El alma no gana poder sobre la experiencia; gana poder a través de la experiencia.
Algunos pensamientos adicionales sobre lo que conecta las actividades significativas a lo largo de toda la vida: la sabiduría.
David Whyte, escribiendo en su libro The Heart Aroused , dice que la sabiduría es “el único deseo que no es fugaz”. En otras palabras, si nos proponemos ganar sabiduría, volvernos sabios, tendremos la mejor oportunidad de estar arraigados a lo largo de nuestras vidas, independientemente de lo que la vida nos depare.
Whyte continúa escribiendo que, a diferencia de la personalidad, que pretende ganar poder sobre la experiencia, la sabiduría vive en el alma, que gana poder a través de la experiencia. Cultivar la sabiduría, entonces, significa estar abierto a la experiencia. Esto requiere humildad (es decir, no lo tengo todo resuelto) y presencia (es decir, estoy aquí ahora).
La sabiduría no se ocupa de la planificación, la creación de estrategias o el establecimiento de metas; se trata de una actitud de crecimiento y aceptación. Esto no es algo fácil. Significa no engañarnos con lentes color de rosa, no evitar situaciones angustiosas y no distraernos de pensamientos y emociones inquietantes. Significa hacernos vulnerables.
A diferencia de la personalidad, que aspira a ganar poder sobre la experiencia, la sabiduría vive en el alma, que gana poder a través de la experiencia.
¿Qué ganamos con esto? Eric Greitens, escribiendo en su libro Resiliencia , se basa en el antiguo
concepto griego de "Phronesis" para definir la sabiduría: "La capacidad de averiguar qué hacer y al mismo tiempo saber qué vale la pena hacer".
Krista Tippett, en su libro Becoming Wise , escribe que la sabiduría “leuda la inteligencia, ennoblece la conciencia y hace avanzar la evolución misma… dándonos la capacidad de mantener el poder y la ternura en una interacción sorprendente y creativa”.
La sabiduría no se ocupa de la planificación, la creación de estrategias o el establecimiento de metas; se trata de una actitud de crecimiento y aceptación. Por mucho que la quieras, la sabiduría no es algo que salgas y obtengas. Es algo que debes estar abierto a recibir.
A menudo son las experiencias que no has planeado o deseado las que producen la mayor sabiduría. Es posible que ni siquiera sepas que estás adquiriendo sabiduría a medida que pasas por estas experiencias, e incluso si supieras que estás adquiriendo sabiduría, no haría que lidiar con lo que sea que estés atravesando sea más fácil. Está bien. Cuando estás pasando por dificultades, tu único objetivo debe ser salir adelante. Pero sepa que hay cosas buenas del otro lado.
La otra cara es igualmente cierta. Si estás prosperando y experimentando una gran satisfacción y alegría, no lo des por sentado ni te apresures a hacerlo. Estar allí para ello. Reflexione sobre lo que lo hace sentir tan bien y cómo puede crear más y compartirlo.
Muévete por la vida con humildad y presencia y todas las situaciones, buenas o malas, se convierten en oportunidades para volverte sabio.
¿Qué es la sabiduría según la psicología?
La sabiduría puede ser definida como un conjunto de conocimientos que se poseen en la pragmática de la vida a niveles de experto. Muchos han sido los autores que han tratado de identificar los componentes asociados a la sabiduría.
¿La sabiduría implica obligatoriamente conocimientos?
Los expertos aluden que los dos factores más relevantes de la sabiduría son la comprensión excepcional y las habilidades de juicio y comunicación. Por ello, pueden existir personas que sean sabias pero que, por vicisitudes vitales, no posean grandes conocimientos acerca del mundo.
Todos los componentes citados anteriormente apelan, por tanto, a un constructo de sabiduría que alude a aspectos afectivos e interpersonales. Dicho de otra manera, una definición que va más allá de lo cognitivo.
La sabiduría según Holliday y Chandler (1986)
Para estos dos autores, la sabiduría implica: sagacidad, implicación para con los otros,
consideración, perspicacia, intuición, conocer las propias limitaciones de uno, razón y lógica, experiencia, mente lógica, buena resolución de problemas y aprendizaje de los errores. La persona sabia es una buscadora de información que utiliza bien los datos de los que dispone.
La definición de Holliday y Chandler tiende más a relacionar la sabiduría con los factores cognitivos y aptitudes que permiten a una persona la adecuada y brillante resolución de problemas.
