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"CONCIENCIA"

 PENSAMIENTO DE NIVEL SUPERIOR

El término "conciencia" se utiliza en tantos sentidos que cabe dudar si existe un fenómeno particular al cual se refiera. A pesar de esto, hay algo en lo cual coincide la mayoría de los filósofos: con ese término enfatizamos la perspectiva de la primera persona, la perspectiva desde la cual cada persona vive sus propias experiencias. 
Para caracterizar esta perspectiva es útil tomar en cuenta lo que han dicho quienes rechazan que sea algo especial. Los conductistas, por ejemplo, sostienen que el acceso de cada uno a sus experiencias y 
en general a su vida mental es semejante al acceso que tenemos a los estados mentales de otras personas: en ambos casos recurrimos a la observación de la conducta (Ryle). Schopenhauer 
consideraba como la experiencia vital más importante: el dolor. Una cosa es escuchar los gritos y los gestos de una persona cuando el médico le introduce un artefacto por el oído y otra cosa es sentir ese dolor. El paciente podría estar anestesiado y gesticular aún en ese estado. Lo cierto es que si no siente el dolor no es consciente del dolor.
El conductismo en realidad se opuso a cierta manera de entender la conciencia, aunque acabó tirando el agua de la bañera con todo y el niño. Denunció las incongruencias de concebir la conciencia como un espacio interno en el cual aparecen nuestros estados mentales como en un teatro con un único espectador, el alma. 
De acuerdo con esta caracterización, el cerebro puede andar entre bastidores procesando información, pero en un momento dado nuestros estados mentales aparecen en escena y entonces el alma, su único espectador, goza o padece el espectáculo. Esta caricatura de la concepción cartesiana de la mente y de la conciencia, difundida por autores como Gilbert Ryle o Daniel Dennett, no carece de fundamento. 
En efecto, para Descartes lo distintivo de lo mental, a lo cual denomina "pensamiento", es ser objeto inmediato de la conciencia. Todo aquello de lo cual tenemos conciencia inmediata forma parte del pensamiento, de una sustancia distinta a nuestro propio cuerpo. Esos objetos inmediatos de la conciencia pueden representar objetos físicos de cuya existencia podemos dudar, así como podemos dudar de la historia que representan los actores en el teatro. De lo que no podemos dudar es de la existencia de los estados mentales que representan esos objetos físicos. Esta relación directa e inmediata entre la conciencia y los estados mentales sugiere, pues, que la conciencia conforma con los estados mentales un espacio distinto al espacio representado por los estados mentales.
Descartes no sólo adopta en las Meditaciones metafísicas un estilo narrativo inspirado en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola (Rorty, 1986, y Rubidge, 1990), sino que también introduce ciertos rasgos de la conciencia moral cristiana en la conciencia psicológica. Todos esas experiencias y estados mentales forman en algún sentido un mundo propio que no compartimos con los demás y con el cual nos identificamos. Para John Locke, la identidad personal depende precisamente de ese conjunto de estados mentales conscientes que forman una secuencia que coincide en muchas ocasiones con la secuencia de hechos en el mundo, pero no se confunde con ella. Por ello podemos hablar de un espacio interno, en contraste con el espacio en el cual suceden los hechos del mundo que todos compartimos.
Cualquiera que sea la posición que adoptemos con respecto a la legitimidad de aceptar un espacio interno al que pertenecen nuestros estados mentales, resulta incuestionable es la existencia de una perspectiva de la propia persona sobre sus estados mentales, una perspectiva irreductible al punto de 
vista de otra persona. A esta perspectiva es a la que nos referimos cuando hablamos de conciencia en filosofía.
 Teoría de la conciencia de pensamientos de nivel superior
¿Qué hace que un estado mental sea consciente? ¿Qué hace que un estado mental forme parte de la perspectiva de la persona que lo tiene? Para Descartes y para Locke esta pregunta no representaba un problema tan desesperante como para los filósofos contemporáneos. Esto se debe, en parte, a que no le dieron suficiente importancia a la existencia de estados mentales inconscientes. Para ellos la marca de lo mental era precisamente la conciencia o, en otros términos, para ellos hay mente porque hay conciencia. No podemos señalar cuáles son los rasgos distintivos de los estados mentales conscientes. Por el contrario, si aceptamos que lo mental abarca un rango de fenómenos más amplio que la conciencia, entonces tendremos esperanzas de explicar cómo a partir de fenómenos mentales no conscientes surgen los estados mentales conscientes. Debemos, pues, empezar por definir lo mental y después definir la conciencia.
