La filósofa estadounidense Susan Neiman, que dirige desde el año 2000 el Einstein Forum en Potsdam, acaba de publicar ‘Izquierda no es woke‘ (Debate, 2024), una defensa de la izquierda ilustrada y una crítica a los enemigos de la razón. Más que criticar al movimiento ‘woke’ –que se niega a definir porque lo considera incoherente– su libro defiende aspectos de la Ilustración que considera que están en peligro: desde el universalismo de los valores a la noción de progreso o la idea de que la razón es emancipadora y no un instrumento de dominación como sugieren sus críticos.
Hay siempre un debate sobre lo que es exactamente lo woke. Una definición breve podría ser «política de la identidad desde la izquierda», es decir, la politización de unas identidades concretas que son esencializadas.
En primer lugar, no uso el concepto de política de la identidad. Creo que está mal y tenemos que dejar de usarlo. Yo uso tribalismo. Pero ese es solo uno de los problemas de lo woke. Hay otros dos problemas en los que creo que lo woke se acerca a una visión reaccionaria y que abordo en el libro, que es la distinción entre justicia y poder y la cuestión del progreso humano. Creo que son más importantes que la cuestión de la identidad, pero son menos atendidas. En segundo lugar, no creo que sea posible definir lo woke, porque es un concepto incoherente. Una de las razones por las que escribí el libro era para explicarme eso. Lo woke se construye sobre una base de emociones muy de izquierdas (estar del lado de los oprimidos, corregir los errores del pasado), con las que estaba y estoy de acuerdo.
El problema es que las emociones están completamente separadas de las ideas. Y se usan ideas muy reaccionarias.
Hace décadas, esencializar a la gente («los blancos son así», «los negros son de esta manera», «las mujeres de esta otra») era algo reaccionario, pero hoy es progresista. Cita una frase de Benjamin Zachariah: «La autoesencialización y el autoestereotipo no solo están permitidos, sino que se consideran emancipadores».
Creo que tiene que ver con algo que estoy investigando para otro libro. Hemos pasado de identificarnos con el héroe como el sujeto de la historia a identificarnos con la víctima. El héroe es activo, nadie es un héroe solo por sufrir. Pero en los últimos setenta años nos hemos centrado en la víctima. Es una corrección, era algo positivo al principio. Siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores. Y las víctimas de la historia quedan fuera de la historia. Y a mitad del siglo XX nos dimos cuenta de que estábamos dejando fuera de la historia a mucha gente. Y hubo individuos que comenzaron a sentir que no debían rechazar su condición de víctimas, e incluso comprobaron que había incluso ventajas materiales al identificarse como miembro de un grupo históricamente oprimido.
«La distinción entre justicia y poder y la cuestión del progreso humano son más importantes que la cuestión de la identidad, pero menos atendidas»
¿Qué ocurrió a mitad del siglo XX para que se produjera ese cambio? ¿Es consecuencia del movimiento anticolonial o poscolonial?
Creo que hubo dos causas, una el anticolonialismo y el otro el Holocausto, que pusieron a la víctima en el centro. Igual que muchas cosas, la gente quería corregir un error y una ausencia (la falta de víctimas en el relato histórico) pero se pasaron de la raya. Alemania es un ejemplo de esa «sobrecorrección» con respeto al Holocausto.
Quien quiere identificarse como víctima es porque espera algún tipo de reparación. Y esto es algo que solo puede ocurrir en una democracia. A nadie se le ocurriría exigir el estatus de víctima en una dictadura totalitaria.
Es cierto, pero creo que no es un proceso tan consciente. Sí, hay individuos que se posicionan como víctimas para obtener beneficios, Una de las cosas que cambió mi opinión fue convertirme en una conferenciante prominente en cuestiones sobre el antisemitismo e Israel y Palestina desde una perspectiva de una judía de izquierdas, que es algo común en Israel y en EE.UU. pero muy poco común en Alemania. Ha pasado también en EE.UU. con el racismo Estoy leyendo mucho a Franz Fanon, y en uno de sus ensayos dice: «No soy esclavo de la esclavitud que deshumanizó a mis antepasados».
«El problema es que las emociones están completamente separadas de las ideas»
Es un debate parecido al de una película reciente, American fiction, pero tengo entendido que el libro de Percival Everett es mucho mejor. Curiosamente, si no hubiera estado viviendo tanto tiempo en Alemania habría visto la película y me habría gustado, pero habría estado más nerviosa sobre mi propia posición en el establishment cultural. Habría estado más preocupada. Pero ahora que los alemanes me han llamado nazi… la veo con otros ojos.
Su libro, más que una crítica a lo woke, es una defensa de la Ilustración.
