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FILOSOFÍA DE LO ABSURDO. ALBERT CAMUS

 

Nace cuando el filósofo y escritor francés argelino Albert Camus, partiendo del movimiento existencialista se aparta de esa línea filosófica al publicar su manuscrito El mito de Sísifo, una de sus mayores obras filosóficas. También se relaciona con «El extranjero», obra del mismo autor. La filosofía del absurdo está vinculada al existencialismo, aunque no debe ser confundido con éste (hay quienes la consideran un hipónimo de nihilista).

La filosofía del absurdo o absurdismo es la corriente filosófica que se ocupa de la naturaleza de «el absurdo» y de cómo responder a este una vez el individuo es consciente de él. El absurdo es el conflicto entre la búsqueda de un sentido intrínseco y objetivo a la vida humana y la inexistencia aparente de ese sentido. Se suelen ofrecer tres soluciones al absurdo: el suicidio, la religión o la simple aceptación del absurdo. Sin embargo, Albert Camus resalta la tercera opción debe priorizarse sobre las demás, dado el absurdo habrá de seguir incluso si las dos primeras alternativas son llevadas a cabo. El mito griego de Sísifo suele asociarse al absurdismo: los dioses castigan a Sísifo a empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo. El absurdismo considera la vida moderna como un hecho no menos absurdo que el castigo de Sísifo.

Cuando un filósofo busca discutir temas como la libertad humana, la autenticidad, el compromiso y las relaciones interpersonales, su tratamiento es inevitablemente abstracto y expresado en términos

de conceptos generales o universales. Para Camus, la literatura es una forma de explorar estos problemas en términos de acciones, predicamentos, opciones y acciones individuales. De esta manera, distintos temas que han sido tratados de manera abstracta y general, pueden expresarse de manera concreta y se pueden materializar como expresión dramática.
Un aspecto que ha llamado la atención sobre la trayectoria de Camus es el fuerte conflicto con el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, el cual surgió a partir de la publicación de El hombre rebelde. Sartre se había vuelto cercano al comunismo, y aunque nunca fue parte del Partido Comunista, estaba comprometido con un proyecto que combinaba el existencialismo y el marxismo.
Se le ha atribuido la conformación del pensamiento filosófico conocido como absurdismo, si bien en su texto «El enigma» el propio Camus reniega de la etiqueta de «profeta del absurdo». Se le ha asociado frecuentemente con el existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a él. Pese 
a su alejamiento consciente con respecto al nihilismo, rescata de él la idea de libertad individual.
Formó parte de la Resistencia francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó con los movimientos libertarios de la posguerra. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad».
A través de sus escritos, Camus explora la condición humana de aislamiento dentro de un universo que llega a parecer ajeno, el extrañamiento del ser humano hacia sí mismo, el problema del mal y la fatalidad de la muerte. Se considera que su pensamiento representa la desilusión de los intelectuales en la época de la posguerra. Sin embargo, aunque entendía el nihilismo de muchos de sus contemporáneos, defendía valores como la libertad y la justicia. En sus últimos trabajos, esbozó un humanismo liberal que rechazaba los aspectos dogmáticos del cristianismo y el marxismo. El hombre siempre se encuentra en una «condición absurda», en «situaciones absurdas». Camus afirmó en 1956, en una entrevista publicada por Le Monde: «No creo en Dios, es verdad. Y, sin embargo, no soy ateo. Incluso me siento inclinado, con Benjamin Constant de Rebecque, a ver en la irreligión algo de vulgar y de…, sí, de deteriorado».
Absurdismo
Esta idea del absurdo presupone que el ser humano busca un significado del mundo, de la vida humana y de la historia, el cual sustente sus ideales y valores. Se desea la seguridad de que la realidad es un proceso teleológico inteligible, que contiene un orden moral objetivo. Puesto en otras palabras, se busca una certeza metafísica de que la vida es parte de un proceso inteligible direccionado a un objetivo ideal, y que detrás de los valores personales se encuentra el sustento del universo o de la realidad como totalidad.
Los líderes religiosos y los creadores de sistemas y visiones del mundo metafísicos han tratado de saciar esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no se sostienen ante la crítica. El mundo se revela, para un ser humano sensible, sin ningún propósito o significado determinado. El mundo no es racional. De ahí surge el sentimiento del absurdo (le sentiment de l’absurde).
