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LA SOCIEDAD DE LAS PRISAS

Individual y socialmente, necesitamos una nueva cultura del tiempo. Debemos reorientar las pautas y creencias que hemos heredado en relación con las prisas.

El tiempo es la medida del cambio, afirman los científicos. El tiempo es oro, decían nuestros abuelos. Tiempo es libertad, decimos los transeúntes del siglo XXI… Todas estas cosas y muchas más confluyen en ese don intangible y a la vez tan presente en nuestras vidas.

Los filósofos modernos afirman que el tiempo es una medida de la felicidad. Así, sin paliativos. Para Platón, era la imagen móvil de lo eterno. Mientras los artistas completan la frase: es la vasija que permite la creación. Y algunos escépticos se limitan a decir: pasa y no vuelve. Todos tienen razón y, pese a ello, no logran dar una definición total y absoluta de ese misterio que esconde la vida, la sucesión de un universo de horas inalcanzable en sus vaivenes, en su semejanza a un viento que empuja a veces, otras acarician y siempre mueve el mundo sin pedir permiso. Cada amanecer, cada crepúsculo, señala los ritmos de la naturaleza y nos ayuda a medir los minutos, los días; una forma inocente de pretender abarcar lo inabarcable, de ponerle nombre a lo efímero, de descubrir que ese laberinto indescifrable guarda el secreto de la Vida y de nuestra propia vida. La sencillez del tiempo es una mampara que oculta su complejidad. Es imposible vencerlo, guardarlo, almacenarlo… 