Puedes cuestionar eso, pero hay una tradición que yo reivindico, que comienza en la Ilustración, y que creo que hemos perdido hoy. Es verdad que ha habido muchos críticos de la Ilustración durante

mucho tiempo, en el siglo XX especialmente, Adorno y Horkheimer con Dialéctica de la Ilustración, un libro un poco deslavazado… Me sorprendió que fuera un libro que atrajera tanto a la izquierda. Pero su importancia fue sobre todo en Alemania a finales de los 60. Lo que sí que trascendió más allá fue la teoría poscolonial. La primera vez que escuché una crítica a la Ilustración fue con el término «eurocéntrico», me acuerdo exactamente que fue en 2006. Estaba escribiendo un libro en defensa de la Ilustración desde otra perspectiva. Me pareció una crítica tan estúpida que pensé que ni merecía la pena preocuparse, pensé que desaparecería pronto. Porque fueron precisamente los pensadores de la Ilustración los primeros en avisar de la necesidad de ver el mundo desde una perspectiva no europea…. Y me parecía importante preservar estos valores y criticar la idea de que la razón es un instrumento de dominación, que está en Adorno y Horkheimer, pero también en Foucault, los pensadores poscoloniales. Piensan que podemos deshacernos de la razón, que es un concepto occidental, y centrarnos solo en la «posicionalidad».
«Conozco a mucha gente confundida sobre lo que significa ser de izquierdas hoy»
Carl Schmitt es otro de los pensadores que analiza en el libro. Dice una cosa interesante: «Schmitt sugiere que conceptos universalistas como la humanidad son invenciones judías […] El argumento está peligrosamente cerca de la tesis contemporánea de que el universalismo de la Ilustración disfraza intereses europeos particulares».
Se critica a Kant por sus opiniones racistas puntuales pero se obvia que el pensamiento central schmittiano es básicamente nazi. La idea más célebre de Schmitt es que las categorías básicas en política son las de amigo y enemigo. Me encanta que Adorno criticó esto como algo infantil, porque lo es. Una parte de la fascinación de la izquierda por Schmitt tiene que ver con su fascinación con la voluntad política, la política sin límites, cierto autoritarismo. Pero creo que lo que gusta realmente es su crítica a la hipocresía liberal. Es la idea de que el liberalismo realmente no consigue lo que se propone. Su crítica del imperialismo británico y estadounidense. La izquierda alaba que critique eso. Pero sigo sin entender la fascinación. Organicé un simposio precisamente sobre eso, sobre por qué a la izquierda le fascina Carl Schmitt. Y fue muy gracioso porque atendió más gente que nunca a las

conferencias. La prosa de Schmitt es hipnótica, pero de una manera distinta a la de Foucault o Judith Butler, que es una prosa densa e imposible, son pensadores que agitan las aguas para que parezcan profundas. Schmitt tiene una capacidad de atracción diferente, porque su prosa es muy simple. Basta con pararse a analizar su tesis de amigo y enemigo, que es de una simpleza asombrosa y resulta casi infantil, pero lo dice con tanta autoridad… Toda su obra es así, llena de pronunciamientos contundentes. Y uno piensa que no debe ser tan sencillo, que debe haber algo detrás más complicado. Y por eso creo que se considera uno de los pensadores alemanes más profundos.
Hay varios factores que explican esta mayor desesperanza actual en la izquierda. Una es el fin del socialismo real en 1991. Para mucha gente de izquierdas, tras la caída de la URSS, cayó toda posibilidad de aplicar una idea de justicia social global. También influyó mucho, para los pocos que lo leyeron en su momento, la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer. Pero sobre todo Foucault: todo lo que crees que es un paso adelante y un progreso es en realidad una forma de dominación sutil. Y esto es algo que se traslada al debate público y a los medios.
«Me preocupa la libertad de expresión, pero sobre todo me preocupa que el debate se está planteando de manera errónea»
EL VICTIMISMO MANIPULADOR
El victimismo es a veces un arma de doble filo. Hay personas que eligen cronificar su posición de víctimas porque descubren que les aporta más beneficios que costes.
El victimismo manipulador está presente en muchos tipos de personalidad. Así, es común que aparezca, por ejemplo, entre los narcisistas, entre quienes están especializados en el chantaje emocional e incluso entre los que hacen uso de esta conducta para sacar algún beneficio.
La víctima, de uno u otro modo, siempre está salvaguardada de la crítica ajena. Además, cuenta con la compasión y la comprensión de muchos, haga lo que haga. De hecho, quien se atreve a cuestionar los actos de una supuesta víctima pasa por insensible o desalmado.