La filosofía de la revuelta
Camus tenía una fuerte preocupación por la libertad humana, la justicia social, la paz y la eliminación de la violencia. El ser humano se puede revelar contra la explotación, la opresión, la injusticia y la violencia, y por el mismo hecho de su rebeldía afirma los valores en cuyo nombre se vuelve rebelde. Una filosofía de la revuelta, por lo tanto, tiene una base moral, y si esta base es negada, ya sea explícitamente o en nombre de cierta abstracción como el movimiento de la historia, lo que comienza como rebeldía y expresión de la libertad, se torna en tiranía y en la supresión de ésta Para Camus, al igual que la rebeldía, toda acción política debe tener una base moral sólida.
Estaba convencido de que el sentimiento del absurdo, tomado por sí mismo, puede ser usado para justificar cualquier cosa, incluido el crimen o el asesinato. “Si uno no cree en nada, y nada tiene sentido, si no podemos encontrar ningún valor, todo está permitido y nada es importante […]. Uno es libre de atizar el fuego crematorio o dar la vida al cuidado de los leprosos”.
El acto de creación 
Para Camus, la creación es una forma de rebeldía humana contra el absurdo. El artista pretende reformular el mundo y dotarlo, a través del estilo, de la coherencia y la unidad de las que carece. Para esto, selecciona fragmentos de la realidad y los combina libremente, lo cual crea en el arte ciertos valores que no existen de manera constante en el mundo, pero que el artista percibe e intenta rescatar del flujo de la historia.
Camus sostenía que Hegel había propiciado el pensamiento nihilista al considerar la historia como una reconciliación entre lo singular y lo universal. Así, la historia dejó de ser considerada como única fuente de valores. Camus cree que esta reconciliación se da de manera más clara en el arte, dado que la exigencia de la rebelión es, en gran medida, una exigencia estética. Camus proclama que el goce absurdo por excelencia es creación, y cita a Nietzsche: “El arte y nada más que el arte. Tenemos el arte para no morir de la verdad” Hay en Albert Camus una clara vocación por comprender la sociedad de su tiempo y el absurdo de la existencia humana. Ensayos como El mito de Sísifo y El hombre rebelde son trabajos insoslayables para una reflexión en profundidad sobre las contradicciones del mundo en que vivimos, no han perdido vigencia y por el contrario muchas de las reflexiones allí contenidas mantienen su vigor.
Afirma el escritor y ensayista argentino Carlos Penelas: “En el momento de su muerte se encontró en su porta documentos el manuscrito inconcluso de la novela que estaba escribiendo El primer hombre, una verdadera joya por cierto”.
Obras de teatro como Estado de sitio y Calígula son lúcidos alegatos contra el despotismo, también los cuentos de volúmenes como El exilio y el reino.
Los artículos publicados por Camus en el periódico Combate durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, dan cuenta de la complejidad de las tramas de poder y la imprescindible necesidad de nuestra especie de asumir una rebeldía esperanzada, una resistencia solidaria, con los oprimidos y explotados de toda latitud. Sus escritos son un lúcido llamamiento a que, según sus propias palabras, no permitamos ser convertidos en víctimas, pero tampoco nos transformemos en verdugos.
La filosofía del absurdo es una corriente filosófica que sostiene que la vida carece de sentido y propósito, y que los intentos humanos de encontrar significado son inútiles. A continuación, se presentan algunos ejemplos de obras literarias y teatrales que reflejan esta filosofía:
«Esperando a Godot» de Samuel Beckett: esta obra de teatro sigue a dos personajes que esperan la llegada de un tal Godot, sin saber quién es o por qué están esperando. La obra se caracteriza por su falta de trama y por el hecho de que los personajes parecen estar atrapados en una situación sin salida.
«El extranjero» de Albert Camus: la novela cuenta la historia de un hombre que vive en una sociedad que considera absurda y sin sentido. El protagonista no siente empatía ni conexión con los demás, lo que lo lleva a cometer un acto irracional
«La náusea» de Jean-Paul Sartre: la novela cuenta la historia de un hombre que experimenta una
sensación de náusea ante la falta de sentido de su propia existencia. El protagonista se da cuenta de
que todo lo que lo rodea es falso y que la vida no tiene ningún propósito.
«El proceso» de Franz Kafka: la novela sigue a un hombre que es acusado de un delito que no ha cometido, y que se encuentra atrapado en un sistema burocrático absurdo e irracional. La novela es un ejemplo de cómo la sociedad puede ser incomprensible y absurda.
