No somos las mismas personas entre el día y la noche. El
ritmo diario, desde el sueño hasta la vigilia, es solo un ritmo
circadiano. Si miramos profundamente en el cuerpo humano, encontramos
ritmos circadianos dentro de cada hormona, cada sustancia química cerebral, en
casi todas las enzimas e incluso en los microbios que habitan en nuestro
intestino. Los ritmos circadianos en diferentes conjuntos de neuronas
producen un ritmo diario de hambre y saciedad. De manera similar, los
ritmos circadianos en diferentes células en nuestros cerebros y cuerpos
orquestan los ritmos de las funciones corporales subyacentes al comportamiento,
la fisiología, la inmunidad y el metabolismo. Cuando estos ritmos están en
sincronía óptima, nos mantenemos saludables y nuestro cerebro sigue siendo
creativo.
La razón por la que tenemos los ritmos circadianos es permitir
que cada órgano funcione de manera óptima durante varias horas y luego pasar
por el descanso, la reparación y el rejuvenecimiento. Cuando los ritmos se
rompen, no solo nuestros cerebros y cuerpos no logran un rendimiento óptimo,
sino que tampoco se reparan lo suficiente. Entramos en una espiral
descendente que finalmente resulta en muchas enfermedades, como depresión,
ansiedad, aumento de peso, diabetes, presión arterial alta, colesterol alto,
enfermedad de hígado graso, reflujo ácido, ataque cardíaco, cáncer, enfermedad
de Alzheimer, etc.
¿Cómo se generan estos ritmos, y cómo están vinculados a los
tiempos de nuestro mundo exterior? Vuelve a lo básico, a nuestros
genes. Así como nuestro código genético determina lo que hace cada gen, un
código circadiano le dice a cada uno de nuestros genes cuándo encenderse o
apagarse. En cierto sentido, en cada hora del día estamos programados para
usar una combinación óptima de genes para desbloquear el máximo rendimiento en
nuestro cerebro y cuerpo. La orquesta circadiana de nuestros genes que da
lugar a una salud óptima es uno de los descubrimientos más profundos en la
investigación biomédica moderna.
La buena noticia es que, aunque no podemos cambiar nuestro
código genético, estamos a cargo de nuestro código circadiano. Los hábitos
diarios simples pueden tener un profundo impacto en el momento en que se
activan o desactivan miles de genes. El programa de tiempo diario de cada
gen está, en última instancia, vinculado a dos señales principales del mundo
exterior. Células especiales en nuestros ojos detectan constantemente
cuánta luz azul está a nuestro alrededor y le dicen a los relojes maestros en
nuestro cerebro cuando se rompe el día y cae la noche. Del mismo modo,
nuestra primera y última calorías del día indican al resto de nuestro cuerpo
cuándo anticipar la comida y acelerar la función de nuestro intestino, hígado,
músculo, riñón y otros órganos, para digerir y nutrir nuestro cuerpo.
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