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LA EMOTIVIDAD 1

 

La relación inicial que el ser humano tiene con la realidad es, además de sensible, de naturaleza afectiva. El niño pequeño no sólo es capaz de sentir la realidad (el frescor del agua, el sabor de la leche materna, el olor de la hierba), sino también de captar en ella determinados valores: peligrosa, interesante, amable, odiosa, que, a diferencia de los animales, no son estimúlicos Zubiri. Se trata de un aspecto cognoscitivo que no es ni puramente sensible ni puramente inteligible, sino de carácter existencial porque se refiere a nuestras vivencias de la realidad.

Desde el punto de vista de los fenómenos de conciencia puede decirse que la afectividad pertenece a un tipo particular. Si la conciencia sensible es de objetos particulares y la inteligible de objetos universales, la conciencia afectiva no es fundamentalmente de objetos, sino de la misma subjetividad. Y, sin embargo, no puede decirse que se trate de una conciencia reflexiva, puesto que no es posterior a la vivencia; coincide con ella. En cierto sentido es semejante a la conciencia de dolor o placer. Por eso puede denominársela conciencia reflexiva originaria Millán-Puelles. Hay, sin embargo, una diferencia importante entre el dolor y los fenómenos afectivos: el objeto de la conciencia no es la pura subjetividad, sino el yo en tanto que afectado por su relación con la realidad.

Tan estrecha relación entre subjetividad y realidad lleva a pensar que, en los fenómenos afectivos, junto a la intención de la realidad, se da una inclinación subjetiva, y ambas constituyen una unidad inseparable. Es verdad que la afectividad se refiere siempre a algo real o considerado como tal, pero se trata de algo que es juzgado así por el sujeto en cuanto se siente inclinado a hacerlo: si no 