«La metamorfosis» de Franz Kafka: la novela cuenta la historia de un hombre que se despierta un día convertido en un insecto. La obra explora temas como la alienación y la falta de sentido en la vida.
Estas son solo algunas de las obras literarias y teatrales que reflejan la filosofía del absurdo. A través de ellas, se puede ver cómo esta corriente filosófica ha influido en la literatura y en el arte en general, y cómo ha sido una forma de expresión para aquellos que sienten que la vida carece de sentido.
La filosofía del absurdo no tiene una orientación social definida, sino que se enfoca en la condición humana en general y en la falta de sentido y propósito de la vida. Sin embargo, algunos filósofos del absurdo han sido influidos por las circunstancias sociales y políticas de sus tiempos, y han utilizado esta filosofía para cuestionar las estructuras sociales y políticas existentes.
Camus fue un crítico del totalitarismo y del autoritarismo en todas sus formas, y defendió la libertad individual y la responsabilidad personal. En su obra «El hombre rebelde», Camus argumenta que la revuelta es una respuesta natural a la opresión y a la injusticia, pero también sostiene que la violencia y la destrucción no son una solución viable.
Otro filósofo del absurdo, Jean-Paul Sartre, se involucró activamente en la política y fue un defensor del socialismo y del comunismo. Sin embargo, más tarde se alejó de estas ideologías y se centró en la libertad individual y en la responsabilidad personal. En su obra «El ser y la nada», Sartre sostiene que el individuo es libre de tomar sus propias decisiones y que es responsable de sus acciones, pero también afirma que la libertad individual puede ser una carga pesada y que puede llevar a la angustia existencial.
En resumen, aunque la filosofía del absurdo no tiene una orientación social específica, algunos de sus principales exponentes han utilizado esta filosofía para cuestionar las estructuras sociales y políticas existentes y para defender la libertad individual y la responsabilidad personal.
El absurdo es un sistema filosófico que tiende a ver la existencia como, bueno… absurda. Al igual que otras filosofías como el nihilismo, se basa en la teoría de que la vida no tiene significado y que la búsqueda de alguno siempre estará en conflicto con el hecho de que no lo hay.
Muchos filósofos o figuras notables se refieren a esta búsqueda inútil como el Absurdo. Vivimos sobre una roca flotante que gira en el espacio junto a otras rocas que calientan la nuestra e influyen en las olas de nuestros océanos. Es todo un poco salvaje. Todo nuestro cerebro anhela respuesta o alguna apariencia de orden, y parece como si al universo no necesariamente le importara y pudiera estar ausente de este significado deseado.
Se dice que el absurdo comenzó en el siglo XIX después de un filósofo danés llamado Soren Kierkegaard, pero más tarde se hace referencia a Albert Camus como el padre de este sistema.
“Nunca serás feliz si continúas buscando en qué consiste la felicidad. Nunca vivirás si buscas el significado de la vida”. —Albert Camus
Verá, el absurdo no es tan diferente del existencialismo o el nihilismo, sino que parece centrarse un poco más en el deseo conflictivo de significado y la falta del mismo. Se siente un poco menos optimista que los existencialistas, pero no tan obviamente deprimente como los nihilistas. Se lucha 
por liberar el deseo de buscar y comprender la existencia y el universo. Se siente humano seguir estas curiosidades incluso si no significan nada.
"El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es". —Albert Camus
La filosofía del absurdo o absurdismo está basada en la inexistencia del significado predeterminado y absoluto del universo respecto al hombre; todo esfuerzo de los seres humanos por conocer el origen del Universo Se caracteriza por su condición escéptica frente a los principios de la vida y la creación del mundo, asegurando que la existencia no tiene un sentido y que tampoco hay un destino marcado, por lo que todos los seres humanos tenemos derecho a la libertad y a trazar nuestro propio camino.
El absurdismo está vinculado al existencialismo, aunque no son movimientos idénticos. El filósofo y escritor francés Albert Camus fue el impulsor del absurdismo después de alejarse del movimiento existencialista. Pueden encontrarse los fundamentos de esta teoría filosófica en algunas de sus obras, tales como «El extranjero«, donde el autor afirma que toda vida es insignificante y que su valor depende exclusivamente del que los seres humanos le den. De este modo la existencia se trata de un ciclo constante que se repite de forma inútil, movido por la tradición más que algo auténtico y absolutamente diferente a lo conocido.
