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EL SUFRIMIENTO DE LA CERTEZA

 Reflexiones sobre cómo encontrar la paz en la vida diaria

Así al proceder a estudiar a fondo a aquel nos encontramos que su origen etimológico se encuentra en la suma de dos partes latinas claramente diferenciadas: el adjetivo certus, que puede traducirse como “preciso o seguro”; y el sufijo –eza, que es equivalente a “cualidad de cierto”.
¿Qué es la certeza? ¿Y cómo es posible que la certeza cause locura?
La cuestión de la certeza puede sonar sencilla. La mayoría de los diccionarios modernos apuntan a una "firme convicción de que algo es cierto" o la "cualidad de ser confiablemente cierto". ¿Cuál es el objetivo o proyecto de las tradiciones de sabiduría?
Si la paz es el proyecto a través de las tradiciones. Entonces la pregunta es, ¿cómo conduce la certeza al sufrimiento (o a la locura en el extremo)? Una forma es que la “certeza” va en contra de cómo funciona el mundo. Como dijo Séneca, “todo el futuro está en la incertidumbre”.
Luchar por la certeza en un mundo incierto es similar a nadar contra la corriente en un río. En algún momento, te cansarás (o potencialmente te volverás loco).
O, como dijo Albert Einstein, "La locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes".
Hay muchas cosas sobre las que deberíamos tener un sentido de certeza. Por ejemplo, si camináramos bajo la lluvia sin paraguas, naturalmente nos mojaríamos. Todos sabemos que esto es cierto, y cuando sucede, rara vez nos molesta.
Pero veamos un ejemplo un poco más complicado: si decido plantar un jardín y sigo los pasos necesarios. Sentiré una firme convicción (o una sensación de certeza) de que mis vegetales crecerán. Sin embargo, también hay muchas cosas fuera de mi control, como conejos hambrientos que podrían comerse mis verduras frescas. O bien, un frente frío inesperado podría causar problemas en mi nuevo jardín. Podría lesionarme (o algo peor) y no poder cuidar este jardín. Aunque hay muchas cosas sobre las que deberíamos tener certeza ya que todo está interconectado, aún experimentamos incertidumbre
CERTEZA: La verdad propiamente sabida se constituye como cierta, y el estado que en nosotros produce se denomina certeza. La certeza consiste en el juicio de la verdad de nuestros conocimientos o en tener conciencia de la verdad. La verdad de la verdad (saber el qué y el por qué); tal parece ser la certeza como verdad reflexiva; podríamos, pues, expresar algebraicamente esta idea diciendo que la certeza es la verdad elevada al cuadrado. Suele definirse como la deferencia a la verdad sin mezcla de duda, imposibilidad de dudar, lo opuesto a lo que no es pensable, inconcebible de lo contrario o postulado universal, como dice Spencer, cuyas definiciones son todas negativas y formuladas por relación a la duda, cuando la certeza es un estado definitivo de la inteligencia, acompañada, dada la racionalidad y simplicidad del alma, de cierto placer y bienestar del sentimiento y de una firme adhesión de la voluntad. También se define la certeza como verdad demostrada, definición que no abraza todo lo definido (Bain, Logique deductive et inductive), pues según ella, nos veríamos obligados a estimar como dudosas todas las verdades mostrativas o intuitivas (lo mismo empíricas que racionales) que son ciertas por sí mismas y sirven de base a toda demostración, como, por ejemplo, los hechos percibidos directamente y los principios racionales. Unos y otros, como los conocimientos demostrados, son ciertos y adquieren legitimidad científica en cuanto conocemos, mediante la reflexión, su verdad, exigiéndose, por tanto, para la existencia de la certeza. El que conoce necesita dar testimonio, como cualidad de la verdad científica, en cuyo sentido es sujetiva la certeza; pero los fundamentos en que tal cualidad se apoya son objetivos, pues el conocimiento se forma siempre en supuesto de lo conocido o, en otros términos, tiene un carácter objetivo-subjetivo. Si el estado a que se refiere la certeza sujetiva ha de ser tal, será porque el sujeto reciba y sepa la razón, el por qué de lo que afirma; y, por lo tanto, se necesitará siempre que todo estado sujetivo de certeza se apoye en un principio real, en una razón objetiva. La certeza tiene su base en la conciencia (DUDA, ESCEPTICISMO, PROBABILIDAD, VERDAD); si tiene distintas especies hasta llegar al máximum en lo denominado evidencia son, sin embargo, iguales entre sí y de igual valor, descansando todas en la misma base. La evidencia de las verdades matemáticas es distinta de la evidencia de las verdades morales, pero no superior (V. L. Robert, De la certitude, y Joly, Logique). Y es base de toda certeza la conciencia racional, porque es la que se sale del principio de unidad para comparar la representación con la realidad de lo representado o de la continuidad del conocimiento con la realidad de lo conocido, que es a lo que se refiere la verdad de los conocimientos, sea la que quiera su esfera y contenido. No hay posibilidad, pues, de dividir, y aun separar, como pretende Balmes, las esferas de la certeza haciendo de ella cuatro clases; metafísica, física, moral y de sentido común, porque todas ellas serán o no legítimas con independencia de los asuntos a que se refieran si son probados bajo la unidad del conocimiento que atestigua la conciencia. Así es que en la certeza no se reconocen grados, no cabe el más ni el menos; o existe completa o no existe, pues es un estado que no admite clases ni variedad de modos. La división indicada será aplicable a las clases de verdades de que podemos estar ciertos, pero el fundamento de la certeza será siempre el mismo: la conciencia.