Para Rosenthal los estados mentales tienen al menos una de las dos siguientes propiedades: 1) propiedades intencionales, gracias a las cuales tienen un contenido o representan un objeto distinto de ellos mismos; y 2) propiedades fenoménicas, gracias a las cuales algo se siente estar en esos estados mentales. Para muchos filósofos lo característico de lo mental es tener el primer tipo de propiedades. El más famoso de ellos es Franz Brentano quien sostenía que lo característico de lo mental es tener intencionalidad, es decir, ser algo acerca de otra cosa, dirigirse a un objeto. Los filósofos contemporáneos autodenominados "representacionistas" van más lejos y no sólo afirman que todos los estados mentales tienen un contenido, sino que además cualquier diferencia en las propiedades fenoménicas de un estado mental debe tener su contraparte en lo representado (Tye). Hay, sin embargo, estados mentales que no parecen tener propiedades intencionales, como cierto tipo de sensaciones o dolores. 
¿Qué podemos decir de las propiedades, fenoménicas? ¿Son propiedades que deben tener todos los estados mentales? Está claro que todas las experiencias tienen estas propiedades si entendemos por "experiencias" todos los estados mentales que tienen las cualidades fenoménicas de alguno de los cinco sentidos. Las emociones, por supuesto, son estados mentales que provocan sensaciones y sentimientos determinados. Pero ¿qué hay de las creencias Sin lugar a dudas, las creencias provocan estados con cualidades fenoménicas. Si una persona cree que hay un tipo de gente inferior a ella, tendrá una vida mental distinta a la vida mental de alguien que cree que todos somos iguales. 
Lo que se siente ser una persona con la primera de estas creencias debe ser distinto a lo que se siente ser una persona que tiene la otra creencia. Las propiedades fenoménicas y las propiedades intencionales son propiedades esenciales de lo mental. Los estados mentales deben tener al menos una de ellas. Pero tener alguna de estas propiedades o incluso las dos no es suficiente para que haya conciencia. Para que un estado mental sea consciente tiene que haber un pensamiento que tenga por objeto ese estado mental, por ello se le llama "pensamiento de nivel superior".
Los conceptos son, pues, instrumentos para relacionar nuestras intuiciones, no copias digitales de representaciones analógicas. Su función no consiste en reproducir las experiencias, sino en relacionarlas. Para Kant esta función es lo que permite hablar de conciencia. La conciencia es para él esa actividad que consiste en sintetizar mediante conceptos la información que recibimos de la experiencia. 
 Normatividad y límites de la propuesta de Rosenthal
Lo que me resulta inaceptable de la teoría de la conciencia de pensamientos de nivel superior, tal como la presenta Rosenthal, son las consecuencias que parece tener con respecto al control que podemos tener de nuestros propios pensamientos. A diferencia de Descartes y Locke, para quienes los estados mentales en los cuales nos encontramos en un momento dado tienen que ser conscientes, En efecto, si cualquier pensamiento consciente se debe a que hay un pensamiento inconsciente que lo enfoca, entonces la razón por la cual tengo un pensamiento es siempre algo que está fuera de mi control. Creo que esta falla en el modelo de Rosenthal se debe principalmente a su pretensión de ofrecer una caracterización general de la conciencia, es decir, una caracterización que sea válida para todos los estados mentales. En este caso, pensamos sobre lo que se siente ver determinados objetos. No sólo tenemos una experiencia consciente, no sólo estamos en un estado que se siente de cierta manera, sino que además pensamos conscientemente en ello. Cuando esto sucede —sostiene Rosenthal y así lo exige su teoría— no sólo tenemos pensamientos conscientes sobre las experiencias, sino además pensamientos sobre los pensamientos. Pero ¿es necesario postular pensamientos inconscientes para explicar la introspección o la reflexión consciente? La teoría de Rosenthal resulta atractiva no sólo porque abre un camino para explicar la conciencia a partir de estados mentales no conscientes, 
Creo, pues, que la teoría de la conciencia de pensamientos de nivel superior tiene límites, es decir, no puede aplicarse a todos los casos de conciencia. Si no se reconocen estos límites, las virtudes explicativas que tiene en el ámbito de las experiencias se convierten en un obstáculo para entender los aspectos normativos de nuestras reflexiones conscientes. Reconocer estos límites no debe interpretarse, sin embargo, como una victoria de quienes se oponen a la desmitificación de la conciencia. Significa que no todos los casos de conciencia pueden explicarse apelando a esa teoría y que quizá no puedan explicarse bajo un modelo representacionista, como Fichte lo hizo notar hace ya mucho tiempo. 









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