Las respuestas a las grandes incógnitas del placer no siempre son aparentes. ¿Por qué entonces complicarnos la vida tratando de explicarlo?
¿Por qué tenemos qué justificar nuestro placer? Me hice esta pregunta hace un par de semanas cuando vi por primera vez El viaje de Chihiro, cinta de Studio Ghibli y ganadora del Oscar a la Mejor Película de Animación en el 2003. Solo hasta que comenzaron a correr los créditos caí en la cuenta de que no había entendido de qué se trataba. Pensé que por estar distraído me perdí la explicación. A los días volví a verla y tampoco supe qué pasó, pero no cabía duda de que, al igual que la primera
vez, la había disfrutado. ¿Cómo se disfruta algo que no se entiende? Así fue como comencé a echar cabeza y me encontré con las tantas cosas que me gustan y que no entiendo, y reflexioné sobre la presión para justificar el placer (con los demás y con uno mismo) y la importancia de desligarse de esa carga.
¿Han sentido esa explosión de emoción cuando leen un poema, ven un cuadro que les gusta o cuando revienta su canción favorita en una discoteca? Bueno, en la psicología del arte y algunas ramas de la filosofía, se le conoce a este proceso como experiencia estética. Este término describe el proceso que surge de la relación especial entre una persona y un objeto, en el cual el objeto cautiva la atención de la persona hasta hacer que otros objetos a su alrededor pierdan relevancia. Los investigadores de este campo describen tres características que distinguen la experiencia estética de otros fenómenos o estados mentales. Primero, la persona debe comprometer su atención con el objeto hasta perder conciencia de su alrededor, después debe valorar al objeto para elevarlo de sus usos cotidianos, y finalmente esto genera intenso sentimiento de unidad con el objeto. Esto puede ocurrir inconscientemente, sobre todo cuando no entendemos al objeto del todo.
Es aquí donde encuentro algo interesante. En muchos aspectos la curiosidad y el deseo de entender el mundo ha sido lo que nos ha permitido evolucionar y desarrollarnos como especie. ¿Por qué entonces disfrutamos de lo que no comprendemos? Además, estamos en el periodo de la historia donde estamos más y mejor educados que en cualquier otro y donde la información es más accesible que nunca. Existen foros de internet, videos en YouTube, libros en PDF, cursos gratuitos y conversaciones con extraños en redes sociales que nos pueden acercar más a entender lo desconocido.
¿Por qué quedarnos con las cosas a medias? Para intentar responder a estas cuestiones parafraseo a Oscar Wilde, que escribió que la gente tiene una curiosidad insaciable por saberlo todo, excepto lo que es importante. En mi opinión, esta frase puedo analizarse desde dos perspectivas. En primer
lugar, que la búsqueda del placer es un deseo incluso más potente que aquel de satisfacer una curiosidad insaciable, y en segundo, que es inútil querer saberlo todo, y que por el contrario deberíamos enfocarnos en conocer lo que nos es verdaderamente valioso. El que todo abarca poco aprieta, dirían mis abuelas.
Por eso me parece importante distinguir entre explorar e investigar sobre aquellas cosas que nos gustan. La exploración es el primer acercamiento hacia lo desconocido, donde lo reconocemos e indagamos sobre ello, después cuando investigamos nos metemos de lleno para descubrirlo a fondo.
Por ejemplo, a mí me gusta escuchar música en idiomas que no conozco: city pop japonés, samba brasilera y pop rock alemán. Cuando lo hago me veo deambulando por Tokio o eufórico en un karaoke en Berlín, cuando escucho samba y cierro los ojos estoy disfrutando de la brisa en una terraza de Rio de Janeiro. Cuando descubro un género o un grupo que me gusta, mi primer y único objetivo es explorarlo casi desesperadamente, como un cartógrafo que hace un trazo preciso de la ruta hacia el disfrute. ¿Por qué querría entender las letras? ¿Se imaginan después de pasar cien niveles en Duolingo o de clavarse un buen rato en Google Translate, darse cuenta de que la letra es una vaina bien triste o peor aún: bien aburrida? No gracias.
El placer es ese cúmulo de sensaciones y expresiones positivas que forman nuestro goce, alegría y disfrute, y que nos hace sentir bien y felices. Para John Locke, filósofo inglés del siglo XVII, el placer se aprende y se reconoce únicamente por la experiencia de lo que sentimos. Mi experiencia estética con El viaje de Chihiro nació de mis intereses, aunque no pudiera notarlo a primera vista, fue como reflejo automático, algo que no hubiera podido percibir si no la hubiera visto con los ojos de mi contexto específico, conocemos lo que disfrutamos tras experimentarlo, de resto es un acto de fe
Hay algo místico en encontrar placer en objetos ajenos a nuestro entendimiento, especialmente en aquellos que no podemos explicar. Pienso concretamente en la astrología y la religión Ambas son un conjunto de creencias a las que se asocian comportamientos, costumbre y también ritos. Al mismo tiempo, ambas se remontan a tiempos antiguos y nos han ayudado a pilotear mejor la experiencia de vivir. ¿Qué sería del buen creyente sin la certeza de que todo pasa por una razón, que todo sigue a un plan mayor y divino? ¿Qué mejor herramienta para navegar las incertidumbres de las relaciones humanas que una carta astral? Para las personas que creen en ellas, estas certezas traen paz y bienestar. No solo es inútil, sino además cruel que personas que no son religiosas o que no creen en eventos celestes, cuestionen a los que sí pidiendo explicaciones sin estar abiertos a considerarlas. Saberse pequeño ante lo inmensidad de lo desconocido es liberador.
El placer también está asociado a la culpa, y esto se recrudece más cuando va en contra de lo socialmente aceptado. Como sociedad ejercemos tremenda presión en las personas que tienen deseos o gustos diferentes
Ahora entiendo que son nuestros intereses, lo que hemos vivido y nuestro placer acumulado nos llevan de la mano hacia otras cosas que podrían gustarnos. Al final, nos conocemos más de lo que nos damos crédito. Disfrutar de algo que no entendemos no debería hacernos sentir mal, ni perezosos por no hacer el esfuerzo de investigar, al contrario, deberíamos estar abiertos a explorarlo y aprender de ello.
Aunque caigamos en muchos lugares comunes, no somos nuestros clichés. Así como existe el
ejecutivo de traje bespoke amante del anime y El viaje de Chihiro, existe el cura, que por mucho que confíe en Dios, se asegura que no vengan carros antes de cruzar la calle, existe también la astrologa piscis que conociendo todas las constelaciones y todos los movimientos celestes se empecina en hacer funcionar su relación con un capricornio. Es importante aceptar que las cosas pasan por que sí (o que no pasan porque no), que ocurren porque hay un plan superior y que simplemente no es de nuestra incumbencia saber cómo funcionan algunas cosas. ¿Qué enamorado preferiría ser una estadística o la inclinación particular por el coctel de hormonas de otra persona y no la media naranja de la persona amada? Para relajarnos el en placer de la ignorancia se necesita tener fe, dejar de obsesionarse con buscar respuestas y enfocarnos en disfrutar la experiencia.
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