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PENSAMIENTO FILOSÓFICO

 

El pensamiento filosófico es una forma racional, crítica y especulativa de reflexión que permite al ser humano pensar sobre su propia existencia y la del universo que lo rodea. Es el método de pensamiento que propone la filosofía, y mediante el cual la humanidad ha buscado desde épocas antiguas respuestas satisfactorias a los grandes enigmas de la existencia.

A pesar de ser un método de reflexión racional, crítico y ordenado, el pensamiento filosófico parte de la duda continua respecto al universo, o como lo expresó Aristóteles, parte de una condición de asombro ante lo desconocido. Su cometido fundamental es tratar de explicar la existencia desde una perspectiva generalista, o sea, abordando por igual todas las cosas y todos los campos del saber. 

De hecho, en sus orígenes, la filosofía era la ciencia madre, es decir, la disciplina de la cual nacieron todas las ciencias y los saberes especializados.
Los temas que ocupan al pensamiento filosófico, entonces, pueden ser inmensamente variados. En general, sus reflexiones se interesan por las categorías universales o trascendentes, esto es, por aquello que se encuentra en la base de todos los campos del saber, como el ser, la materia y la forma, la naturaleza del tiempo y de la consciencia, la verdad, el bien y el mal, la justicia, etcétera.
Sin embargo, para alcanzar sus conclusiones, el pensamiento filosófico se guía por la lógica y la racionalidad, dado que aspira a obtener conclusiones demostrables, transmisibles, que sirvan para enriquecer el entendimiento fundamental que tenemos los seres humanos del universo y de nosotros mismos.
Así, el pensamiento filosófico debe ser crítico, inquieto, inconforme, pero no empírico, sino más bien especulativo: se permite licencias y escenarios hipotéticos, dado que confía en la razón humana para aproximarse a la esencia de las cosas, o sea, a la verdad última de la existencia.
El pensamiento filosófico se caracteriza, a grandes rasgos, por lo siguiente:
Aspira a responder las grandes preguntas trascendentales de la humanidad, aquellas que carecen de una respuesta sencilla.
Para dar con sus respuestas, emplea un método crítico y racional, o sea, se dedica a pensar las cosas en abstracto, para intentar hallar las respuestas a través de la lógica y de la deducción.
Se organiza de acuerdo a escuelas y tradiciones, dependiendo de los presupuestos de los que parte y de los procedimientos mentales que utilice.
No es empírico como la ciencia, es decir, no se basa directamente en la experiencia y la observación de los hechos, sino que valora las hipótesis y los experimentos mentales.
Estudia los grandes problemas irresolubles de la humanidad, a través de categorías que en sí mismas son difíciles de definir y a menudo polémicas, como el bien y el mal, la verdad, la justicia, el ser, la existencia, e incluso Dios y la muerte.
¿Qué es el pensamiento crítico?
El pensamiento crítico es un proceso que ayuda a organizar u ordenar conceptos, ideas y  conocimientos. Este tipo de pensamiento se utiliza para llegar de la forma más objetiva a la postura correcta que debería uno tener sobre un tema.
La unidad del pensamiento
La actividad filosófica es pensar. Esta vocación es un tipo de pensamiento. Distinguimos su peculiaridad de cualquier otra teoría. En este pensamiento converge, además, toda reflexión: fundamenta los demás saberes, así como la opinión. Finalmente, esta teoría es praxis; no sólo es una forma de vivir, sino que en sentido radical el pensamiento es vida.
El pensamiento es concreto y específico. No obstante, la especificidad del concepto de pensamiento es tan ambigua como la especificidad de la filosofía. A tal grado son indistinguibles los límites de su concepto que incluso su sentido puede extraviar. Desde la modernidad disponemos de diversos ejemplos de la especificidad y ambigüedad del pensamiento.
En la segunda de sus Meditaciones metafísicas Descartes afirma, por una parte, que la cosa pensante es comprendida también como mente, entendimiento, alma o razón y, por otra parte, señala que es inherente a su esencia el dudar, entender, afirmar, negar, querer, no querer, imaginar y sentir. Descartes toma semejante variedad conceptual como la primera evidencia clara y distinta, criterio de la certeza. La determinación primaria del pensar en Descartes no es del todo evidente; sin embargo, conjuga todas aquellas nociones mediante los conceptos intuir y percibir, dándoles el sentido de principio. En el principio está la unidad. La pregunta es, entonces, cómo comprender el principio.
En las Reglas para la dirección del espíritu señala que el principio es lo absoluto. Esto quiere decir, a su vez, que es lo simple. Ambos atributos los descubre el intuir en su propio ser al autoexaminarse. Frente a este modo de ser de la intuición está la deducción, de tal suerte que "... aquellas proposiciones 
que se siguen inmediatamente de los primeros principios, bajo diversa consideración, son conocidas tanto por intuición como por deducción, pero los primeros principios mismos sólo por intuición, mientras que las conclusiones remotas no lo son sino por deducción". Deducir es componer a partir de algo previo. Intuir, en cambio, es la comprensión simple e inmediata que capta a su vez lo más simple, es decir, su propio ser como absoluto, lo absuelto en el sentido de lo independiente.
Lo mismo sucede con la noción del percipere en las Meditaciones. Escribe Descartes: "... los cuerpos no son percibidos propiamente por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino sólo por el entendimiento, no se perciben al tocarlos o al verlos, sino sólo porque se entienden, conozco claramente -concluye entonces Descartes- que no puedo percibir nada más fácil y evidentemente que mi propia mente". La percepción no se agota en lo material. El cogitare es el puro percibirse a sí mismo como percepción. Así, podemos comprender el objetivo de Descartes incluso sin la duda metódica. Basta fijarse en que ninguna percepción corporal adquiere sentido por sí sola. Descartes piensa en el mismo sentido que los griegos: aquello capaz de percibir, en última instancia, no son ni los ojos ni los oídos por sí mismos, sino el alma. Cualquier tipo de percepción incide en la cosa pensante; sin ésta la percepción sensible no es posible.
Lo específico del cogitare es su simpleza y su carácter absoluto. Sin embargo, puesto que el pensar no se disocia del mundo, tampoco se disocia de lo otro, es decir, de aquello que no es pensamiento. Lo simple y absoluto adquiere sentido por su relación con el todo, con lo compuesto y lo particular. Debido a esta relación resulta complejo expresar el carácter particular del principio. De ahí el plexo de conceptos con los que Descartes expresa la esencia de la res cogitans. La ambigüedad del principio es inherente a su sustancialidad y su carácter fundante. Esta ambigüedad no se debe a una falta de discernimiento o a una visibilidad fallida sobre el principio, sino a las dificultades de la palabra para expresarlo en su pureza. Ciertamente, el pensar entraña cierta independencia, pero ésta no significa ausencia de relación. El "en sí" y "por sí" que la filosofía atribuye constantemente al principio jamás se refiere a una emancipación radical y pura. Todo filósofo ha notado que un principio que no guarda relación con el todo es tan estéril como una mera opinión. Un principio desprendido de los entes no tiene cabida en filosofía.
En la Gaya ciencia escribe Nietzsche: "Pensamientos. -Los pensamientos son las sombras de nuestras sensaciones- siempre más oscuros, más vacíos, más simples que éstas". Para Nietzsche el contenido del pensar es un constructo escindido de la sensación. La simpleza del pensar es el vacío.
Afirma Hegel en su Enciclopedia que pensar es lo mismo que creer, saber e intuir. Estos términos dicen lo mismo porque señalan el modo por excelencia del pensamiento: la especulación, es decir, el concebir inmediato que entraña la mediación.







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