Es en el marco de estas ideas que se habla de "el fin de la niñez" El primero que planteó explícitamente la desaparición de la niñez fue Neil Postman (1982), especialista en comunicación.
social y profesor de la universidad de Nueva York. Su libro tuvo amplia repercusión, especialmente en los medios educativos.
En su perspectiva, el veloz desarrollo y diseminación de los inventos de medios de comunicación: la prensa rotativa, la fotografía, el teléfono, el fonógrafo, la radio, el cine y la televisión es la causa de la desaparición de la lectoescritura, y por consiguiente, de la niñez. Cita al canadiense Harold Innis, economista político y autor importante en teoría de la comunicación, que afirma "
En la primera parte de su libro plantea que en la Edad Media la niñez desapareció debido a tres factores: la gran disminución de la alfabetización, la existencia de la educación en un "estadio primitivo" y en tercer lugar, se refiere a la falta de "un sentido bien desarrollado de la vergüenza, sin lo cual no puede existir la niñez". Es decir, sostiene una idea totalmente moderna: la de que los niños deben ser protegidos de los secretos adultos, particularmente los sexuales. Esto no ocurría en los niños medievales, que desde temprano estaban mezclados con los adultos en la vida cotidiana de la comunidad. Sostiene que en la época actual estamos ante una situación similar. Para Postman el invento de la imprenta al final de la edad Media permitió la configuración de la niñez, ya que creo un nuevo universo simbólico que requería una nueva concepción de la adultez, que excluía a los niños.
Los cambios en la tecnología de la comunicación (...) tienen tres clases de efectos: alteran la estructura de los intereses (las cosas sobre las que se piensa), el carácter de los símbolos (las cosas con las que se piensa), y la naturaleza de la comunidad (el área en la que se desarrollan los pensamientos)". Postman aplica esta lógica al acto de mirar televisión y señala:
"La televisión erosiona la línea divisoria entre la niñez y la adultez de tres maneras... primero, porque no requiere ninguna instrucción para captar su forma; segundo porque no plantea una demanda compleja a la mente o a la conducta; y tercero, porque no segrega a su audiencia"
"(Mirar televisión requiere un instantáneo reconocimiento de patrones, no una lenta decodificación analítica. La televisión ofrece una alternativa a la lógica lineal y secuencial de la palabra impresa y tiende a convertir en irrelevantes los rigores de una educación basada en la lectoescritura". Para él las escuelas están librando una batalla perdida con la televisión. El formato tradicional de la educación requiere la interpretación del lenguaje. La educación sufre el constante bombardeo de imágenes simbólicas descontextuadas, que abruman de información a lo televidentes, pero no les da tiempo para la reflexión o el análisis. Trata extensamente la pérdida de la vergüenza, la última condición para la desaparición de la niñez. Postman considera que el acceso ilimitado a todo tipo de programas de televisión suprime ("erases") la vergüenza de los espectadores al mostrar los secretos, al "hacer público lo que antes había sido privado" Concluye que "la vergüenza no puede ejercer ninguna influencia como medio de control social o de diferenciación de roles en una sociedad que no puede guardar secretos"
Se pregunta si hay alguna institución social lo suficientemente fuerte y comprometida como para resistir la declinación de la niñez. Su respuesta es que hay sólo dos que tienen interés en la cuestión: la familia y la escuela. En cuanto a la familia considera que su estructura y autoridad ha sido minada
por los medios de comunicación, que han tomado el control del ambiente informacional de los hijos. También responsabiliza al movimiento de liberación femenina y la práctica prevalerte de usar al televisor como niñera. En cuanto a la institución escolar, considera que, a pesar de las limitaciones y carencias de distinto tipo, "en una forma u otra la escuela será la última defensa contra la desaparición de la niñez" En este libro consideraba positivamente la computación para los niños. Pero era 1982 y las computadoras personales no estaban ampliamente difundidas en los hogares y las escuelas. En trabajos más recientes ha hecho advertencias en relación a las computadoras. Su premisa básica es que como Internet pueden brindar tan fácil e indiscriminadamente un monto enorme de información fuera de contexto, los niños son tan afectados negativamente por el uso de la computadora como por la televisión. Sobre el tema del fin de la infancia, Cristina Corea e Ignacio Lewkowicz publicaron en 1999 en la Argentina el libro ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez.