Los ecologistas dicen que es un recurso no renovable. Los poetas aman las horas demoradas y describen sin prisa el amor. Algunos adoran el silencio y agradecen el mutismo del tiempo. Otros, en cambio, persiguen la luz y aguardan impacientes la llegada de los amaneceres. Los místicos se asoman al lado íntimo de las horas y nos recuerdan que el alma no lleva reloj. En cualquier caso, el eco de ese flujo permanente está insertado en cada una de las células de nuestro cuerpo, contribuye a construir el trazo de nuestras vidas, envuelve los hechos con la medida exacta del placer y el dolor. Nos modela como un escultor maneja la materia prima.
ESCRIBIMOS LA VIDA EN EL TIEMPO Y NOS ARRIESGAMOS A HIPOTECARLO CUANDO LLEGA LA LLAMADA DE LAS PRISAS
Pero existe un algo interior, una vocación de libertad, que nos permite a los humanos manejar a nuestra vez el tiempo. Es la fuerza de la vida que transportamos, la búsqueda del equilibrio que requieren mente cuerpo, la vocación de crear y vencer al caos, la capacidad de nombrar lo que ocurre, también de ponerle nombre a las épocas, intervalos, vaivenes que construyen nuestra historia.
Y así, forcejeando con lo que se impone y los sueños, abrazamos el instante, dialogamos con los relojes, y sometemos la fragilidad de nuestras vidas al proyecto de hacerlas mejores, de dejar una huella feliz a nuestro paso por el mundo, de superar el vértigo de una muerte inevitable haciendo de cada existencia una obra de arte.
Escribimos la vida en el tiempo y nos arriesgamos a hipotecarlo cuando llega la llamada de las prisas: el trabajo, el dinero, el éxito… nos impulsan a correr. En ese difícil equilibrio vamos tejiendo, paso a paso, la urdimbre de unas existencias retadas a auto organizarse. Tenemos necesidad de acercarnos a los otros, de escuchar, compartir… Y también de disponer de recursos materiales, de ir creciendo profesional y humanamente. Aparece entonces la aceleración por hacer, por querer estar en todo, verlo todo, experimentarlo todo… Y olvidamos que la mayor experiencia es el encuentro en paz con uno mismo y con las personas queridas.
En esa carrera, estamos perdiendo el alma, que se mueve despacio. Nuestra biografía acaba sepultada por los lemas de la sociedad: producir, comprar, vender… El asombro que sentíamos de niños da paso al ansia de poseer, de controlar, y nuestra atención se desplaza hacia el territorio de la conquista, llega a ir más allá de los límites.
Individual y socialmente, necesitamos una nueva cultura del tiempo. Comenzar introduciendo pequeños cambios en la vida diaria es, sin duda, una buena forma de contribuir a la transformación cultural, social y ecológica que requieren nuestras sociedades. Cada cambio, cada ocasión en la que acoplamos nuestro ritmo al de la naturaleza (y a nuestra propia naturaleza), es una brecha por la que
entra una luz nueva al sistema. Necesitamos con urgencia acoplar nuestras conductas individuales y colectivas a los límites y posibilidades del entorno natural que es nuestro hábitat. También a los ritmos que marca nuestro cuerpo, frecuentemente forzados por los vaivenes de la vida diaria. Ojalá entre todos consigamos reorientar las pautas y creencias que hemos heredado en relación con las prisas, el éxito y la calidad de vida.
En una sociedad con “tecnoestrés” e “hiperiluminada” hemos olvidado un aspecto clave en la salud física y mental: el descanso nocturno. Jana Fernández, Máster en Fisiología del Sueño y autora del libro ‘Aprende a descansar’ y de podcasts sobre bienestar y descanso, señala la importancia de dormir suficientes horas y en condiciones adecuadas. La higiene del sueño sería un aspecto más del autocuidado, como la adecuada alimentación y practicar deporte. La falta de sueño afecta a las capacidades cognitivas de niños, adolescentes y adultos, porque está implicado en funciones como aprender, asimilar y recordar.
“Dormir es una función fisiológica esencial. Durante el sueño se produce todo un proceso de limpieza de nuestro cerebro. Es cuando consolidamos la memoria y el aprendizaje y se equilibra nuestro sistema nervioso, por ejemplo, para tener una buena salud mental. Por la noche crecemos y se regeneran los tejidos, porque es el momento en el que segregamos mayor cantidad de hormona de crecimiento y se fortalece la respuesta inmune del organismo”. Sin embargo, advierte la autora, nos hemos acostumbrado a vivir entre pantallas de luz azul bajo luz artificial, a un ritmo frenético que le resta horas al descanso, confiando en el viejo mito de recuperar el sueño perdido durante el fin de semana.
VIVIR CON PRISA, UN CÍRCULO VICIOSO QUE GENERA ESTRÉS Y ANSIEDAD
Los problemas derivados del uso excesivo de las pantallas y las tecnologías están cada vez más relacionados. Según la Organización Mundial de la Salud, son la pandemia del siglo XXI
La sociedad del siglo XXI es la de la inmediatez. El tiempo es un bien cada vez más escaso y, por eso, cada vez se vive más rápido e intentando desarrollar el mayor número de tareas posibles al mismo tiempo. La consecuencia, problemas de estrés y ansiedad cada vez más generalizados. Frente a esta tendencia global, cada vez más colectivos apuestan por prácticas como la gestión eficiente de los horarios laborales o reducir el uso de las nuevas tecnologías.
Cada día millones de personas arrancan su jornada corriendo, con una agenda programada al segundo porque de lo contrario, es imposible llegar a todo. Hubo un tiempo en el que el sol y la luz marcaban los ritmos de vida, el amanecer y el atardecer condicionaban las horas de trabajo y de descanso. Ahora, en cambio, hay otra luz que nunca se apaga y que abre un mundo entero de posibilidades. Es el imperativo de la elección. "Tenemos mil opciones para cualquier cosa, mil elecciones que hacer. En ese sentido, cuando hay muchas opciones a veces es difícil no querer abarcar todas o llegar a todas. Entonces se vive en esa vorágine de querer cumplir con todas las expectativas y aprovechar al máximo todas esas opciones que se tienen", declara la socióloga Celia Marcén.
Adaptación de las nuevas tecnologías
Para sostener este ritmo de vida, parece que las nuevas tecnologías son el mejor aliado: "Nos han vendido, o se nos quiere vender, que están para facilitarnos la vida y poder dedicar más tiempo a las cosas que realmente nos interesan. Pero realmente, lo que vemos es que a la vez que se incorpora más tecnología a nuestras vidas, con más prisas y corriendo vamos a todas partes, y menos llegamos a las tareas. En muchos casos, se tiene una sensación de vacío por percibir que se hacen muchas cosas y que se vive muy estresado; es correr para nunca llegar", aclara la socióloga.
Y no solo hablamos, comemos y trabajamos más rápido; también lo contamos a gran velocidad. El tiempo es un bien escaso, y por eso, la publicidad se enfrenta a un doble reto: pelear por la atención de los consumidores y gestionar su impaciencia. En Wanatop, una agencia de marketing digital con sede en Zaragoza, por esa atención cada día. Alberto Jiménez, CEO de la compañía, coincide en que hay que ser muy rápido para vender un producto: "Hay que hacerlo en los cinco primeros segundos porque YouTube fuerza a que no se puedan esquivar. En el tiempo que va de los cinco segundos hasta los 15, seguramente no se vaya a ver muy bien. Y lo que hay más allá de esos 15, tiene que ser una gran producción, muy bien hecha, para poder llamar la atención, que no es lo normal"

