Toda acción o decisión pasa previamente por nuestra imaginación, nos proyectamos dentro de nuestro pensamiento por lo tanto ¿cuán importante es el poder de nuestra imaginación a la hora de trazar nuestro camino? ¿Qué pasaría si un día la imaginación desapareciera?
Hablar de crisis e imaginación, como el poder transformador, implica, primeramente, hablar de la palabra crisis. Ella nos alerta de un cambio y es ahí cuando se despierta la potencia de nuestra imaginación para resistir, siendo la imaginación tan importante como el conocimiento, y nuestro cuerpo es el territorio de expresión y sentimiento. Es el cuerpo como mano de obra, como dice Diamela Eltit.
En estas grandes crisis el corazón se rompe o se curte, escribía Balzac en 'La casa del gato jugando a la pelota'. El ingenio es leve, igual que una pluma de ave, pero su envergadura es grande, porque es libre y es importante y también es amplio porque se alarga para llegar muy lejos. La imaginación es una facultad más perezosa que el ingenio.
Son como dos hermanos muy diferentes que viven en el mismo apartamento del alma, como dos gemelos que, siendo iguales, no se parecen en nada.
El ingenio estudia para discurrir, mientras su hermana la imaginación busca la fantasía. Pero se necesitan tanto que, separados, no podrían existir. La imaginación se alza sobre el acantilado de las realidades para pintar el mar. El ingenio compara los brillos del lienzo con los reflejos del agua. El talento mueve los pinceles. Luego, hay espectadores que miran y vuelven a imaginar.
Las crisis suelen ser cambios no deseados, ni siquiera esperados, incluso negados, y en ellas la imaginación, el ingenio y el talento son los mosqueteros capaces de volver el agua a su cauce. Uno de los hombres con más talento en la historia de la humanidad, el persa Avicena, aseguraba que una fuerte imaginación es capaz de generar el acontecimiento. Los sabios confían mucho en el poder de la imaginación, si bien siempre suponen el compromiso previo con el estudio. El estudio, imprescindible, conforma el caldo de cultivo sobre el que pueden brotar más fácilmente, aunque no de manera exclusiva, los liberadores resalvos del ingenio.
En algún libro antiguo vine a leer esta historia, que ya conté otras veces, ocurrida en tiempos del emperador Conrado III (aquél de las guerras entre güelfos y gibelinos). El güelfo Enrique el Orgulloso era entonces duque de Baviera y el emperador lo tenía asediado junto con los suyos en la ciudad de Weinsberg. El duque ofrecía ignominiosos rescates para la rendición acordada, pero
Conrado no transigía con nada, salvo con permitir la salida de las mujeres, a pie, con el honor a salvo y llevando encima cuanto pudieran. La ingente pluma de ave del ingenio voló sobre la ciudad en crisis y, una a una, las mujeres fueron saliendo por la puerta de la muralla llevando a hombros a hijos y a maridos. Hasta el duque salió del asedio subido a la espalda de la duquesa Gertrudis. Cuentan que el emperador quedó tan sorprendido por tanta nobleza de ánimo que lloró de emoción y mitigó desde entonces la violencia contra el duque y contra los suyos tratándolos más humanamente. El duque encontró una salida apoyado en su inteligencia y ejercitando su imaginación.
A buen seguro que la ocurrencia surgió del silencio y la reflexión y, sin duda, estuvo amparada por el talento. Para resolver y superar la crisis no hay más remedio que acercarse al estudio, detenerse junto a los remansos de la reflexión, abstraerse en la transparencia del agua quieta, abrir las ventanas de la abstracción y soltar las ataduras de la imaginación, subir a la balaustrada de las ocurrencias,
exprimir el talento como si fuera un cítrico del que hubiera que extraer el caldo caritativo de las soluciones y compartir. En ningún otro momento, la creatividad de los seres humanos se pone más
en evidencia que en los tiempos de penuria, desastre o recesión. A las crisis hay que detenerlas y arrancarlas (como a la maleza) cuando todavía son fáciles de manejar, cuando no han echado raíces y se han vuelto poderosas y gigantes. Se consigue lo más difícil desde la facilidad, se alcanzan las cosas grandes desde la humildad y los sabios alcanzan la grandeza valorando las pequeñas cosas. Lo esencial es invisible a los ojos, decía Saint-Exupèry, y ciertamente la genialidad consiste en contemplar el mismo paisaje que contemplan todos y pensar aquello que nadie pensó.