Como otros estudiosos contemporáneos, estos autores sostienen que "la situación histórica determina la concepción y el modo en que se es infante - adolescente". Consideran que "la infancia tiene sentido cuando la vida del hombre es un devenir reglado hacia etapas más complejas: adolescencia, juventud, adultez, vejez'' ¿En qué sentido hablan de infancia? Se refieren al conjunto de significaciones de las prácticas estatales burguesas sobre la niñez a lo largo de tres siglos. Cristina Corea hace un análisis semiológico del discurso de los medios de comunicación de masas y la publicidad. Enfatiza la desaparición del niño como sujeto de derechos en cuanto futuro ciudadano y su reemplazo por el niño consumidor, el niño sujeto de opinión. La escuela, orientada a la formación de los niños para que en el futuro fueran buenos ciudadanos y también con la misión de protegerlos en el presente en cuanto seres débiles por inmaduros, se desvanece ante la pérdida de la dimensión temporal, producida por el impacto de los medios audiovisuales y la lógica del consumo. Estos cambios socioculturales y tecnológicos a su vez modifican las relaciones dentro de la familia. Por ejemplo, en cuanto audiencia, se borra la diferencia adulto - niño.
¿Fin de la infancia o infancia asediada? La niñez desde la perspectiva psicológica
Las nuevas formas de experiencia social, con los cambios en el funcionamiento de la familia, del sistema educativo, el peso creciente de las nuevas tecnologías, están modificando las condiciones en que transcurren su infancia las nuevas generaciones.
Los estudios y ensayos sobre la niñez realizados en las últimas dos décadas en general se vinculan con el intenso debate "sobre la influencia de los cambios socioculturales en la singularidad infantil.
En esta línea es importante recordar que el niño no es un sujeto pasivo. En consecuencia, es necesario diferenciar los estímulos que tienen al niño como destinatario, del impacto que los mismos producirán en cada singularidad". (Fornari, Santos y Saragossi, 2002). Y más adelante agregan: "La cultura opera sobre la subjetividad en forma doble, aliena, unifica, pero a la vez ofrece soportes para el despliegue de la singularidad. La enajenación y_- o la apropiación de sí dependen de un complejo proceso que no puede leerse linealmente"
Hace algo más de un mes se publicó en la prensa de Gran Bretaña una declaración firmada por 110 psicólogos, maestros, académicos y autores de libros infantiles con dos serias denuncias: los niños británicos "están siendo empujados a la adultez antes de tiempo" y en segundo lugar "un cóctel siniestro de comida chatarra, marketing de la sexualidad, juegos electrónicos y una obsesión más por galardones que por aprendizaje en las escuelas les está envenenando la vida"
Señalan la obsesión de la sociedad por quemar etapas, la ausencia de actividades al aire libre; la escasez de experiencias compartidas con otros chicos que afecta sus habilidades para trabar amistades, participar en grupos y resolver conflictos. Los autores de la carta consideran que el creciente número de casos de depresión infantil, problemas de conducta y enfermedades del desarrollo se deben "a la ignorancia tanto por parte de los políticos como del público en general de las realidades y sutilezas del desarrollo infantil". Desearía que retuviéramos esta expresión: "las realidades y sutilezas del desarrollo infantil", pues es precisamente aquí donde creo que se puede dar el mayor aporte de la Psicología del Desarrollo a la prevención y la promoción de la salud mental del niño.
