PROBIDAD
Probidad, la etimología nos remite a la lengua latina,
ciertamente al término probitas. “honestidad
y rectitud”.
Puede decirse que la probidad está vinculada a la honradez y la integridad en el accionar, quien
actúa así no comete ningún abuso, ni incurre en un delito. Lo contrario a la
probidad es la corrupción, que implica un desvió de las normas morales y las
leyes. En definitiva, es una virtud.
La realidad, por supuesto, demuestra que la probidad no
está presente en la totalidad de la humanidad. En el desarrollo de nuestras
funciones la falta de probidad resulta aún más grave y perjudicial, ya que del
accionar profesional se desprenden perjuicios a la sociedad; por decir:
Si un magistrado carece de probidad, no puede
administrar justicia. Sus dictámenes no serán imparciales, ya que pueden estar
determinados por vicios. De esta manera un juez que no es probo puede condenar
a prisión a un inocente o dejar en libertad a un asesino.
También, todos, en todo ámbito de hecho deben
comportarse como tal. La autoridad que no tiene probidad puede quedarse con
fondos públicos, aceptar dinero para beneficiar a una entidad o impedir que sus
opositores hagan uso de sus derechos.
La probidad se refiere al hecho de mostrar integridad,
honradez y rectitud en el comportamiento. Así, el valor de la probidad es
aplicable a la vida cotidiana, a la actividad laboral y a las relaciones
humanas en general.
Se refiere por honradez a la calidad con la cual se
designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar, en su manera de
pensar, como justa, recta e integra. Y en el manejo de sus actos con absoluta y
total sinceridad, transparencia y calidad humana. Quien emana integridad será
de confianza justamente porque siempre obrará en sentido correcto y no buscando
que la acción le reposte un beneficio.
En la actualidad la probidad pareciera ser un bien
escaso y casi inexistente. Si hay algo que caracteriza a la modernidad es la
presencia de un sinfín de formas de entender al mundo, por lo cual términos que
buscan universalizar los comportamientos se vuelven difíciles de aplicar. Este
es el caso de la probidad como bien común ya que en el medio se hallan un gran
número de matices sociales que desvían la razón de probidad.
Sin embargo, hay maneras de sostén para optimizarla:
En primer lugar, porque nuestra dimensión moral nos
dice qué debemos hacer.
En segundo lugar, porque una conducta honorable nos
permite sentirnos bien con nosotros mismos.
En tercer lugar, porque el cumplimiento de las normas
y las leyes es una manera de mejorar la convivencia en la sociedad.
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