Axel Honneth desarrolla la categoría de reconocimiento como la tensión moral dinamizadora de la vida social. El concepto de reconocimiento implica que el sujeto necesita del otro para poder construir una identidad estable y plena. La finalidad de la vida humana consistiría, desde este punto de vista, en la autorrealización entendida como el establecimiento de un determinado tipo de relación consigo mismo, estable en la autoconfianza, el auto respeto y la autoestima. Todorov cuando plantea la distinción entre ser, vivir y existir, a saber: el impulso de ser lo compartimos con toda la materia; el impulso de vivir, con todos los seres vivos; pero el existir es específicamente humano
EL RECONOCIMIENTO, LA CLAVE DE LA DIGNIDAD Y LA AUTOESTIMA
Todos necesitamos reconocimiento. Primero
de nosotros mismos para validarnos en nuestras capacidades, imagen y valías.
Asimismo, el reconocimiento es también ese pilar con el que asentar las bases
de autoestima en los niños, el impulso que necesita el empleado en su trabajo y
el vínculo que erigirá una relación sólida entre la pareja, ahí donde sabernos
amados, valorados, apreciados…
El concepto de
reconocimiento, por curioso que nos resulte, suscita en ocasiones algún malentendido. Hay quien lo ve como una
dimensión negativa, porque las personas que buscan de forma continuada
ese refuerzo positivo de los demás son incapaces de mantener una adecuada
independencia emocional
“No desprecies a nadie; un átomo hace sombra” Pitágoras de Samos.
EL RECONOCIMIENTO, UNA FORMA DE DIGNIDAD PERSONAL Y SOCIAL
El ser humano vive en una constante dualidad. A todos nos agrada sentirnos presentes en un entorno, pero a su vez, también disfrutamos estando ausentes, sintiéndonos libres, independientes y separados en ocasiones de nuestros escenarios cotidianos. Ahora bien, algo que a nadie le puede agradar es ser invisible. Ser esa figura que nadie ve ni aprecia, que no se tiene en cuenta.
Esto lo sabe bien el
niño que habita en las últimas filas del aula, en un rincón del patio sin nadie
con quien hablar, con nadie con quien deleitarse de una infancia rica y
colorida. Lo sabe el adolescente al que nadie valora, pero al que todo el mundo
sanciona. Y lo sabe bien la persona que no se siente valorada por la pareja,
que habita en el trastero de la más profunda soledad y desconcierto
emocional. El reconocimiento es un tendón psíquico que nos valida con
nuestros grupos de referencia y que, a su vez, nos dignifica como personas.
Porque reconocer a
alguien es visibilizarlo. Es darle presencia, es
permitirle “ser”, “estar” y crearse a sí mismo en libertad.
Por otro lado, un aspecto que no podemos olvidar
sobre la autoestima es que, en esa percepción autoevaluativa, se incluye
también la forma en que creemos que nos ven los demás. Una cosa no se puede
separar de la otra.
El reconocimiento es
importante, pero no podemos depender en exclusiva de él.
Para concluir, no
podemos dejar de lado en la actualidad este concepto. El reconocimiento es la base de toda sociedad por una razón muy
simple: favorece la inclusión. Hace presente al invisible sin
importar su edad, condición, etnia o carácter. Saber reconocer es también saber
querer con inteligencia, porque quien practica el reconocimiento más saludable
es capaz de validar al otro por lo que es y no por lo que uno desearía que
fuera.
Comentarios
Publicar un comentario