Sea que el psicólogo trabaje en la clínica, o en el sistema escolar, o en el ámbito de la psicología comunitaria, se ve enfrentado con situaciones nuevas: nuevas formas de organización familiar, para las que hasta aún no hay palabras en el idioma. Por ejemplo: un paciente divorciado y vuelto a casar se refiere a la madre de su primera esposa como "mi ex primera suegra". Niños violentos, pero también niños autodestructivos, o con conductas auto agresivas. Los padres están desconcertados, se sienten inseguros. Otros, pasan a ser "delegados" o representantes de sus hijos para defender sus derechos ante el maestro que es considerado autoritario por el solo hecho de haberle puesto un insuficiente en la libreta de calificaciones. Nos encontramos con nuevos perfiles de niños: los niños de la calle y en la calle, los que trabajan y contribuyen al sostenimiento de sus familias. Están los niños "bajo llave": los que quedan encerrados en la casa mientras sus padres trabajan. En los barrios humildes están los chicos que, por ser los hijos mayores, deben hacerse cargo de los menores, levantarlos, darles el desayuno o el almuerzo, ya que los padres están trabajando. En las clases medias y medio altas están los "niños paquete": de la escuela a taekwondo, a computación, guitarra, inglés. También se los llama "pequeños ejecutivos" por sus agendas ocupadas al tope. ¿Y qué decir de los niños explotados en el mercado del sexo, o el de la droga, o los utilizados para delinquir? Y hay otras formas de explotación indirecta que son legales: son los hijos de esos padres que cambiaron el viejo ideal de "mi hijo el doctor", por "mi hijo el campeón", o de esas madres que sueñan que sus hijas sean modelos o estrellas de cine o la TV.
Como los psicólogos no estamos fuera del tiempo ni del espacio, estas situaciones también nos atraviesan como sujetos. ¿Qué nos atraviesa? El gran cambio sociocultural en el que están inmersas nuestras sociedades y nosotros mismos como parte integrante. Creo que todos los indicadores apuntan a un cambio profundo como pocas veces se ha dado en la historia. Hay toda una época que está terminando, y otra que sólo podemos entrever, está recién asomando.
Los chicos que ya nacieron no sólo con la televisión, sino con la computadora e Internet, le enseñan a los padres y abuelos cómo usarla. Pero, a pesar de las apariencias, siguen siendo niños. Necesitan ser escuchados por los padres, que los abuelos les cuenten historias como sólo ellos saben contarlas. Padres, abuelos y padrinos, ellos también atrapados entre la culpa por el poco tiempo que les dedican y el consumismo, los abruman con montañas de juguetes. Juguetes que han sido producidos para que se desgasten pronto y aburran, así se compra otro. O sea, no son juguetes como sostén del jugar. Y los niños necesitan jugar. Diría que es la vía regia para ir elaborando su subjetividad. Necesitan fi guras de identificación, centralmente la madre y el padre. Pero no meramente padres biológicos, sino adultos que puedan ejercer la función de madre y de padre.
Así como s habla del fin de la infancia, también hay una literatura abundante sobre la crisis de la familia. Para que haya familia, es necesario que exista en primer lugar la alianza conyugal, fundante de la nueva familia. Como señaló Levi Strauss este vínculo enlaza dos sistemas de parentesco: el paterno y el materno. Esa nueva pareja tiene que separarse de sus familias de la infancia -como Abrahán que fue llamado por Dios a dejar las tierras de su padre y su madre e ir a una tierra que le sería mostrada- para iniciar el proyecto de la propia familia. Es en ese marco que adviene el hijo. El hijo, antes de existir, existe como fantasía -proyecto de los padres con el objeto de destacar el peso de la cultura en la constitución de la subjetividad. Creo que por dos razones: en primer lugar, por la delicada tarea de interjuego entre las necesidades biológicas del bebé, tan dependiente del adulto, y los cuidados por parte de la madre o sustituto. Acá creo que es importante el aporte de Winnicott cuando habla de la función de sostén de la madre lo suficientemente buena. Esto es algo que suele desconocerse o negarse en relación a las "sutilezas del desarrollo infantil" de que hablan los ingleses. En relación a esta crianza temprana creo que un peligro en muchos psicólogos es minimizar de hecho la función padre. En el psicoanálisis de niños, bastante antes de Lacan, ya se hablaba de la función de corte del padre en la relación de la madre y del hijo. El padre tiene un importante lugar en estos cuidados y su peso como fi gura de identificación es crucial.
Finalmente, los niños necesitan que se los escuche, y que se los reconozca como chicos, en cada edad que van teniendo. Si esto no se da, padecen lo que sintetizaba espléndidamente el título de una obra teatral hecha por adolescentes: "Sobredosis de soledad".
Comentarios
Publicar un comentario