Sin duda, estamos inmersos en una gran crisis global. Sin duda, sufrimos una crisis aguda de imaginación. Ya casi nadie estudia. Ya casi nadie duda. Todo se da por conocido. Sin duda, no hay conocimiento. Lo que proponen o afirman los contrarios no puede ser bueno ni verdadero, así que oponiéndose a ello se supone el logro de la razón y de la verdad. Lo que proponen los poderosos es seguido a pies juntillas. Ellos, como aquellos antiguos terratenientes de las vidas ajenas, no pueden equivocarse. Se prefiere cruzar a nado el río antes que ayudar a los contrarios a construir un puente, antes que estudiar las posibles conveniencias, antes de imaginar pasos alternativos, antes que poner en duda lo que proponen los dueños de las llaves y de los techos y de las voces y del futuro enlatado y de los hierros para los puentes. No bastan las buenas intenciones. Sólo las mentes estrechas y las almas corrompidas se congratulan con la fiesta de las buenas intenciones. La imaginación se ha
desviado, el talento se ha puesto al servicio de un nuevo demonio, la innovación se ha salido de su cauce y se ha convertido en inundación. No percibimos soluciones imaginativas a la crisis. Sólo impulsos de la voluntad que se presentan sin el consejo de la razón. Opiniones repentinas, intensas y fortuitas. Tal vez el demonio de Sócrates. Así lo pensaba Montaigne. ¡Qué importante es el estudio para desarrollar un ingenio eficaz! Definitivo no. Pero importante.
Es común encontrar expresiones como, ¡busque la solución, use su imaginación!, y no alternativas
estructurales que en conjunto den cuenta a través de la investigación, de la innovación y del ingenio de soluciones integrales.
Límites de la imaginación
Para dar inicio a esta justificación partamos de la siguiente hipótesis: la imaginación como facultad humana es limitada por el conocimiento, por tanto, inapropiada para la gestión del mismo. O, por el contrario, el conocimiento convierte a la imaginación en una facultad limitada del hombre. Premisas que desmitifican los alcances desbordados hasta ahora de la “imaginación ilimitada”, como panacea de creatividad y de producción de ideas.
En Santo Tomás, podemos observar una clara asimilación entre imaginación y fantasía.
Sin embargo, condiciona el entendimiento de las cosas a la imaginación, lo que evidencia una mayor importancia como potencia humana –en Aristóteles la causalidad es el intelecto- demostrando
claramente la intencionalidad y la importancia de la imaginación en el proceso de comprensión del universo. Se advierte nuevamente en Santo Tomás la preocupación por la reflexión interior –sentidos internos- sin determinar hasta donde es posible la especulación –aparentemente sin límites- de los movimientos imaginativos del ser intelectivo.
Sin embargo, hay una pregunta que para el caso de la imaginación es pertinente, en términos geográficos, dónde empieza y dónde termina el Universo. A través de su historia, la humanidad ha procurado responder a esta pregunta hasta ahora sin resultados positivos.
Posteriormente Hume, retoma a la imaginación. Esta vez para dimensionarla, separándola de la causalidad de los sentidos. Acercándola a la función de formación de imágenes a partir de la formación de ideas, nuevamente los sentidos internos –sentidos de reflexión- son casi inseparables, sólo que esta vez, se ejerce la función de articulación, dinamizando el pensamiento humano.
La dimensión de infinidad, es más notoria en Hume, como quiera que identifica a la imaginación con la libertad, simbolizando todo lo que representa el ser libre de una potencia.
Kant, involucra necesariamente un acto intelectivo, entre la percepción de los objetos y la conciencia del sujeto. La imaginación se forma a partir de la multiplicidad de las percepciones individuales para cada objeto y para cada sujeto -aquí nuevamente los sentidos son la ventana al universo- no se advierte la dimensión limitada del acto imaginativo, lo que sugiere un ilimitado campo de acción del que imagina. Kant define a la imaginación no como una potencia sino como una facultad humana.
La razón fundamental podría partir de la misma facultad de la comprensión del cerebro humano, de la forma como conoce el mundo mediante sus sentidos, de cómo produce las ideas y las comunica a sus semejantes. La explicación a una pregunta de esta trascendencia se queda aún corta con los métodos de las ciencias naturales, sociales y humanas. Y mucho más, cuando a través de la imaginación intentamos encontrar la respuesta, porque incluso ésta se muestra corta y limitada.