ADAPTACIÓN DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Para sostener este ritmo de vida, parece que las nuevas tecnologías son el mejor aliado: "Nos han vendido, o se nos quiere vender, que están para facilitarnos la vida y poder dedicar más tiempo a las cosas que realmente nos interesan. Pero realmente, lo que vemos es que a la vez que se incorpora más tecnología a nuestras vidas, con más prisas y corriendo vamos a todas partes, y menos llegamos a las tareas. En muchos casos, se tiene una sensación de vacío por percibir que se hacen muchas cosas y que se vive muy estresado; es correr para nunca llegar", aclara la socióloga.
Y no solo hablamos, comemos y trabajamos más rápido; también lo contamos a gran velocidad. El tiempo es un bien escaso, y por eso, la publicidad se enfrenta a un doble reto: pelear por la atención de los consumidores y gestionar su impaciencia. En Wanatop, una agencia de marketing digital con sede en Zaragoza, por esa atención cada día. Alberto Jiménez, CEO de la compañía, coincide en que hay que ser muy rápido para vender un producto: "Hay que hacerlo en los cinco primeros segundos porque YouTube fuerza a que no se puedan esquivar. En el tiempo que va de los cinco segundos hasta los 15, seguramente no se vaya a ver muy bien. Y lo que hay más allá de esos 15, tiene que ser una gran producción, muy bien hecha, para poder llamar la atención, que no es lo normal".
Jiménez añade que se trata de adaptar el contenido. "Van buscando los trozos exactos que puede que interesen al público", señala. "Además, estamos haciendo videos subtitulados para que la gente pueda verlos en el trabajo, porque está con varias pantallas a la vez", añade. Todo esto ha hecho que las empresas y las marcas "tengan que repensar la forma en que se comunican", desglosa el CEO.
Entre la dopamina y el estrés
Queremos todo y lo queremos ya. El 'multitasking', o multitarea, es una de las capacidades más apreciadas hoy en día, en un afán constante por abarcar varias actividades al mismo tiempo y, así, exprimir al máximo el reloj. La sociedad del siglo XXI es la de la inmediatez, y la exigimos tanto para comprar cualquier cosa en la otra punta del mundo y que mañana llegue a la puerta de casa, como para conocer a alguien especial y mantener una relación sentimental.
Acumular 'likes' o 'matchs' nos gusta, nos hace sentir bien. La explicación está en la ciencia. "Cuanta más dopamina recibimos, más felices nos sentimos. La fabricamos con actividades gratificantes y cuanto más inmediata sea la gratificación, antes recibimos nuestra dosis de dopamina y nuestro cerebro se queda tranquilito, pero rápidamente nos pide más y más. Sería asimilable a una adicción", explica Lola Sobrino, psicóloga de ASAPME.
Hemos aprendido a vivir deprisa, y por eso, hoy en día estamos enseñando a vivir a toda velocidad. Según la socióloga Celia Marcén, es algo que se remonta a la infancia: "Desde muy pequeñitos nos han enseñado, y estamos enseñando, que nos debemos diferenciar de los demás en base a competir, a demostrar nuestras capacidades y habilidades. Y eso, al final, se traslada a todos los ámbitos de la vida". 
Antes de la irrupción pandemia provocada por la COVID-19, la Organización Mundial de la Salud 
señaló que el estrés y la ansiedad iban a ser la pandemia del siglo XXI. Pero es importante puntualizar: el estrés, en su justa medida, no tiene por qué ser perjudicial. "Es la respuesta que tiene el organismo cuando una persona se enfrenta a una demanda del medio de la índole que sea, y el individuo siente que no tiene capacidad suficiente para hacerle frente.  Aunque bien es cierto, añade, que pueden generarla. "Empieza a ser perjudicial cuando crea una tensión interna y cuando afecta a la hora de conciliar el sueño, a nuestro descanso, a no poder disfrutar de las cosas que tenemos". recalca la médica Belén Morata, responsable Unidad de Rehabilitación Cardíaca.
PLANIFICACIÓN Y HÁBITOS SALUDABLES
Ante un ritmo insostenible, cada vez más personas apuestan por rutinas y hábitos saludables en busca del bienestar personal. Y para eso, la conciliación de la vida personal y profesional es clave. para reducir estrés. "La optimización del tiempo, y la gestión de los horarios de trabajadores, niños, los abuelos que tienen que cuidar a los niños, debe hacerse para todo el mundo, de forma transversal", explica Ángel Largo.
Hace nueve años, Alberto Jiménez decidió que ese era el camino y por eso creó su propia agencia de marketing, Wanatop, en la que hoy trabajan 40 personas. No tienen horario de entrada o salida fijados, sino reuniones en momentos concretos de la semana. "El marketing digital está muy relacionado con horarios que se alargaban durante todo el día, llamadas fuera de horario, jornadas partidas, incluso era normal trabajar un ratito los fines de semana", resume. Y, reconoce que una de las cosas que más presión y estrés le generaba era, "el hecho de tener una tarjeta y tener que fichar con una puntualidad inglesa a la entrada; por supuesto a la salida podías salir todo lo tarde que tú quisieras". 
El cambio lo ha trasladado a todo su equipo y para conseguir ese efecto, además del tiempo, dice, es importante la gestión del espacio, con entornos cómodos, multifuncionales y que generen bienestar. "Después de todo lo que hemos pasado, la oficina y el entorno en el que estás trabajando también es un valor emocional que le da dimensión a tu trabajo. Por eso, constantemente estamos decorando o cambiando la equipación. para que los empleados vengan que venga a trabajar a la oficina se sientan más a gusto", describe Alberto.
'LA SOCIEDAD DE LAS PRISAS'
Existe un tiempo de la naturaleza, de ciclos naturales, de estaciones, de ritmos de la vida, que es un tiempo compartido entre el cosmos y el ser humano, así ha sido durante cientos de miles de años. Nuestra herencia genética, nuestra herencia cultural profundamente anclada en nuestro cerebro, se ha amoldado a tales tiempos, se ha construido basándose en esos ritmos apropiados a un tiempo cósmico, del cual nuestra especie tan solo ha formado parte una ínfima fracción de su duración. El tiempo cósmico, natural, se está quebrando en nuestras percepciones a favor de tiempos artificiales, con consecuencias de las que apenas conocemos los síntomas. Ni siquiera podemos prever todavía las enfermedades que nos causará tan brutal giro en el ritmo de nuestra vida. El pausado y humanizado tiempo de los pueblos se ha ido disolviendo poco a poco, acelerándose en los últimos siglos y décadas, hasta llegar al vértigo deshumanizado de las urbes del siglo XXI, diseñadas no para convivir, ni para vivir, solo para sobrevivir. Se trata de maximizar y rentabilizar el tiempo del trabajo. Todo se convierte en un tiempo mecánico, donde no hay pausa, más que las regladas para que rindas más. Incluso el entretenimiento, el ocio, se ha vuelto vertiginoso, queremos todo rápido, todo ya, e importa la cantidad no la calidad. Porqué ver una ciudad en una semana, disfrutar de su cultura, su historia y sus gentes, descubriendo pausadamente esos lugares encantados ocultos al turismo de masas, cuando podemos ver cinco o diez ciudades en ese tiempo, y con ello aparentar estar en muchos lugares. Lugares que no dejan huella, convertidos en otro tránsito más, solo útiles para fingir haber estado allí. Importan las instantáneas subidas a Instagram de esos lugares que no dejan huella, porque no nos importan más que como marco a nuestros egocéntricos selfies. Imágenes que parodian emociones que han dejado de ser reales.

