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SI VAMOS A MORIR, ¿CUÁL ES EL SENTIDO DE LA VIDA?

 

Como decía el sabio Sócrates “el hombre que no piensa sino en vivir, no vive”. Al igual que vivir, morir forma parte del ciclo de la vida, sin embargo, en muchas culturas, entre ellas la occidental lo difícil es aceptarlo. Ahí comienza el miedo y el sufrimiento, la negación ante una realidad que ya conocemos pero que no queremos que llegue. La Tanatofobia o lo que es lo mismo, el miedo a la muerte/a morir.
VIDA Y MUERTE. El término vida viene del latín vita y tiene varios significados. Puede significar tanto el espacio de tiempo que transcurre desde el momento de la concepción, algún momento de la gestación, o del nacimiento hasta la muerte.

El origen etimológico de la palabra muerte nos lleva a trasladarnos hasta el latín. Y es que en concreto descubrimos que aquella procede del vocablo latino mors, mortis que es el que daría lugar con el paso del tiempo al verbo morir.
La muerte es el término de la vida a causa de la imposibilidad orgánica de sostener el proceso homeostático. Se trata del final del organismo vivo que se había creado a partir de un nacimiento.
Las dos caras de la misma moneda. La única verdad que sabemos es que desde el momento en que nacemos, estamos muriendo poco a poco. Temerla es algo natural, el problema llega cuando el miedo es dominante. Los ataques de pánico, la ansiedad o cuando perjudica al día a día, entonces, es el momento de buscar ayuda.
Sin obsesionarnos, es buen pretexto para recordarnos que hay que pensar en la muerte y, sobre todo, aprender a verla como parte de este viaje que es la vida. Exponer lo que se teme es una de las técnicas que ayuda a relajarnos y a ver las cosas desde otra perspectiva. 
 Teniendo miedo de la muerte entregamos la libertad de la vida.
¿De dónde surge el nombre? En la mitología griega, Tánatos era el dios griego de la muerte. Hoy su nombre se relaciona con la muerte. 
 Entonces, si vamos a morir, ¿cuál es el sentido de la vida? Si te haces esta pregunta, es porque tu vida actual no está llena de luz, porque no vives el aquí y el ahora. La vida tiene y mucho sentido. El tren solo pasa una vez. Debemos dar las gracias cada mañana por haber existido, de la salud de la que se goza, por haber conocido este mundo, por comer, por haber conocido a personas maravillosas, por tener una familia, por vivir en una sociedad democrática, por tener derechos, por tener un trabajo, una familia, amigos, por haber aprendido y adquirido conocimientos increíbles, por haber dejado una huella en la posterioridad que otros verán.  
 Encuentra tu voz interior, tu felicidad, lo que amas, lo que te hace sentir bien. Seguro que la vida te está esperando con un abanico muy amplio de oportunidades. Vive la vida como si fuese el último día. 
Desde su origen, la filosofía constituye una reflexión acerca de los principios de la realidad, pero también se ha ocupado de reflexionar acerca de los últimos momentos de la naturaleza humana. desde 
que el hombre es tal, la muerte ha sido objeto de temor y de ritualidad. Reflexionar sobre nuestra muerte es reflexionar acerca de nuestra vida. La muerte es una dimensión de la vida. 
Heráclito destaca por haberse ocupado tempranamente del cambio de la materia. De él, la sentencia que expresa que nadie se baña dos veces en el mismo río, es una de las más conocidas y, con ella, el apodado Oscuro, indicó que el cambio de la materia es inherente a la materia misma y es la forma en que se expresa la Naturaleza en sí. Sócrates fue primer mártir de la filosofía y fue, también, quien inauguró la tradición del pensamiento hacia la muerte. El encuentro de Sócrates con la muerte está documentado en el diálogo Fedón. Sócrates, reconocido por la consistencia entre su obrar y su pensar, pareció un hombre dichoso y que creía que no dejaba este mundo, sino bajo la protección de los dioses; que se le tenían reservada, en el otro mundo, una felicidad tan grande, que ningún otro mortal había gozado jamás. Por otro lado, a Platón se le ha considerado como el primero que concibió a la filosofía no sólo como una reflexión del orden y la verdad del universo, sino como la búsqueda del sentido de la vida de acuerdo con lo que se considera que es su final: la muerte. 
