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ANALOGIA ENTIS. ANALOGIA CHRISTI

 LA PREDICACIÓN DE LOS NOMBRES DE DIOS

Desde sus orígenes la teología ha reflexionado sobre la valencia significativa del lenguaje humano, con el fin de mostrar la posibilidad de un discurso científico sobre Dios y la racionalidad de la Revelación. La teología escolástica culminó un progreso especulativo asentando la posibilidad de un lenguaje propio sobre Dios —además del simbólico o metafórico—, en virtud de la manifestación de Dios al hombre en y a través de la creación.
Entre los nombres que se atribuyen propiamente a Dios, algunos también se predican propiamente de las criaturas, como ser, bondad, verdad, etc. Santo Tomás enseña que tales nombres —que denominó afirmativos— se predican de ambos analógicamente, porque no hay identidad de razón como en las unívocas, ni completa diversidad como en las equívocas, sino que el nombre significa diversas proporciones respecto a una misma cosa.
Esta doctrina fue comúnmente aceptada por los teólogos católicos hasta la primera mitad del siglo XX, si bien no existía un acuerdo sobre qué género de analogía corresponde a los nombres afirmativos que se predican propiamente de Dios: si a la analogía de proporcionalidad como afirma Cayetano, o a la de atribución intrínseca como sostiene Suárez.
En los años treinta el teólogo calvinista Karl Barth publicó su doctrina de la analogia fidei. En abierta oposición a la doctrina católica, que denominó analogia entis, sostenía que el único fundamento de la inteligibilidad de todo lenguaje acerca de Dios era la misma Revelación. Mediado el siglo XX, el teólogo católico Hans Urs von Balthasar entabló un profundo diálogo con el pensamiento de Barth y asumió, como tesis armónica con la doctrina católica tras ciertas revisiones críticas, el fundamento del lenguaje teológico señalado por la analogia fidei. Por la gran influencia de ambos teólogos suizos en la teología católica contemporánea estamos asistiendo, de un modo más o menos consciente, a una importante revisión de la doctrina escolástica de la analogia entis.
1. LA ANALOGIA ENTIS
(Del latín analogia entis.) Concepto metodológico central en la filosofía católica (Neotomismo, Escolástica, Tomismo, Tomas de Aquino). La analogía del ente implica que todo ser (trátese de un objeto material, de un fenómeno o de una idea) es parecido a otro y, al mismo tiempo, es distinto de él. Partiendo de este principio, la filosofía católica establece la escala jerárquica del ente. Por cuanto en la analogía del ente se considera que lo primario y determinante es la semejanza, la unidad, según la metafísica escolástica (Tomás de Aquino; entre los escolásticos modernos, Erich Przywara y otros), la causa, la fuente inicial de la multiplicidad cualitativa del ente no puede ser más que una fuerza exterior, sobrenatural: Dios, en quien coinciden todas las diferencias. De este modo, en el concepto de analogía del ente se da carácter absoluto a la identidad, a la semejanza de objetos” y fenómenos, mientras que sus diferencias cualitativas se reducen a cuantitativas. Dicho concepto fue introducido en la escolástica medieval. Los escolásticos de nuestros días tienen a la analogía del ente por antípoda de la unidad dialéctica de contrarios
En la tradición de corte aristotélico-tomista, la analogía aparece como el correlato lógico de la metafísica de la participación. Por ello que el primado de la analogía de proporcionalidad o de atribución intrínseca corresponde, en última instancia, a la analogía que expresa el estatuto ontológico de la participación trascendental; y en esta tradición existen dos modos de entenderla: por composición y por semejanza.
2. LA ANALOGIA CHRISTI
En la primera mitad del siglo XX el teólogo calvinista Karl Barth criticó duramente lo que denominó analogia entis. Barth sostiene que el lenguaje analógico es inevitable, porque si las palabras humanas empleadas por Dios para revelarse carecieran absolutamente de sentido y fueran incomprensibles, no habría revelación alguna: todo permanecería tan velado como al principio. Pero, por otra parte, afirma que las palabras humanas, por sí mismas, carecen de capacidad para hablar de Dios, ni tan siquiera de modo analógico, lo que le conduce a rechazar que el conocimiento de la existencia divina y sus atributos puedan sustentarse en la propia ontología de la creación. Para Barth, la relación analógica queda establecida desde lo alto, en la misma revelación divina: es un puro don que tiene su último fundamento real y gnoseológico en el acto de la gracia donada por Jesucristo, plenitud de toda Revelación.
Según von Balthasar, el fin último concreto del hombre es el fin sobrenatural. Por ello, la hipótesis de una naturaleza pura para Dios «es un problema ocioso. Y aquello que no tiene importancia para Dios no debe tener tampoco una importancia real ni siquiera para el hombre» [Von Balthasar 1951: 312]. «El hombre debe limitarse a la experiencia del mundo real: de la naturaleza, así como es en la realidad, y de la imposibilidad de merecer la gracia, imposibilidad real ante esta naturaleza real. Él no debe tener la osadía de erigirse en juez de aquello que es posible e imposible. Aquello que es posible in ordine existentiae (es decir lo que no es contradictorio in terminis dentro de este orden) lo sabe Dios» [Von Balthasar 1951: 367]. Von Balthasar, para explicar la relación entre gracia y naturaleza, traslada entonces la pregunta sobre la posibilidad de la naturaleza pura a la pregunta sobre la distinción entre naturaleza formal y material.
El concepto de naturaleza formal es la creaturalidad como tal, y es el contenido mínimo del concepto de naturaleza material, es decir, de la naturaleza concreta, real. El concepto de naturaleza material —concreto— es el esencial y el dominante, mientras que el de naturaleza formal —abstracto— es una especie de concepto auxiliar que, aun no dotado de un contenido intuitivo, es sin embargo útil para defender el concepto de gracia [Von Balthasar 1951: 300]: la naturaleza formal es el presupuesto de la gracia porque su necesidad debe preceder al hecho de toda revelación. Más la necesidad con la que aparece presupuesta no es una necesidad absoluta, independiente de la decisión soberana de Dios. Y, haciendo propia una tesis clásica de Barth, añade que la revelación es el presupuesto interno de la creación, de modo que la naturaleza concreta queda determinada conforme a la decisión soberana de Dios de revelarse.
Acerca del conocimiento de Dios a partir de la naturaleza formal, von Balthasar afirma que sólo permite demostrar la existencia de Dios, no lo que es Dios; y añade que el teólogo que más se ha acercado a este concepto es santo Tomás, pues «ha hecho que el concepto de naturaleza concreta fuese cada vez más abstracto hasta al límite (por él no conseguido) de la naturaleza pura, por el cual Dios no sería nada más que el principium et finis mundi, cuyo “an sit” sería ciertamente cognoscible, pero no su “quid sit”» 








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