James Hillman, psicólogo USA, propuso por primera vez la teoría de la bellota en su libro "código del alma:
En el
corazón de la teoría de la bellota, Hillman avanza la idea de que cada
individuo ya tiene su potencial dentro de sí mismo desde el nacimiento, y
compara la bellota ya tiene el patrón de un árbol del roble. El alma, que él se
refiere como energía única para el individuo, se manifiesta a través de
acciones de la persona en la vida y actualiza, una vez que la persona responde
a su llamada, la vida como una bellota se convierte en un roble y es expresada en su
vocación y en su trabajo cuando ha florecido o se ha actualizado completamente madura cuando finalmente florece.
Aun reconociendo la importancia de los factores externos en el florecimiento de la semilla, argumenta en contra de la atribución de toda la individualidad humana, el carácter y el logro a estos factores. El libro sugiere la reconexión con el tercer factor, superior, en el descubrimiento de nuestra naturaleza individual, y en la determinación de quiénes somos y nuestra llamada de la vida.
Hillman sugiere una revaluación de cada individuo de su propia infancia y vida presente para tratar de encontrar su vocación particular, la semilla de su propia bellota. Ha dejado escrito que debe ayudar a precipitar la reconexión con el alma del mundo en el espacio entre la racionalidad y la psicología. Complementa la noción de crecimiento con la noción de crecer hacia abajo, o arraigar en la tierra y quedar conectado a ella, en orden a que el individuo crezca aún más. Hillman incorpora la lógica y el pensamiento racional. Sus argumentos son también considerados en consonancia con el puer eternus o joven eterno cuya ardiente existencia momentánea podría ser vista en la obra de poetas románticos tales como Keats o Byron. Hillman también rechaza la causalidad como un marco de definición y sugiere en su lugar una cambiante forma de destino por la cual los acontecimientos no son inevitables pero están obligados a ser expresados de algún modo dependiendo del carácter del alma del individuo.
Las corrientes que se mueven dentro de este paradigma parten
de un principio metodológico, el árbol contiene todo lo que necesita para ser
lo que está llamado a ser, no hay forma de agregarle nada, no se lo puede
convertir en otra cosa que un árbol de bellotas, por lo que ante obstáculos que
hayan evitado que algunas de las potencialidades del árbol-persona no
alcanzaran todo su desarrollo, la técnica pasaría por facilitar el desarrollo
de estas tendencias. Pero no existe manera de agregarle al árbol algo que ya no
se encuentre en él. Además, el árbol posee una inteligencia mucho más sabia que
la que nosotros podamos tener, el árbol sabe cómo formar sus tejidos,
repararlos, etc. Por lo que siempre que se pueda es conveniente estimular la
inteligencia o capacidad sanadora del árbol antes que interferir exteriormente
sobre él. Aunque claro, a veces no queda otra opción que interferir para
ayudar.
Sugiere,
conectar de nuevo con lo que hay de invisible en nuestro interior, nuestro
“daimon” o alma o bellota y la llamada de la bellota a la naturaleza exterior.
Nos regresa la posibilidad de elegir y de ser parte de nuestra vida y no
víctimas pasivas de las circunstancias.
Hillman
sugiere en cambio una revaluación de cada individuo de su propia infancia y
vida presente para tratar de encontrar su vocación particular, la semilla de su
propia bellota. Complementa la noción de crecimiento con la noción de crecer
hacia abajo, o arraigar en la tierra y quedar conectado a ella, a fin de que el
individuo crezca aún más.
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