La falta de aceptación de lo inevitable es fuente de sufrimiento y de
desarmonía. Aceptar los límites de la vida y los reveses del destino (la
inevitabilidad de lo que no depende de nosotros), sin instalarnos en la
rebelión o en la amargura, no nos evita el dolor, pero lo toma sereno, más aún,
alquímico, pues antes o después, y por sendas interiores ocultas, el dolor
aceptado terminará elevándonos y liberándonos.
El dolor es físico; el sufrimiento es mental. Más allá de la mente no hay sufrimiento. El dolor es una mera señal de
que el cuerpo está en peligro y requiere atención. De modo similar, el
sufrimiento nos avisa de que la estructura de la memoria y de los hábitos que
llamamos la persona está amenazada. El dolor es esencial para la supervivencia
del cuerpo, pero nadie nos obliga a sufrir. El sufrimiento se debe enteramente
al apego o a la resistencia; es un signo de nuestra renuncia a seguir adelante,
a fluir con la vida. Del mismo
modo que una vida sana está libre de dolor, una vida sabía está libre de
sufrimiento.
La esencia de la sabiduría es la total aceptación del momento presente,
la armonía con las cosas en el modo en que suceden. Un sabio no quiere que las cosas sean
distintas a como son; él sabe que, considerando todos los factores, las cosas
son inevitables. Es amigo de lo inevitable y, por lo tanto, no sufre. Puede que
conozca el dolor, pero este no lo alterará. Si puede, hará lo
necesario para restablecer el equilibrio perdido, o dejará que las cosas sigan
su curso.”
Si nos miramos en los momentos de placer y dolor, encontraremos
invariablemente que no es la cosa en sí misma la que es placentera o dolorosa,
sino la situación de la que forma parte. El placer está en la relación entre el
que goza y lo gozado. Y la esencia de ello es la aceptación. Cualquiera que sea la situación, si resulta
aceptable es placentera; si no es aceptable, es dolorosa. Lo que la hace
aceptable no es importante; la causa puede ser física, psicológica o; la aceptación
es el factor decisivo. En el universo, el sufrimiento se debe a la
no-aceptación.
Cuando se acepta el dolor por lo que es, una lección y un aviso, y se
mira con profundidad y se le escucha, la separación entre el dolor y el placer
se rompe y ambos se convierten en experiencia: dolorosa cuando es resistida,
gozosa cuando es aceptada.
¿Se aconseja evitar el placer y perseguir el dolor?
No, ni perseguir el placer y evitar el dolor. Acepte ambos como vengan,
disfrute ambos mientras duren, déjelos ir cuando deban irse.
El placer se acepta inmediatamente, mientras que todos los poderes del
yo rechazan el dolor.
La vida, ciertamente, no está al servicio de
nuestros deseos y preferencias personales. La realidad sigue su curso ajeno a
nuestras exigencias e imágenes mentales. No nos hace sufrir el dolor, sino el
pensamiento.
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