Ir al contenido principal

EL SÍMBOLO

 LA PARTE FILOSÓFICA DEL MYTHOS

El impulso vital es comunitario y creativo. La literatura expresa tal impulso y reconstruye los movimientos que lo frenan y lo destruyen, agudizados hoy. Gastón Bachelard, Wünenburger y el hermeneuta Paul Ricoeur se adhieren a la actual tendencia filosófica de volver a los mythos para desmitologizarlos: para reflexionar sobre sus posibles mensajes. Bachelard trabaja el "agua" como fuente de la vida y la muerte. 
Luego, el símbolo hace pensar (Ricoeur): fue y es la zona liminar de la filosofía y la literatura.
La filosofía contemporánea ha dado un giro enorme: regresó a los caminos de sus orígenes después de
rebasar el periplo positivista-analítico. Ahora, vuelve a los mitos para encontrar lo que Ricoeur llamó su "mundo", es decir, posibles sugerencias teóricas y prácticas que ofrecen (tabúes incluidos). La
pregunta es, pues, qué nos dicen a nosotros los mitos y la literatura. Este nuevo giro nace desde que la filosofía reivindicó la vida, entendida como auto-producción.
Ejemplifica por medio del símbolo de la vida y de la muerte: Arguedas se identificó con el agua porque careció de identidad (se suicidó). Luego, el ser humano cree en su identidad y se identifica mediante símbolos. El segundo mito-leyenda, escrito por Marguerite Yourcenar, habla del héroe legendario y brutal; pero capaz de unir poblaciones en lucha cuando se identifica con Eros. Al final del cuento, Eros une poblaciones rivales. Desgraciadamente, el Amor fue vencido por Tánatos en la antigua Yugoslavia.
LA VIDA, LA EPISTEMOLOGÍA NUEVA Y LA ESPERANZA
Con el tiempo, reaccionamos a la manera de A. N. Whitehead: estamos hartos de un mundo estúpido que se repite con un porcentaje que lo hace previsible. Los humanistas siempre hemos estado más interesados en su "autofruición individual", es decir, en aquella viejísima observación de que la vida se auto-produce, se regula a sí misma, se automueve, lleva en sí misma su organización creativa que, en el caso de nuestra especie, la mueve el deseo. Las vitales prácticas inesperadas llevan el misterio de la indeterminación, del azar, de la incertidumbre, de la diferencia, problemas que han devenido acuciantes en las ciencias contemporáneas, inspiradas precisamente en la vida, tan distante de los minerales y las máquinas:
Los seres vivos son objetos extraños -escribe Jacques Monod-. 
Los hombres de todos los tiempos han debido más o menos confusamente saberlo. El desarrollo de las ciencias de la naturaleza a partir del siglo XVIII, su expansión a partir del siglo XIX, lejos de borrar esta impresión de extrañeza, la volvían aún más aguda.
Desde la ontología juzgamos que morir es el último acto vital: según nosotros nacimos para vivir. Nacimos para vivir, nuestra muerte, pertenece a nuestros sucesores, testigos de que el agua corporal se nos escapa. Ahora bien, la adaptada vida humana también es competencia, relaciones tróficas (de comida), de "apetencia".
LOS MITOS EN ORIGEN Y LA LITERATURA
El futuro no lo vemos. El pasado lo llevamos adentro como una herencia, dentro de la cual ocupan un sitio especial los mitos, las narraciones repletas de significados; desde su horizonte los rescataron algunos los presocráticos y lo sigue haciendo la literatura. En aquel origen esta imaginación fue propia del homo religiosus, observa Wünenburger: se creía que la apariencia sensible de algo ocultaba fuerzas directrices invisibles, que, finalmente, la mayoría se antromorfizaron.
La diégesis o historia contada era la puesta en escena de un drama. mythos es un "mensaje y un medio, un corpus de historias a describir y una práctica social narrativa". Platón y Aristóteles dijeron que una trama mítica consta de un principio, medio y fin (estén plasmados en el orden que fueren son entendidos así, linealmente), una inalterable unidad relacionada de manera incambiable u holon. En sus inicios, el mito pasó de boca a oído. Su comprensión supuso una escucha comprensiva. Aun en algunos pueblos indígenas de América perduran tales prácticas orales que religan. Cuando el mythos pasó a la escritura, sus destinatarios no solamente fueron los contemporáneos del mitocreador o del mito-narrador, sino los que aún quieren y pueden escuchar sus mensajes.
DESMITOLOGIZACIÓN Y DESMITIZACIÓN
La letra fijada o escritura facilitó poner a tales mythos en epojé, por ejemplo, dudar de los dioses del Olimpo o desplazarlos del espacio sagrado hacia las ciencias o hacia el universo de las fantasías, siempre informativas. Al alejarse de la actitud exclusivamente reverente, no cuestionadora, los receptores 
abandonaron los vericuetos de la trama como un recurso anecdótico. Los presocráticos poco a poco fueron argumentando los mensajes, los visos de veracidad de la "fábula".
Desde hace mucho, la humanidad supo que las simbolizaciones fantasiosas no dicen a la letra lo que desean significar, sino que usan el sensus communis: el poder heurístico de su ficción depende de que la trama particularice, invente y conforme situaciones y personajes. Con este artilugio, numerosos predicados del relato incursionan en realidades universalizadas, en perspectivas generales y abstractas allende de la diégesis. En las letras, sucedáneas de la mitología, la acción arraiga en sujetos cuya existencia es inventada (ha sido neutralizada la verdad como correspondencia directa, que no indirecta), y gracias a este proceder deja entrever un mundo habitable o habitado. El sensus communis, además, fija los mensajes en la memoria y pasa de lo incoactivo a lo generalizable (hace abstracción).
