Estaba
el Diablo mal parado en la esquina de mi barrio ahí donde dobla el viento y se
cruzan los atajos.
Al lado de él estaba la Muerte, con una botella en la mano me miraban de reojo
y se reían por lo bajo.
Y yo que esperaba no sé a quién, al otro lado de la calle del otoño una noche
de bufanda que me encontró desvelado, entre dientes oí a la muerte que decía
así:
Cuántas
veces se habrá escapado, como ratón por tirante y esta noche que no cuesta
nada, ni siquiera fatigarme, podemos llevarnos un cordero, con sólo cruzar la
calle.
Yo me
escondí tras la niebla y miré al infinito, a ver si llegaba ese que nunca iba a
venir. Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio, al lado de él
estaba la muerte, con una botella en la mano.
Y
temblando como una hoja, me crucé para encararlos, y les dije, me parece que
esta vez me dejaron bien plantado. Les pedí fuego y del bolsillo saqué una rama
pa'convidarlos y bajo un árbol del otoño nos quedamos chamuyando, me contaron de
sus vidas, sus triunfos y sus fracasos, de que el mundo andaba loco y hasta el
cielo fue comprado y más miedo que ellos dos, me daba el propio ser humano.
Y yo
ya no esperaba a nadie, y entre las risas del aquelarre el diablo y la muerte
se me fueron amigando, ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos, ahí
donde brinda la vida en la esquina de mi barrio.
La
representación del mal, de la caída del hombre, el instigador del pecado y el
primer rebelde junto a la representación del fin, de la mortalidad y del paso a
lo desconocido. En la historia la relación entre ambos ha sido considerada algo
estrecha, aunque la muerte es una entidad neutra, no es ni buena ni mala y
puede ubicársela, en relación con la teología cristiana como medio (n0 como
acceso) al cielo luego de desprenderse de la “cárcel” del cuerpo o como medio a
los infiernos.
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