Principio Pollyanna o Síndrome de Pollyanna para designar a una persona que es optimista de forma exagerada, aspectos del comportamiento humano para referirse a la sublimación del optimismo.
El nombre proviene de Pollyanna, una novela de Eleanor H. Porter publicada en el
año 1913 en la que su protagonista, una niña del mismo nombre,
veía siempre el lado positivo de las cosas, como si se tratase de un juego. Pollyanna,
huérfana de padre y madre fue enviada a vivir con su estricta Tía Polly. La
chica, educada con optimismo por parte de su padre, usaba el juego de encontrar
el lado bueno de cualquier situación para alegrar la vida de todos los que la
rodeaban, empezando por su Tía, el Señor Pendleton, un hombre solitario y la
señora Snow, deprimida por su enfermedad que la obliga a permanecer en cama.
Asimismo, un
efecto llamativo de este personaje literario era también la influencia que
solía causar en los demás. Tarde o temprano, el carácter más avaro, apático o
tristón terminaba rendido ante esa personalidad chispeante y luminosa
de la niña. Los libros de Eleanor H. Porter transmitían como vemos una
sublimación absoluta al positivismo, algo que sirvió de inspiración a los
psicólogos Margaret Matlin y David Stang.
De acuerdo con el Principio Pollyanna, el cerebro procesa la información
que es agradable de una manera más precisa y exacta que la información
desagradable. En realidad, el ser humano tiende a recordar experiencias pasadas
desde una perspectiva más optimista de lo que realmente haya ocurrido.
El principio de Pollyanna nos dice que siendo plenamente conscientes de
que en la vida hay hechos y realidades negativas, uno elige focalizarse solo en
lo positivo. Lo demás no importa. Más aún, incluso estando involucrados en
un evento de índole negativa, la persona se esforzará en reorientar esa
situación hacia una salida más optimista.
El doctor Steven Novella, reconocido neurófisiólogo de la Universidad de
Yale tiene múltiples trabajos y estudios sobre lo que se conoce
como la falsa memoria o esos errores de almacenamiento tan comunes en las
personas. Así, un hecho más que curioso sobre el principio de Pollyanna o el
sesgo de positividad, es que las personas optimistas no
suelen recordar bien los eventos negativos de su pasado.
La
calidad de su memoria es óptima y perfecta con todo evento procesado como
“positivo". En cambio, los hechos dolorosos o complejos no los almacenan de
igual modo porque no los consideran significativos.
Por ejemplo, si elegimos centrarnos solo en ese lado más
optimista de la vida es posible que evidenciemos cierta falta de competencia a
la hora de gestionar las situaciones difíciles. El Principio de
Pollyanna ayuda en algunos momentos, es cierto. Tener
siempre una visión alegre y luminosa de las cosas nos infunde motivación, no
hay duda, pero para transitar por la vida también es necesario saber caminar
por los momentos negativos y aprender de ellos.
Nuestra
realidad incluye luces y sombras y no siempre podemos elegir el
lado más soleado.
¿Con qué nos quedamos entonces? ¿Es o no recomendable seguir la
filosofía del principio de Pollyanna? La clave de todo como siempre, está en el
equilibrio. En esa mirada intermedia que se aferra al lado luminoso de la vida
pero que no cierra los ojos ni rehúye de las dificultades.
No es oro todo lo que reluce, por tanto, debemos estar preparados para
sobrellevar del mejor modo cualquier circunstancia sabiendo lidiar con luces,
sombras y todas las escalas de grises…
Einstein sostenía que
“estamos encajonados en los límites que nos pone nuestro pensamiento”. El
control de nuestra mente es esencial para lograr el control de nuestra vida y
todos tenemos la capacidad de elegir como y que queremos pensar. Puede resultar
al principio un tanto laborioso romper el hábito de tener pensamientos
negativos, pero se trata solo de eso: de un hábito. Por eso el truco está en
cultivar el hábito de buscar lo positivo en cada cosa
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