El ego y el tiempo
El presente se mueve continuamente entre los recuerdos y los proyectos, por tanto, entre el pasado y el futuro; ambos carentes de entidad.
Cuando uno es joven tiene más proyectos que recuerdos; cuando uno es viejo tiene más recuerdos que proyectos; o se vive más en el futuro, que todavía no existe, o en el pasado, que ya no existe.
El presente es pues un espacio vacío lleno de pasado y de futuro.
Vivo el presente
<>recordando el pasado,
<>proyectando el futuro,
<>decidiendo el presente, según la lectura
que el pasado hace del futuro,
<>decidiendo el presente, según la lectura que el proyecto futuro hace del pasado.
El momento presente es una vasija vacía en la que
se mezclan y se articulan los patrones del pasado y los proyectos del futuro.
Los efectos del pasado en el ahora, eso es la
propia historia, eso conforma al ego y ese es el fundamento de la propia
identidad. El peso de mi energía es el pasado. Eso es el sustrato de mi ego y
de mi identidad.
Los aciertos y los fracasos, los remordimientos,
las rebeliones, los resentimientos, los recuerdos, eso es el peso del pasado.
Las inquietudes, las ansiedades,
las tensiones y los miedos, los proyectos, eso es
el futuro. La conjunción de ambos es el ego y la propia identidad.
Mi identidad, mi individualidad es ese paquete que
no existe más que en mi mente porque ni el pasado ni el futuro existen. Esa
individualidad mía se identifica con mi cuerpo.
Mi individualidad, mi identidad, está presente sólo
como lectura del pasado desde los efectos del pasado, para proyectar el futuro.
El presente no tiene otro valor que el de tránsito
del pasado al futuro. No tiene valor en sí. En el presente se intenta transitar
de la carencia, la frustración, el fracaso y el resentimiento a la salvación.
En el pasado y en el futuro preponderan los
patrones, paradigmas, concepciones, recuerdos, figuraciones, proyectos. Por
tanto, prevalecen los conceptos y representaciones -es decir, las ausencias-,
sobre las percepciones, que son las presencias.
Necesitamos del pasado para tener una identidad y
del futuro para tener la esperanza de salvación. Pero el pasado no existe, por
tanto, tampoco la identidad; el futuro tampoco existe, ni la salvación que
vendría con él.
Cuando la atención se centra en el presente, no hay relectura de los datos desde el pasado para proyectar el futuro; no hay ni recuerdos ni proyectos.
Cuando no hay ni recuerdos ni proyectos, no pesan
los efectos del pasado y cesa el influjo de la fuerza espiritual. Si eso
ocurre, no hay ego, ni identidad, ni individualidad. Priman las percepciones
mentales y sensitivas, que son presencias, sobre los recuerdos y proyectos, que
son siempre conceptos, patrones, representaciones, ausencias.
Cuando se impone la atención mental y
sensitiva, que es presente, no hay individualidad ni identidad; se está en el cuerpo,
pero sin identificarse con él. La razón es patente: lo que no tiene ni
identidad ni individualidad no puede identificarse con el cuerpo.
La atención al presente y a la percepción, crea el silencio del pasado y del futuro y, con ello, la distancia de la identidad fundamentada en el ego
El ego es un paquete de patrones de
interpretación y valoración que derivan de un conjunto de recuerdos que generan
proyectos. Los patrones son patrones de objetivación porque los recuerdos y sus
derivados, los proyectos, son figuraciones, objetivaciones.
Los constitutivos del ego, pues,
son distancias, (toda objetivación es un distanciamiento), sustituciones, (una
representación sustituye a lo que representa), ausencias (la
figuración y la representación crean la ausencia de lo representado porque
ocupan la mente sin dejar espacio para lo real).
El ego, en cuanto contrapuesto a los
objetos, es sólo un manojo de patrones de lectura y de proyección. Es un
paquete de patrones para crear proyectos al servicio de un viviente.
Esos patrones de percepción, objetivación y
proyección son efecto de miles de actos de una cadena de vivientes que se
pierde en un pasado sin principio y que se entrecruzan, en un nudo único, el
ego.
Esos patrones son efecto del pasado, pero existen y
operan en el presente, porque el pasado ya no existe, proyectando el futuro.
El complejo de patrones es hijo de un pasado
desaparecido y apunta a un futuro por llegar.
Cada ser humano es un conjunto de patrones de
lectura, concreto y único. Es un software exclusivo, resultado de un cruce
único de causas, en un cuerpo viviente concreto.
El ego es sólo patrones, conceptos, coordenadas de
interpretación, figuraciones; todo del orden de la representación, por tanto,
del orden de las ausencias.
El ego no existe en el pasado, pero recuerda un
pasado y se identifica con él.
No existe en el futuro, pero lo proyecta y se
identifica con esa proyección. Identificándose con el pasado y con el futuro,
se identifica con algo que no existe.
El ego hace del pasado y del futuro entidades
reales y se identifica con ellas; pero no son entidades reales, son
representaciones, sustituciones, ausencias. Así resulta que la identidad del
ego está vacía.
El ego, al identificarse con el pasado y con el
futuro, que son representaciones y ausencias, bloquea el presente como
presencia y percepción y hace de la percepción una pura interpretación y
objetivación desde el pasado en función de los proyectos del futuro. La
identificación con la propia historia y con los proyectos vacía el presente de
realidad.
El pasado vacío, que llena el
presente de representaciones y figuraciones futuras, es el ego.
El presente, que sólo existe como
recuerdo del pasado y como proyecto del futuro, y que está vacío de presencias,
es el ego.
El futuro que todavía no existe y
que sólo existe como proyecto, es el ego.
El pasado como recuerdos que
determinan los patrones de interpretación y valoración, el presente como
lugar del recuerdo, de la presencia del programa de lectura y de creación de
proyectos, y el futuro como proyectos, forman el tiempo, todo
él conceptos, interpretaciones, figuraciones, ausencia de percepciones mentales
y sensitivas directas. Ese tiempo de patrones, representaciones y proyectos es
el ego. El ego es un tiempo psicológico, porque el tiempo físico es espacio y
movimiento.
¿Pueden formarse conceptos y figuraciones mentales sin tiempo? No, porque los conceptos y figuraciones son formas y las formas requieren del espacio y del tiempo, aunque sólo sea el tiempo sin principio ni fin, que llamamos la eternidad, o el espacio sin límites, que llamamos el infinito.
El ego y el tiempo excluyen a la pura percepción
mental y sensitiva porque la pura percepción mental y sensitiva olvida los
efectos del pasado y los proyectos del futuro, porque olvida las
representaciones y los proyectos, -que son ausencias, para volverse al
presente, para volverse a la presencia de la realidad libre de modelación y
objetivación, libre de repetición y de distancia.
Esa percepción, inmediata y directa, es muestra de
interés y amor por lo que hay y no por mi representación de lo que hay; ama,
testificando la presencia; testifica, amando lo que hay.
Por su misma naturaleza, la percepción mental y sensitiva directa muestra que el tiempo y el ego están vacíos y que, por consiguiente, ni hay tiempo ni ego.
El tiempo psicológico y el ego se crean con unos
mismos procesos; son dos caras de unos mismos acontecimientos; están ambos
construidos al servicio del viviente y ambos están vacíos.
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