El victimismo es, por tanto, en muchos casos, una estrategia que representa más beneficios que problemas.
Esta condición permite contar con una especie de inmunidad por la cual todo lo que dicen es verdad, todo lo que hacen es bien intencionado, todo lo que piensan es legítimo. Ahora bien, en más de un caso, ese victimismo calculado, consciente o inconscientemente, encubre un claro chantaje.
Las víctimas auténticas y la justificable atención
Hay, por supuesto, situaciones reales de victimización como cuando alguien ha sido objeto de un abuso, o de un exceso, sin que tuviera la posibilidad de reaccionar.
• Por ejemplo, si una persona es asaltada en la calle o maltratada por otro que ostenta un poder al que no puede enfrentarse: el poder de un arma, de un uniforme, de un cargo, etc.
• Ese tipo de situaciones originan una condición objetiva de victimización. Ahora bien, dicha condición no es eterna, ni tiene por qué ser un sello que la persona lleve a donde vaya.
• Después de salir de la situación de impotencia concreta, seguir en el papel de víctima es una opción, no una realidad inapelable.
Algo es cierto: la víctima demanda atención, cuidado, apoyo y afecto. Necesita de esa dedicación y de esa comprensión para salir de su estado de conmoción y vulnerabilidad. Eso no tiene ninguna discusión.
El victimismo como posición existencial
Lo que sí se presta a debate es el victimismo como posición existencial. Que un hecho traumático se convierta en la carta de presentación eterna. Y no precisamente para dar testimonio de un hecho execrable, sino para ganar privilegios que de otra manera no se obtendrían.
Es el tipo de personas que hacen de sus sufrimientos, cuidadosamente expuestos, un currículum viviente.
En otros casos más graves, algunos creen que el haber sido víctimas en una situación les da una patente de corso para odiar o hacer daño a los demás. De hecho, estudios como el llevado a cabo por el doctor Richard J. McNally, de la Universidad de Swansea, analizan lo que se denomina como “imperio del trauma”.
Es decir, lo creamos o no, hay personas que asumen y cronifican la condición de víctima porque han descubierto que, alimentando ese estado, obtienen muchas más ganancias.
Reconociendo el victimismo manipulador
Hay algunas señales que dan cuenta de este círculo de manipulación que establecen quienes hacen del victimismo su forma de vida. Las principales son:
*El victimista no pide directamente lo que desea, sino que envía mensajes imprecisos en forma de queja o lamento.
Por ejemplo, te dicen de pronto: “Nadie sabe cuánto me costó haber llegado hasta aquí”. Entonces no sabes si quiere que le reconozcas el mérito, si te está reclamando porque a ti no te costó lo mismo, o si quiere que le ayudes para algo en particular.
*Te sientes más o menos culpable cuando estás con esa persona. Cada conversación que tienes con ella te deja la impresión de ser responsable de algo, pero no atinas a definirlo. Hay una tristeza o un malestar impreciso contigo mismo.
*El victimista es también receloso y desconfiado.
Frecuentemente te alerta sobre malas intenciones en los otros y justifica sus malas acciones en su pasado de sufrimiento. De hecho, puede acusarte de insensibilidad o desidia si acaso le críticas.
*Es capaz de hacer grandes sacrificios por otros, sin que estos se lo pidan. Hará gala de ello.
Cuando alguien exhibe esos rasgos, estamos frente a una persona que ha asumido el rol de víctima frente a la vida.
¿Cómo actuar ante el victimismo manipulador?
Estudios como el llevado a cabo por la Universidad de Berkeley en el 2008 revelan la clara necesidad de profundizar en la figura de la víctima y el victimismo. Así, algo que debemos tener claro es que tras este perfil está la infelicidad. Aún más, lo que hay en muchos casos es la clara dificultad para cerrar el ciclo de su experiencia traumática.
Necesitan por tanto de nuestra comprensión, pero también de nuestra sinceridad. La mejor manera de ayudar a alguien así es diciéndole afectuosa y directamente lo que opinamos de su actitud. No hay que caer en su juego, no hay que ceder. Sin embargo, tampoco podemos actuar con desprecio o alzando corazas con las que intensificar su cabe sus comportamientos.
El victimismo es la huella de la baja autoestima. Es la herida mal sanada que, en ocasiones, busca ser el centro de atención para maquillar su soledad y su malestar. El único modo de acabar con esas dinámicas es lograr que esa persona solicite ayuda profesional.
Una víctima siempre merecerá nuestro respeto, pero en el momento en que haga uso de la victimización para obtener refuerzos y beneficios lo que demanda es asistencia psicológica para lidiar de forma adecuada con su realidad personal.
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