Aparte la realidad psicológica del estado de certeza, percibido directamente como distinto de los estados de probabilidad y duda, el problema de la certeza, que es el mismo de la verdad, es problema lógico y metafísico indivisamente, y al sentido doctrinal del método y al concepto de la verdad debe ser referida su posible solución. Los que niegan la existencia de la certeza en el pensamiento humano, los escépticos, si son absolutos, si niegan en redondo la certeza, formulan un juicio absolutamente cierto (siquiera sea negativo) de la inteligencia, de cuyas facultades desconfían para hallar la verdad, y a cuyo auxilio recurren para negar la inteligencia misma. 
Es, por tanto, valedero contra ellos el conocido dilema de San Agustín: Aut seis, aut nescis; si scis aliquid scis; si nescis, scis nescire, ergo aliquid scis. No existe, en efecto, escepticismo absoluto o dogmático (el de Pirrón), sino el escepticismo crítico desde el tiempo de Kant, que llama a juicio las facultades intelectuales, escepticismo que Goethe denomina activo, porque trabaja para que cada uno venza su pereza. Y este escepticismo, a pesar de ser parcial y, por tanto, contradictorio, ha servido con la duda crítica de acicate e instrumento de progreso del pensamiento humano que, ahondando cada vez más en el examen de los métodos intuitivos y de los procedimientos empíricos, pone su empeño en hallar un principio de unidad en la relación del conocimiento que autorice la comparación de la representación con la realidad de lo representado. Comprobar o verificar todos nuestros conocimientos mediante el acuerdo de la especulación con la experiencia, o reconocer la índole empírico-ideal de todos nuestros conocimientos parece ser la exigencia lógico-metafísica más acentuada de que depende la certeza de todas nuestras percepciones, sean de la índole que quiera. Simplificado el problema en lo que se denomina la unidad del medio de toda relación de conocimiento como el requisito indispensable para establecer el nexo y continuidad de la representación con la realidad de lo representado, y reconocida la exigencia de la unidad del método o procedimiento como el camino que ha de seguir la inteligencia para oponerse a todo dualismo radical que escinda y divida el pensamiento entre empíricos e idealistas, ya se infiere que la solución del problema de la verdad y de la certeza va en direcciones cada vez más fecundas cuando se reconoce, con Hartmann, por ejemplo, que especulación y experiencia semejan dos mineros que trabajan 
en galerías subterráneas y en sentido opuesto, que oyen los golpes que recíprocamente dan a medida que se aproximan, y que han de encontrarse, aunque taxativamente no puedan señalar el punto de cruce.
“Lo que es completamente inesperado tiene un efecto más aplastante, y lo inesperado se suma al peso de un desastre. Esta es una razón para asegurarse de que nunca nada nos tome por sorpresa. Debemos proyectar nuestros pensamientos delante de nosotros en todo momento y tener en mente todas las eventualidades posibles en lugar del curso habitual de los acontecimientos... Ensáyelos en tu mente: exilio, tortura, guerra, naufragio. Todos los términos de nuestra suerte humana deben estar ante nuestros ojos”.
El propósito del ejercicio no es evitar que sucedan este tipo de eventos, eso no siempre es posible. El ejercicio ayuda a reducir el sufrimiento que surge cuando las cosas no salen como se espera. Al igual que una vacuna, no evita que contraiga un virus, simplemente minimiza la probabilidad de que cause problemas de salud importantes.
El sufrimiento de la certeza surge cuando nos aferramos o nos aferramos a cómo creemos que debería desarrollarse la vida. Las enseñanzas budistas y estoicas nos ayudan a aceptar la vida sin importar cómo se desarrolle. Como dijo Epicteto: "Solo hay un camino hacia la felicidad, y es dejar de preocuparse por cosas que están más allá del poder de nuestra voluntad". La certeza está obviamente en la categoría de estar más allá de nuestro poder para muchas cosas.
La certeza tiene que ver con la actitud de una persona hacia una proposición, enunciado o hecho, de forma que no se duda sobre su contenido. La verdad, lejos de ser una característica asociada a una persona, es una propiedad objetiva. La certeza es un estado subjetivo, de forma que es el convencimiento el que impulsa el sentimiento que nos lleva a aceptar. Cuando hablamos de verdad, hay que traducir que nos movemos en el ámbito de los datos y hechos objetivos, suministrados por el objeto. La certeza es una convicción del sujeto, mientras que la verdad es un conocimiento objetivo y compartible, intersubjetivo.






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