'La aparición de las máquinas de fabricar tiempo virtual (teléfono, radio, televisión, pantallas de video) dio muerte a aquel tiempo cósmico, y produjo un tiempo muerto, el de nuestros tiempos nihilistas'. Michel Onfray
El tiempo mecánico nos ha vampirizado de tal manera que se ha convertido en una moneda falsa, tan voluble como el Bitcoin. Nuestro tiempo cotiza en una bolsa de valores que no controlamos. Suben, bajan, ajustan el valor del tiempo que antaño nos pertenecía. Saborear el tiempo es antagónico a la prisa. Lo es en el amor, lo es en la amistad, lo es en la familia, debería serlo en el trabajo, en la educación, en la crianza de los hijos, en el goce, en todo aquello que aporta un poco de sentido a la frágil existencia. Creamos nuevos espacios de (des)encuentro, donde la impostura, el disfraz, es lo común. Consecuencia natural de la desnaturalizada prisa de las pantallas, El arte, la belleza, el amor, la amistad, la conversación, los afectos, la compasión, la simpatía, todo aquello que merece la pena, que nos proporciona sentido, que da valor a lo que no tiene precio en nuestras vidas, son semillas que necesitan de los ritmos de un tiempo natural para germinar La vida, sus experiencias, necesitan ser masticadas, saboreadas, no engullidas a toda prisa. Pero ahí estamos, corriendo al ridículo tiempo del nuevo running de moda, del amanecer al anochecer tan deprisa como podemos. Quizá sea por el miedo que tenemos a pensar qué estamos haciendo con nuestra vida, o quizá simplemente nos hemos convertido en meros engranajes más de ese tiempo mecánico que nos cronometra hasta la respiración, y nos ha convertido en la lamentable sociedad de las prisas.











 

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