La sabiduría según Sternberg (1985)
Sternberg, por otro lado, define al sabio como alguien sensible, sociable, con buenas habilidades de juicio y comunicación, que comprende la vida, que ha aprendido de la experiencia y es capaz de conjugar diferentes puntos de vista.
Además de todas estas facultades interpersonales y emocionales, también define a la persona sabia como alguien inteligente, cultivado y con grandes competencias generales.
Pitágoras, en quien esta noción adquiere el significado de conocimiento pleno, consideraba que era inalcanzable, por eso afirmaba que el conocimiento supremo era sólo filo-sofía, anhelo de sabiduría.
Platón, que también la consideraba como el conocimiento supremo, la concebía como la contemplación del sumo Bien. De ahí que, desde la perspectiva del intelectualismo moral, esta noción adquiriera el doble significado de sumo conocimiento, pero también de suma virtud.
Aristóteles, en cambio, en la Ética a Nicómaco, distinguió entre la sabiduría (σοφία, sofía) y
la prudencia (φρόνησις, phrónesis). La primera la consideraba como el supremo conocimiento, el del saber desinteresado de lo universal o saber por el saber, identificable, pues, con la filosofía primera o unión de la razón con el conocimiento pleno de los primeros principios. La prudencia, en cambio, estaba orientada hacia la práctica y la acción moral. En el helenismo, debido a la orientación fundamentalmente ética de la filosofía, la sabiduría vuelve a adquirir una carácter práctico-moral, y reúne nuevamente los significados que Aristóteles había distinguido. Así, para los estoicos, por ejemplo, la sabiduría se identifica de nuevo con la prudencia, y es un conocimiento y una dirección de la acción sustraídos a toda pasión. Lo propio del ideal del sabio que considera que su saber individual es sólo una forma de la sabiduría cósmica y por ello afronta desapasionadamente y acepta plenamente el destino. Con el advenimiento del cristianismo la noción de sabiduría adopta un carácter religioso y se concibe como el conocimiento y plena obediencia de los preceptos y mandatos de la ley divina. De nuevo, pues, se identifica con la noción de vida prudente. Ahora bien, en tanto que la plena obediencia de la ley de Dios sólo es posible por la intervención de la gracia, la sabiduría se asimila a una especie de iluminación divina. En el Renacimiento vuelve a adquirir las características que le habían otorgado las escuelas morales del período helenístico. Con la Ilustración la noción de sabiduría se va desligando de la referencia a Dios,
Kant la considera como el acuerdo entre la voluntad de un ser con su objeto final. En este sentido es un ideal de la razón al que se tiende sin que jamás pueda alcanzarse plenamente.
La sabiduría seguirá siendo el conocimiento más perfecto de la realidad o verdad más elevada. Pero esto podrá darse de diversas maneras. En primer lugar, como conocimiento filosófico. “la sabiduría por la que formalmente somos sabios es una cierta participación de la sabiduría divina”. Esta sabiduría es la que será el término de la inquisición de la razón natural, no en un orden particular, como ocurre con la ciencia, sino en el de todo el conocimiento La sabiduría filosófica, por eso, tiene, por un lado, el carácter de toda sabiduría, pues es un saber total en cuanto tiene por objeto la causa última de toda la realidad, que es lo “máximamente cognoscible según su naturaleza”. La sabiduría filosófica, sin embargo, considerada la debilidad de la razón humana, es, como se dijo, muy limitada. Si ser sabio es, de alguna manera, conocer la verdad de Dios tal como él mismo la conoce, ese conocimiento será más o menos perfecto según se participe más o menos de la intimidad de Dios. La sabiduría humana es más perfecta cuando no es solo conocimiento de la realidad divina, sino cuando además incorpora el amor. Ese amor al objeto conocido –Dios– iluminará el entendimiento de la totalidad de lo real, de manera que ahora ya no será simplemente teórico, sino práctico: las cosas se mostrarán según el orden que deben tener a Dios y según el orden que se les deberá dar de manera que conduzcan a Él. El hombre sabio ama todas las cosas según la medida del amor que se le debe dispensar a cada una, porque primero ama a Dios. Es lo que se manda en el primer mandamiento. Es lo que dice san Agustín en su comentario a san Juan cuando dice “Ama y haz lo que quieras”. El sabio, amando a Dios, ama todo lo demás según el orden conveniente para que su impulso amoroso termine en el mismo Dios y no se distraiga en sus creaturas. De allí que pueda hacer lo que quiera. Como decíamos, se trata de la dimensión práctica de la sabiduría, que no anula en nada la sabiduría teórica, pero sí la perfecciona, porque, en definitiva.
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