En la filosofía actual, tanto Ricoeur como los filósofos de lo imaginario cambiaron el desprecio que padecieron el mito y la literatura bajo la presión racionalista, que va de Platón hasta el racionalismo positivista. Sin embargo, de-construir la imaginación que se ha apropiado de la realidad nunca equivale a desterrar los ordenadores mítico-legendarios con que se impusieron las categorías de justicia e injusticia, hermandad y sociabilidad, entre otras. Las míticas narraciones imaginarias insinúan valores y contravalores como si fueran el sueño de una argumentación filosófica. El pensamiento moderno es consciente de que tal desprecio a la imaginación productora afectó el conocimiento de la génesis y posteriores orientaciones tanto de la filosofía como de las ciencias:
Al margen de su fe religiosa, el esteta, por ejemplo, tiene que dejarse comunicar la "sustancia simbólica" y su valor pragmático. El pensamiento de cualquier índole gana si comprenderlo es apropiarse de las figuras del pensamiento ancestral que han guiado, generalmente de forma no consciente, sus teorías. Wünenburger observa que el nacimiento de la filosofía y la creación literaria confirman un proceso de desmitologización de la cultura que ha sido en provecho de una racionalización mórbida que escinde vida y pensamiento. También el lector de literatura desmitiza, abriéndose a la filosofía. Luego, es conveniente que circulen las tramas literario-míticas porque afectan no sólo el gusto, sino la existencia de todos. Por lo tanto, la estructura intencional de los mitos y la Literatura -su sentido-, según Ricoeur, hacen pensar mucho al filósofo:
El símbolo da que pensar: este enunciado que me encanta dice dos cosas; el símbolo da; yo no pongo el sentido, él me da el sentido; pero lo que me da es hacerme pensar [...], el enunciado sugiere, pues, a la vez que todo ha sido dicho en enigma y sin embargo que es necesario comenzar y recomenzar siempre en la dimensión del saber. 
Los símbolos mítico-literarios son enigmáticos porque nacen en una parte de la imaginación no-consciente, y a veces estrictamente inconsciente. Ejercen una fascinación más o menos irreflexiva porque los intereses quiméricos que se sueñan y simbolizan en la vigilia son más fuertes que los calculados, piensa Bachelard. El filósofo catalán-hindú Panikkar visualiza el mito como aquello que damos por supuesto porque "creemos tanto que ni siquiera creemos que creemos" en palabras de su estudioso. 
Los símbolos son los presupuestos borrosos que como imágenes nutren los sueños y cuyo fondo significativo se convierte en símbolos de la vigilia. 
SÍMBOLO
El relato mítico se compone esencialmente de símbolos o signos que, excepto los más obvios, muestran y ocultan. Su plan expresivo designa hechos y cosas sin hechos ni cosas. Está formado por una mitad física y otra oculta, inseparable de la primera "el significado de symbolon reposa en cualquier caso en su presencia, y sólo gana su función representadora por la actualidad de ser mostrado o dicho". Su estructura de presencia/ausencia comunica un pensamiento implícito o latente mediante su analogización. Abarca, además, una cadena sincrónica y diacrónica de potenciales intenciones significativas. El intelectualismo filosófico francés reduce todavía la imaginación a un aspecto de la conciencia y lo imaginario a lo irreal, objeta Wünenburger en "Le mythe de l' oeuvre ou le discours voilé des origines", porque tales corrientes hacen a un lado la citada expresión que Bachelard escribió en La poética del espacio de que nos proporciona un "estado de alumbramiento".
Dentro de la acepción de lo imaginario como novedad, en estas páginas nos interesa lo que se plasma en la literatura, que actualiza lo sucedido, lo posible o lo que pudo suceder. Para Bachelard la racionalización de los sentidos míticos nunca se agotan al racionalizarlos, porque absorben lo real en un irreal figurado, repleto de acepciones y afectos. Nuestra hermenéutica se funda en tantas sugerencias que cualquier comprensión queda corta al convertirse en una explicación, que se pretende única porque el símbolo está repleto de intencionalidades latentes. Sin embargo, Ricoeur y Wünenburger coinciden con Gilbert Duran en que los imaginarios son instancias de nuestra ontología que se prestan a muchas interpretaciones. Se formulan en un lenguaje disponible que habla del ser.
DIVERSIFICACIÓN
Los mitos se adaptan a diversos espacios y tiempos: "son un flujo de sentido que se instala por medio de un gran número de canales que les confieren sus singularidades que aseguran su diseminación". De esta manera, los dramas universales y humanos se equiparán, redondea Bachelard
Terminamos con otro ejemplo de un mito-leyenda (típica estructura de conflicto de opuestos y su resolución). Estamos hablando de la declarada comparación intertextual que plantea Marguerite Yourcenar en "La sonrisa de Marko", héroe de los Balcanes, con el Aquiles de la Ilíada. Ambos textos cuelgan de hechos históricos, las ficciones míticas, porque su fin es narrar ciertas formas de vivir; su fuerza simbólica es más mostrativa que demostrativa.