tuviéramos una inclinación a defender la propia vida, no sentiríamos la realidad como peligrosa, y sin una inclinación a ser estimados, no sentiríamos ira cuando nos creemos insultados injustamente. En definitiva, la emoción no es un concepto (el de perro, vuelo en avión, etc.), sino una intención que se refiere a la relación tendencial entre realidad y subjetividad.
1. Descripción de las emociones
Por no ser conceptos, las emociones no pueden ser definidas mediante un género y una diferencia específica; todo lo más, pueden ser descritas fenomenológicamente. Una descripción posible de emoción es la siguiente: «manifestación de la conveniencia o disconveniencia de la realidad respecto de la subjetividad que tiende» [Malo].
Esta descripción capta el aspecto común de las emociones. Las diferencias estribarán en el modo en que se determine la conveniencia o falta de conveniencia, pues una y otra admiten una multiplicidad de matices dependiendo, por ejemplo, del tiempo. Así, la disconveniencia respecto del presente puede sentirse como tristeza, envidia, odio, y la conveniencia, como alegría, enamoramiento; la disconveniencia respecto del pasado puede sentirse como remordimiento, vergüenza, etc., y la conveniencia, como nostalgia o reconocimiento; la disconveniencia respecto del futuro puede sentirse como miedo, angustia, y la conveniencia, como espera y esperanza.
Las emociones, a pesar de la gran variedad de manifestaciones con que se presentan, tienden siempre a la realidad. Por ejemplo, el miedo no es jamás una idea abstracta, sino algo concreto: se refiere tanto al sujeto que siente miedo como a la realidad que lo atemoriza. El miedo de ser atropellado por un coche, no es el mismo que el de ser suspendido en un examen, ni el miedo del suspenso de fulano es igual al de mengano. En un caso y otro, se habla de miedo porque se siente la realidad como peligrosa, sea esta el ser atropellado sea el suspenso.
En la descripción de las diferentes emociones hay que tener en cuenta, por tanto, la inseparabilidad de la subjetividad que tiende y la realidad. Ni las tendencias ni la percepción de la realidad explican, por sí solas, las vivencias emocionales. A menudo, las tendencias se encuentran en el origen de la conveniencia o falta de conveniencia con que se presenta la realidad (el miedo al suspenso, por ejemplo, puede depender de la tendencia a la estima, a la autoestima, etc.), pero las tendencias no muestran si la realidad es conveniente o no, ya que ellas carecen del conocimiento de la misma. Solo a través de la percepción sensible y, sobre todo, del conocimiento inteligible es posible saber cuándo la realidad a la que se tiende es conveniente o no; así, para juzgar si el suspenso es algo negativo, se deben conocer las consecuencias de éste.
a) La percepción de la realidad a la que se tiende, implica que, en las vivencias emocionales, no se da realidad alguna sin participación de la intimidad subjetiva. En efecto, la realidad experimentada emocionalmente no es ni una inclinación indeterminada ni una objetividad abstracta, sino una realidad vivida mediante los actos de conocimiento relativos a las tendencias. En definitiva, en las vivencias emocionales percibimos la conveniencia o disconveniencia entre los contenidos de la 
realidad y la orientación de nuestras tendencias. Lo que explica, por ejemplo, el mayor o menor grado de profundidad de los sentimientos: algunos alcanzan los estratos más hondos de la interioridad, como sucede en las experiencias excepcionalmente decisivas que no dependen solo de este o aquel hecho sino del propio modo de ser que se siente amenazado o interpelado.
b) El encuentro entre una subjetividad que tiende y la realidad destaca la unión que, en las emociones, existe entre dos realidades distintas. Dicho encuentro confiere a las vivencias el carácter de presente. El tiempo de las emociones, a diferencia del de las pulsiones, no se experimenta como proyección hacia el futuro en que el encuentro se realizará, sino como unión en el presente, por lo que cualquier vivencia emocional, independientemente de la temporalidad en que se coloca su objeto, es experimentada como presente. Por ejemplo, aunque el miedo de ser suspendido se refiere a un posible evento en el futuro, el peligro del suspenso es percibido en el presente; si no, no se habla de miedo. Las vivencias emocionales son la respuesta que en cada momento se da a las preguntas implícitas en las tendencias [Arnold 1960].
2. División de las emociones
A la hora de clasificar las emociones hay que tener en cuenta, por tanto, los elementos que las constituyen, es decir, los tipos de realidad y de tendencias.
Por lo que se refiere a las tendencias, estas se hallan arraigadas en la estructura somático-psíquico-espiritual y participan en mayor o menor medida de esos elementos de la persona. En efecto, el ser humano no sólo es un viviente en relación con el mundo, sino que también es consciente de su unidad psicológica o yo y de sus relaciones con los demás. De la conciencia del yo dependen dos grupos de tendencias: las del yo individual y las de la transitividad, gracias a las cuales el hombre es capaz de auto-trascenderse planteándose cuestiones cada vez más radicales hasta alcanzar el origen y fin de sí mismo, o sea es capaz de interrogarse acerca del sentido de su vivir. Puede establecerse, pues, una división de las tendencias humanas en tres grandes grupos: 1) tendencias de la vitalidad (supervivencia, nutrición, sexual); 2) tendencias del yo (posesión, poder, estima y autoestima); 3) tendencias de la transitividad (solidaridad, amistad, amor humano, trabajo, creatividad) [Lersch 1966]. No hay que perder de vista, sin embargo, que estos tres tipos de tendencia corresponden siempre a una misma persona que es única e irrepetible.
Además de la clase de tendencia, es necesario también tener presente el tipo de dinamización tendencial que está en el origen de las emociones. Con la expresión “dinamización tendencial”, me refiero al modo en que la tendencia ―inicialmente en estado potencial― se actualiza, es decir, encuentra el objeto adecuado. En la dinamización de algunas tendencias (como en la nutritiva y reproductiva) hay siempre un elemento fisiológico; en otras (como en la de estima o poder) no, pues la dinamización de éstas no es en origen orgánica.
De acuerdo con las dos características fenomenológicas ya vistas y con el tipo de dinamización, pueden determinarse cuatro tipos de emociones: 1) sentimientos corporales; 2) emociones propiamente dichas o tendenciales; 3) sentimientos espirituales; 4) estados de ánimo.
2.1. Sentimientos corporales
Los sentimientos corporales pueden ser descritos como vivencias espontáneas de la corporalidad. Puesto que estos sentimientos se encuentran ligados al dinamismo de la corporalidad, la subjetividad puede experimentar a través de ellos todo lo que es favorable o perjudicial para la vida orgánica. Los sentimientos corporales fundamentales son las sensaciones del propio cuerpo.






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