Esta teoría se volvió popular después de la Segunda Guerra Mundial, y muchos filósofos existencialistas se apoyaron en ella; posiblemente la razón de esto sea que la tristeza que dejó la guerra a su paso, generó un gran escepticismo en torno a la vida de las personas, y la única forma de continuar viviendo fue tomando una postura de lo efímero para evitar que esa desazón se volviera aún más intensa.
Normalmente se tiene la concepción de que la filosofía es una disciplina consagrada a contestar preguntas y cuestiones como “qué es la vida”, “qué sentido tiene” y “por qué estamos aquí”. Pero Albert Camus tenía clara la respuesta: la vida es un absurdo, no tiene absolutamente ningún significado y el universo es totalmente indiferente a nuestras preguntas existenciales.
Camus va a llamar absurdo a la distancia que media entre la búsqueda de un sentido por parte de los seres humanos y la absoluta indiferencia del universo ante esta cuestión. El absurdo es la búsqueda de significado a algo que, simplemente, no lo tiene. Dicho de otra manera: la vida humana es intrascendente para el universo enorme que la rodea.
Todas las grandes acciones y todos los grandes pensamientos tienen un razonamiento irrisorio. Las grandes obras nacen a menudo a la vuelta de una esquina o en una taberna. Y lo mismo lo absurdo. El mundo absurdo extrae su nobleza, más que ningún otro, de este nacimiento miserable.
El absurdo y el suicidio
Según Camus, hay diversas formas de reaccionar ante el absurdo de la vida. La primera es aquella
que se ve rebasada por este absurdo vital que siente como una cárcel: la vía del suicidio.
La pérdida del supuesto sentido individual de la vida, que para unos es su trabajo, para otros un ser querido o la salud es motivo suficiente para poner fin a la vida. Si aquello que es nuestra razón de vivir se va, se convierte en nuestra razón de morir.
El absurdo y la existencia de las religiones
Otra forma de reaccionar ante el absurdo de la existencia es lo que Camus llama “el suicidio filosófico”. Del suicidio filosófico surge la idea de que existen otros mundos metafísicos, mundos como el cielo de los cristianos, mundos en los que nos reencarnamos, etc. Que, en cierto modo, nos liberan de pensar que esta vida presente es en vano y sin significado. Mata la tensión que vivimos en la vida presente.
Entre las ideas metafísicas también incluyó las utopías como el comunismo, a la que llamaba “religión sin Dios”. Dicho sea de paso, Camus fue expulsado del partido comunista en el que militaba tras exponer esta teoría.
“Todas las morales se fundan en la idea de que un acto tiene consecuencias que lo justifican o lo borran. Un espíritu empapado de absurdo juzga solamente que esas consecuencias deben ser consideradas con serenidad. Está dispuesto a pagar. Dicho de otro modo, si bien para él puede haber responsables, no hay culpables. Todo lo más consentirá en utilizar la experiencia pasada para fundamentar sus actos futuros”.
Camus ve en el suicidio una forma acertada (consecuente), aunque algo cobarde, de encarar el sinsentido de nuestra existencia.
La vía de la aceptación
Para Albert Camus, aceptar sin más que la vida es absurda, que no tiene significado en el vasto universo donde vivimos y, aun así, vivir con entusiasmo, con pasión, generando obras de arte, disfrutando… es la única forma de estar en este mundo. El absurdo no tiene por qué ser un calvario, sino que también cabe la posibilidad de que sea algo redentor. 
En cualquier caso, para Camus resulta inconcebible que podamos llegar a construir un sentido de la vida antes de aceptar que no lo tiene. Una aceptación que, por otra parte, nos debería disuadir de tal empeño, lo que supondría una conciliación con nuestra propia naturaleza. En sus palabras “Del absurdo he obtenido tres consecuencias: mi rebeldía, mi libertad y mi pasión. Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era invitación a la muerte…”
El mito de Sísifo cuenta que el mismo Sísifo (Prometeo para la mitología griega) fue castigado por Zeus por robar el fuego de los dioses y dárselo a los hombres. Su gran astucia le procuró un castigo eterno consistente en que Sísifo debería cargar una enorme piedra colina arriba hasta la cima de una montaña. Una vez que la piedra llegaba a lo alto, volvía a caer y Sísifo comenzaba de nuevo a subirla, una y otra y otra vez con idéntico resultado; así toda la eternidad. Con este mito, Camus quiere mostrar lo fútil y vacua que es la vida humana, basaba en repetir ciclos (comer, dormir, trabajar) En realidad, todos somos Sísifo.










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