Hay un límite en nuestra comprensión del universo, eso es evidente: el desconocimiento. Ni siquiera podemos imaginar dónde empieza y dónde termina el Universo.
El camino inicial del proceso de imaginar o acto de ser de la imaginación es la composición de la idea, como acción del sujeto, que reflexiona sobre la realidad. La idea como unidad del pensamiento, es el punto de partida del intelecto humano, que observa, cuestiona, analiza, sintetiza, explica y comprende las cosas y los hechos del mundo. Un proceso denominado método científico por Descartes. Profundizado y ampliado a partir del pensamiento griego de Sócrates, Aristóteles y Platón, quienes dimensionaron el hábito demostrativo, como la posibilidad humana de conocer la
realidad, o la aprehensión de las cosas universales y necesarias.
Para Aristóteles, la imaginación es el producto de la acción de las facultades internas del hombre, que formaban la phanthasia la fantasía, como potencia imaginativa, donde los objetos se representaban formando una imagen -mas no su esencia- advirtiendo la diferencia entre intelecto, sentidos e imaginación, más adelante precisaría el sentido común, como el cuarto sentido interior.
La intencionalidad humana de conocer el mundo surge a partir del intelecto -formación de ideas- abstrayendo las cosas mediante los sentidos, que forman interiormente la imaginación. Sin embargo, no se advierte la dimensión limitada, sujeta desde luego a las cosas universales.
El pensamiento moderno es el fruto del pensamiento de los filósofos que construyeron nuestra
historia. Las diferentes escuelas de pensamiento se han referido a la Imaginación como una facultad o una potencia humana ilimitada en la composición de imágenes. Sin embargo, cuando intentamos responder la pregunta de nuestro caso, recurrimos a nuestra imaginación y literalmente no podemos imaginarios esa frontera del universo, si lo hiciéramos, la siguiente pregunta sería, qué hay después de esa línea imaginaria, Sí hay algo, como es que no pertenece a este universo. Luego, ni siquiera podría haber nada, porque sería parte del universo. En síntesis, nos quedamos como estábamos al principio, no podemos comprender ni responder esta pregunta; debe entonces existir un límite de la imaginación.
La teoría de la imaginación durante estuvo reservada al campo de la filosofía, Sin embargo, a partir del siglo XX con el surgimiento de la psicología se abre un nuevo espacio de estudio, que va a procurar explicar a la imaginación como una facultad creadora del ser.
Bachelar (1953) como uno de los principales exponentes, sostiene que la imaginación es la facultad humana que sirve para deformar las formas, sugiere un avance significativo entre la potencia y la facultad, entre la razón meramente intelectiva, proponiendo un nuevo campo que dará origen a la especulación del acto creativo, -como acto del hombre- con posibilidades racionalistas, positivistas y críticas que contribuirán a construir el pensamiento del siglo XX.
Esta especulación, dará origen a las teorías del pensamiento creativo -el hombre creativo- donde el hombre viaja en su imaginación para componer imágenes increíbles e innovadoras. Disciplinas y oficios como la publicidad, la administración, la ingeniería, el arte, la arquitectura, encontrarán en el hombre creativo, un hombre de diseño, con posibilidades de aportar soluciones a los problemas del medio.
De acuerdo a lo anterior, la imaginación es limitada por el conocimiento. Si la imaginación es una facultad humana, es limitada por su ignorancia del mundo, que visto de otra manera es limitada por lo que conocemos. Podemos entonces imaginar sólo lo que conocemos, transformado en un número indeterminado de veces. ¿puede ser la crisis de la imaginación?
Un hombre que perseguía mamuts en el periodo paleolítico no podía imaginar un cohete, un misil, y menos un avión; la televisión y ninguno de los inventos modernos. Su imaginario giraba en torno al fuego, la rueda, los fenómenos naturales y su propia interiorización del mundo. (Dretske: 1981)
Es el conocimiento: fundamento y límite de la imaginación. Son las organizaciones las llamadas a la búsqueda incesante del conocimiento. Es el estudio de nuestro entorno el límite en sí mismo.
En síntesis, La imaginación es la facultad humana que permite la abstracción del mundo, limitada por el conocimiento e ilimitada en el numero transformaciones que podemos hacer de él. Más aún, si consideramos que éste, permanente está en desuso, reemplazo, actualización y desvalorización del mismo, podemos presumir que la imaginación está en permanente referencia al conocimiento.
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