En Hegel, la muerte no existe como tal ya que la explicación de la dialéctica hegeliana, con base en la transformación constante de la materia, asume a la muerte como un paso natural en el devenir de la materia. Hegel, siguiendo la tradición judeo-cristiana, concibe al hombre como un ser espiritual, pero, a diferencia de ésta, lo entiende como un ser necesariamente temporal y finito, es decir, sólo la muerte asegura la existencia de un ser espiritual. La muerte no es, para Heidegger, el acabamiento del “ser ahí”, simple y sencillamente porque la muerte no es algo que llega al “ser ahí” después, al final de su vida Resumiendo, dice Rivara, aunque parecería que no puede plantearse el problema de la totalidad del “ser ahí” porque, al morir, éste ya no es, no obstante, es, justamente, la muerte como estructura del ser lo que nos puede llevar a hablar de la totalidad del “ser ahí” y aun explicarla. En este sentido, dice Rivara, no podemos comprender la muerte como un fenómeno que el “ser ahí” no posee mientras vive y que, en un momento dado, se le inserta en su ser, como si algo le hubiese faltado y viniese a completarle. 
El filósofo, por sus conocimientos, puede comprender a la muerte como parte de un proceso de la vida misma.
La muerte en la vida cotidiana
La muerte es un acontecimiento inevitable y universal; es un suceso por el que todo ser humano tiene que pasar, pero el hombre el único ser vivo que puede llegar a tener conciencia de lo qué es la muerte.
El ser humano ordinario, es decir, aquél que no se ha interesado por las discusiones filosóficas, percibe a la muerte como un suceso en el cual se termina la vida.
Sin embargo, aunque no pensemos en nuestra muerte o no queramos admitir que ella llegará en un momento de nuestra vida, es un acontecimiento que no tiene alternativa y, tarde o temprano, se presentará. 
La muerte se nos presenta como lo más cierto que le aguarda a nuestra vida y, al mismo tiempo, como aquello que nos saca o nos enajena de la vida.
En sí misma la muerte es indefinible, simplemente porque definir algo es un acto de dominio sobre lo definido: para definir la muerte tendríamos que dominarla. Y sabemos que, en realidad, es ella quien nos domina a nosotros. No es posible hablar de la muerte como de una experiencia hecha. Los que realmente han hecho esta experiencia, ya no nos hablan. Mientras estamos vivos, solo sabemos de la muerte por el testimonio mudo y opaco de otros, no por nosotros mismos. Al referirnos a ella, decimos cosas en relación a algo que situamos como futuro o posibilidad. Cuando dicho futuro o posibilidad se actualiza, dejamos de hablar y, solo entonces, hacemos la experiencia de la muerte. Visualizamos, por tanto, a la muerte como una realidad que nos aguarda, con Heidegger, nuestra realidad como "ser-para-la-muerte" para reconocer un dato de por sí innegable: el tener que morir, propio de todo hombre.
Esta experiencia básica del tener que morir equivale a captar que nuestra vida se va a terminar. Como dice un proverbio latino ante mortem nemo beatus (nadie es feliz ante la muerte). 
El tener que morir nos agrede como algo que, siendo una realidad relativa a la vida, constituye, a la vez, para ella, la más intolerable heterogeneidad. Para el hombre, vivir es ser, y morir es dejar de ser. La muerte equivale al no-ser. Es cierto que biológicamente la muerte del hombre no constituye sino un fenómeno natural. Pero, debido al nexo que se da entre vida y ser, ontológicamente la muerte constituye para el hombre la alienación radical: es decir, el hecho de que, habiendo sido, ocurra para él un instante en que "deja de ser".







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