser humano tener ilusiones. La ilusión no tiene nada de material. Es propiedad exclusiva del alma espiritual. Los conceptos abstractos son invariables y no están sujetos al tiempo y al espacio. Son de ayer y de hoy, de aquí y de allí. No como la flor que veo aquí y ahora. Ayer era capullo y mañana se secará. 
Por otra parte la máquina es incapaz de sentir responsabilidad, pundonor, agradecimiento, amor, odio, miedo, tristeza, pena, vergüenza, remordimiento, arrepentimiento, etc.. Estos son sentimientos de rango espiritual superiores a lo meramente material.

Un pensamiento no se puede medir con leyes de la materia, ni con aparatos de medir se puede apreciar el valor artístico de un cuadro. 
Ahora bien, el efecto no puede ser de naturaleza superior a la causa que lo produce. La materia engendra sólo materia. El espíritu no está sujeto a las leyes de la materia.

Un juicio, un raciocinio o un acto de voluntad no se pueden ver, oler o pesar. Es más, «el hombre puede conocer su propio potencial psíquico; puede darse cuenta de que piensa y de que sabe. «Sólo el hombre, entre todos los vivientes de la Tierra, conoce su propio conocer: sabe que sabe» El hombre es un ser que se plantea problemas. Por esto se distingue de los otros seres que componen el Universo

Los animales conocen; pero no saben que conocen. El hombre es el único que puede reflexionar y darse cuenta de que sabe. 
«La materia inerte no se plantea ninguna cuestión sobre sí misma. La mesa es lo que es, sin inquietarse por lo que es, o lo que debe ser. El animal tampoco discurre. Vive, ejerce sus apetitos y sus instintos, pero sin reflexionar, sin interrogarse sobre ellos: sobre su objeto y sobre su valor.

El hombre, por el contrario, es capaz de reflexionar, de volver sobre sí y sobre sus actos. «En la interrogación y en la reflexión, nacen y maduran nuestras acciones auténticamente humanas»
A propósito de la diferencia entre el alma y el cuerpo le oí decir a Julián Marías en una conferencia que pronunció en el Colegio Oficial de Médicos en Madrid, estas ideas:

El cuerpo me dice qué soy, pero no quién soy. El quién es propio del alma. El cuerpo me dice que estoy hecho de carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio, hierro, etc. Pero la personalidad, la simpatía, la cordialidad, la amabilidad, la sinceridad, el orgullo, la soberbia, la mentira, el odio, la venganza, son defectos y virtudes espirituales. Un chequeo médico descubre mi cuerpo enfermo: que soy diabético, que tengo colesterol, o que soy miope; pero al mismo tiempo mi espíritu, mi ánimo, mi alegría, mi optimismo pueden ser muy saludables. Aunque haya cierto influjo entre el cuerpo y el alma, evidentemente que el hombre no se reduce a lo que es su cuerpo, sino que es más importante quién es su persona: esto es algo que trasciende la materia. 
 La espiritualidad del alma se prueba, además, porque el hombre es libre. Que el hombre tiene libertad es dogma de fe. Pero siempre quedará en pie que, en condiciones normales, tenemos libertad. Y lo probamos con la propia experiencia. Si el hombre tiene libertad es porque es algo más que materia. La materia no tiene libertad: obedece indefectiblemente a las leyes físicas.

Los animales tampoco tienen libertad. Sus movimientos espontáneos se deben a los impulsos de sus diversos instintos de conservación del individuo y de la especie: buscar alimento, defender su vida y reproducirse.

No es lo mismo libertad que libertinaje. La libertad es un bien. El libertinaje, un mal. La libertad, lo mismo que el fuego o el agua, son buenos cuando están controlados. Pero cuando actúan sin control, lo devoran todo.

Dice Ovidio: «Video meliora proboque, deteriora sequor»: Veo lo mejor y lo apruebo, pero hago lo peor.

«El hombre debe seguir la ley moral que le impulsa a hacer el bien y evitar el mal. El remordimiento de una mala acción se siente en el alma. El cuerpo puede quedarse satisfecho, y el alma no.

Por otra parte, en el hombre tiene más importancia lo que pertenece al espíritu que lo que pertenece al cuerpo. Es decir, que el alma tiene que sobrevivir al cuerpo. Si el alma sobrevive al cuerpo, es porque no necesita del cuerpo para existir, es decir, porque es espiritual.

La mente es la acción en el cerebro del alma. Sin cerebro no hay mente, como no hay visión sin ojo.

El alma, al no ser material, permanece eternamente: es inmortal. La inmortalidad del alma es dogma de fe. Tenemos alma inmortal. Nos guste o no nos guste. Y vivos para siempre. Yo soy inmortal porque tengo alma inmortal, y yo soy lo que soy por mi alma. El alma me da lo más importante de mí. 
El cuerpo me da ser alto o bajo, gordo o flaco; pero el alma me da la inteligencia, la simpatía, la lealtad, etc. «Lo que hace al hombre ser lo que es, es su alma espiritual». Por eso soy inmortal. Viviré eternamente. Viviré para siempre. Y para siempre feliz, o para siempre sufriendo. 
La felicidad, para que sea completa, debe serlo para siempre. Si Dios ha puesto en el alma humana esta tendencia irresistible de felicidad, es porque está dispuesto a darnos los medios de poder satisfacerla . Lo contrario iría contra su Sabiduría y su Bondad.

Y nos lo jugamos todo a una sola carta, pues sólo se muere una vez. No hay segunda oportunidad.

En la hora de la muerte nos arrepentiremos no sólo del mal que hayamos hecho, sino también del bien que pudimos hacer y tontamente no hicimos

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