Comentarios

Entradas más populares de este blog

UN SABIO DIJO:

La vida es bella

A pesar de todas las vicisitudes que pasa la humanidad, nos toca seleccionar de nuestro paso en esta; las cosas y acciones que nos dan cierta satisfacción y convierten nuestra vida en momentos de complacencia y posibilidades de continuar y continuar...

EL MÁS FUERTE DEL MUNDO

 En una ocasión le preguntaron a la barra de acero si era la más fuerte del mundo Y ella dijo no, es el fuego porque a mí, me derrite. Le preguntaron al fuego si era el más fuerte del mundo y el fuego dijo no, es el agua Porque a mí me apaga. Le preguntaron al agua si era la más fuerte del mundo y el agua dijo no, es el sol. Porque a mí me evapora. Entonces le preguntaron al sol si era el más fuerte del mundo y el sol dijo no es la nube Porque, cuando se pone delante de mío, opaca mis rayos. Le preguntaron a la nube si era la más fuerte del mundo y la nube dijo no, es el viento. Porque a mí cuando sopla me lleva de un lado hacia otro. Le preguntaron entonces al viento si era el más fuerte del mundo Y el viento dijo no, es la montaña. Porque cuando soplo y me encuentro con ella me parte en dos. Le preguntaron a la montaña entonces si era la más fuerte del mundo Y la montaña dijo no, es el hombre, porque puede escalarme y con sus máquinas Me convierte en una planicie. Entonces le pregunt