LA DIALÉCTICA DEL AMOR-ODIO EN EMPÉDOCLES Y SCHOPENHAUER
El pensamiento dialéctico se puede describir como un modo de concebir una idea que involucra la necesaria coexistencia de su contrario o complementario. En la filosofía de Empédocles y en Schopenhauer se da una semejanza en este sentido, que es advertida por este último y que apunta a la reivindicación de la experiencia moral como soporte de una representación del devenir del mundo de la vida.
El estilo de pensar el ente natural finito como un núcleo de tensiones dinámicas, tiene una premisa fundamental en el pensamiento del filósofo siciliano Empédocles que representa sus intuiciones cosmológicas como una pluralidad de 4 elementos materiales junto a dos categorías psicológicas como causas motrices –el amor y el odio: filía kaì neîkos–.
La influencia alternada de estas fuerzas motrices sirve para explicar las tendencias opuestas, de aversión y de unión, pasando también desde ser múltiple a lo uno, y viceversa, disgregándose de lo Uno para retornar a lo elemental determinado.
Por otra parte, uno de los paralelos más interesantes de la filosofía, que se hace cargo de intuir dialécticamente el vaivén cósmico de unión-separación en la naturaleza, vive en el pensamiento de Arthur Schopenhauer. Este original filósofo, cuya intuición central y cosmológica es la presencia inmanente de una. Voluntad en la Naturaleza, identificada con la cosa en sí kantiana y descrito también como un impulso ciego y libre, desarrolla una interesante analogía, paralela a las antiguas visiones de Empédocles, pues lo que para éste era el poder de la odiosa separación será entendido por el alemán como un principio natural de la individuación de todo ente.
Empédocles y el poder de la indistinción
Las grandes fuerzas de la Naturaleza son quizás los enigmas más difíciles de abordar por la racionalidad filosófica, más aún cuando la perspectiva adoptada es un pensamiento que considera a la realidad humana como una parte orgánica de ella misma, vale decir, que en la estructura del sujeto particular se encuentra operando un dinamismo análogo al todo natural. En este redicamento uno de los relatos más verosímiles que se han tejido en la filosofía antigua, Sobre el eterno flujo del devenir de los entes, es la tentativa de explicarnos el misterio del Ser haciendo un uso especial de categorías antropológicas y éticas. Es el caso que hay que analizar, pues dentro de la multitud de matices del lenguaje de las pasiones, parece natural proponer que los dos grandes polos en que se agita el Alma del mundo, como también el alma humana individual, son las emociones básicas del amor y del odio, en una tensión dialéctica constante y alternada de fenómenos de generación y de destrucción de los entes naturales que entran al juego de lenguaje de la representación filosófica.
En esta visión sinóptica de la procesión del Ser de Empédocles se presentan sus intuiciones proto-cósmicas, con una clara noción dialéctica de las relaciones entre lo uno y lo múltiple, ya que junto con la absoluta irreductibilidad del amor en el odio y viceversa, encontramos un ejemplo extraordinario de pensamiento dialéctico; un pensar que, siendo pluralista en su referencia a las causas de las sustancias, exige del lector una perspectiva holística del ser, vale decir una visión que considera suspender por un momento el juicio analítico –de herencia aristotélica–, para dejarse llevar por el poder de la indistinción, que es también un nombre para el método de la dialéctica del ser, algo que justamente para Aristóteles es una cualidad criticable del pensamiento de Empédocles.
Más interesante aún es el factor explicativo de las inclinaciones humanas, pues la visión de Empédocles, como ya está dicho, relaciona sin resistencias a la física con la psicología –es el caso de las causas motrices del amor y el odio, motor dialéctico del mundo físico y psíquico– y que tiene un campo de interesantes aplicaciones en la psicología individual y en la intuición mítica, capaz de generar alegorías de lenguaje simbólico de gran eficacia especulativa
El ser sumo, supremamente real, el ser esencial metafísico al que dirigen la mirada los filósofos Aristóteles y Platón, desde el cambiante mundo de las cosas existentes, no es al mismo tiempo el Bien, y los grados de realidad no son grados de perfección; la mirada que contempla lo positivamente infinito, lo incondicionado, no enseña lo que ha de hacerse: es imposible invocar la autoridad del ser si se quiere ir a parar a una acción conveniente...Para Schopenhauer, el Bien es mucho más lo efímero, el pensamiento y la apariencia que lo que se reproduce perennemente (F. Savater, Schopenhauer) tanto se preció Schopenhauer? Lo que él reconoce como tal es el haber despejado la gran incógnita kantiana sobre “la cosa en sí”, trasfondo del mundo fenoménico según la perspectiva trascendental kantiana. En efecto, para Schopenhauer como para Kant el mundo que conocemos es
puro fenómeno: pues el mundo de nuestro conocimiento es nuestra representación del mundo, tal como el sujeto se lo representa a través de las formas subjetivas de la percepción, que son el tiempo y el espacio, y que en el entendimiento aparecen ligadas por una categoría necesaria, el principio de razón suficiente o de causalidad del conocer.
Si se consideran las contadas ocasiones en que a lo largo de la Crítica de la Razón Pura y de los Prolegómenos, Kant saca un poco a la cosa en sí de las tinieblas en que la mantiene, es para presentarla como responsabilidad moral dentro de nosotros y por tanto como voluntad...se advertirá entonces que yo, mediante la identificación de la voluntad con la cosa en sí, he puesto en claro y llevado hasta sus últimas consecuencias el pensamiento de Kant...pues el mito de la caverna de Platón, y el velo de Maya de los Vedas hindúes, serían imágenes equivalentes a los términos trascendentales de la cosa en si kantiana y a la voluntad schopenhaueriana.
Encontramos finalmente su valoración definitiva de Empédocles desde su visión filosófica y sistemática, a la vez que expone y critica primero, los conceptos cosmológicos de Anaxágoras, –que propone una inteligencia ordenadora (Nous) de múltiples partes similares– para luego ensalzar la lúcida dialéctica del amor-odio para dar cuenta del mundo como Voluntad de ser.
Schopenhauer, que piensa también al odio –y al amor– como fuerzas necesarias para el proceso de individuación de todo ente. Podemos entonces reconocer un hilo de Ariadna que relaciona ambas visones y que tienen cosas en común, tales como
Ambos manejan un pensamiento dialéctico, que estiman necesario para la comprensión de la necesidad de las fuerzas contrarias. Ambos discursos desarrollan intuiciones psíquicas que se proyectan en el mundo físico. Por último y a modo de conclusión afirmaría que ambas filosofías son, aunque de muy distinto modo, trascendentales en su comprensión de los primeros principios del ser y no ser, del bien y del mal, y sobre todo, enfatizaría, en su reconocimiento de la necesidad indesmentible del odio y del amor, como fuerzas vivas, tanto en las relaciones elementales del mundo material, como en la larga vía de la auto realización de los sujetos de la moralidad. Por último, para quienes aún duermen el sueño dogmático de la bondad innata del ser humano, puede ser difícil de aceptar que debamos convivir no sólo con el mundo que amamos, sino que también lidiar con el odio metafísico que nos acecha en cada encrucijada
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