Todos llevamos dentro el niño que fuimos. Cuidar al niño interior es de
vital importancia para la mejora emocional y para mantener una sana autoestima. Casi todos en la infancia hemos tenido heridas emocionales y,
si no las solucionamos en su momento, el niño interior estará dañado. Cuando
sientas una emoción negativa, pregúntate por qué te sientes así y trata de
comprenderte. De buscar la manera de mejorar esas negatividades. Deja fluir tu tristeza, tu
miedo, tu ira…; porque son emociones necesarias para nuestro organismo.
Con ellas y a través de ellas también expresamos lo que le pasa y ha pasado a
ese niño interior.
Imagina tu etapa de la niñez. ¿Cómo eras con aproximadamente 8 años? Trata de visualizar cómo eras físicamente y, si te cuesta, puedes mirar alguna foto para refrescarte la memoria y captar todos los máximos detalles posibles.
Llamamos niño interior a la imagen que tenemos de nosotros mismos, en cuanto a
sentimientos, valoración, reconocimiento de habilidades y capacidades, y por
tanto, en la satisfacción personal de ser quienes somos.
Nuestro niño interior se generó en la infancia y perdura hasta hoy, suscitando en ocasiones sufrimiento, dolor o problemas, generalmente por conflictos o bloqueos emocionales no resueltos en la infancia.
En la etapa infantil es donde se gestó nuestro propio autoconcepto, es decir, la imagen que tenemos de nosotros mismos, y esto ocurrió en base a lo que nuestros progenitores proyectaron sobre nosotros y por las vivencias y circunstancias que nos tocó vivir.
Cuando somos pequeños, los adultos de referencia
nos hacen de espejo, es en ellos en quienes nos vemos para reconocernos y saber
quiénes somos. En ocasiones, aun cuando los progenitores pretenden darnos
todo lo que mejor que ellos consideran para nosotros, no lo recibimos, ya
que cuando
somos niños lo que necesitamos, ni sabemos pedirlo, ni los adultos saben
qué es exactamente.
Y por ello, podemos crecer con carencias, dolor, tristeza e incluso traumas
infantiles, que de forma subconsciente, se guardan y dejan su huella, aún sin saberlo.
Perder la infancia
Cuando la infancia no fue una etapa feliz,
emocionalmente se crece insatisfecho, y sin vivir intensamente
la etapa que nos tocaría vivir. El niño se hace adulto, pero sin resolver
los conflictos infantiles, obviamente porque son subconscientes, pero sí siente
la insatisfacción personal que arrastrará desde la infancia hasta la edad
adulta.
Con frecuencia, cuando nos hacemos adultos, no
recordamos etapas de nuestra infancia, podemos tener amnesia selectiva, y esto,
ya es síntoma de conflictos internos no resueltos.
Habremos perdido a nuestro niño, y nos sentiremos insatisfechos
con nosotros mismos, cuando al llegar a la edad adulta, perdemos toda la
ilusión de la infancia, no tenemos proyectos ni deseos, y
tampoco tenemos ganas utilizar el juego como medio de distracción y ocio,
entonces, la vida se convierte en una vida apática, seria, triste e
insatisfecha.
Al llegar a la etapa adulta, si
la etapa anterior ha sido satisfactoria, y no existe ningún otro trastorno, el niño que fuimos sigue
presente, y aparece en momentos divertidos, aflorando la
ilusión de la infancia, disfrutando de los pequeños momentos, y desarrollando
mediante el juego adulto, una forma de mantener el juego infantil presente.
Podríamos decir, que, a pesar de los problemas de la vida adulta, la vida puede
seguir siendo divertida, sorprendente, apasionante y en
resumen, feliz. No por ser adultos tenemos que quedar a la diversión y a la
ilusión relegadas.
Recuperar a nuestro niño
interior, significa generar una imagen más satisfactoria
de nosotros mismos, valorándonos y queriéndonos,
reconociéndonos en nuestras habilidades y capacidades, y proyectando deseos y
sueños. Por tanto, restableciendo la satisfacción personal y sintiendo la
felicidad.
Si has puesto en marcha tu imaginación, te darás cuenta de que tus
partes más inseguras, crueles y temerosas pueden provenir de tu niño interior. Trata
de cuidarlo, quererlo y aceptarlo, Y notarás mejoría emocional, a la vez que
tu autoestima quedará reforzada.
Los adultos que tienen a su niño interior saludable no se reprimen cuando les apetece hacer algo no propio de adultos. Como, por ejemplo, pasar por un parque y montarse en un columpio, ya que no les importará que la gente se extrañe. Y hasta se ría de ellos.
Los adultos con el niño interior dañado se
reprimen cuando desean hacer cosas propias de la infancia. Desean dar una imagen
correcta, seria, de adultos. No se dan cuenta de que todos los humanos tenemos la
necesidad de volver a ser niños de vez en cuando. Y no es malo, no es
inmadurez, sino que están dejando que su niño interior se divierta.
Los adultos que tienen hijos pueden volver a divertir a su niño interior cuando juegan con ellos, quién no ha oído aquello de que “al padre le gustan más los juegos que al hijo…”.
“Los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de jugar.”-Oliver Wendell Holmes Jr.-
Lo cierto es que no hay nada más saludable que dejar que
tu niño interior sea espontáneo. No lo reprimas, la edad adulta
también necesita de vez en cuando sacar esa parte divertida.
¿Conoces la obra Amor de Milov situada en Odessa, Ucrania? Esta maravillosa escultura invita a que reflexiones acerca de cómo apagamos al niño interior. Y a cómo este aparece iluminando cuando nos dejamos llevar por los resentimientos.
Amor es la palabra que el
escultor ucraniano Alexander Milov eligió para bautizar a su obra de arte, esa
que no
ha dejado indiferente a nadie que haya tenido el privilegio de verla.
Esta escultura muestra a dos adultos hechos de alambre colocados espalda contra
espalda, cada uno con su niño interior intentando alcanzar al otro.
Tu niño interior nunca deja de brillar
La esperanza y la inocencia surgen desde nuestro
interior, justo donde vive latente la verdadera naturaleza del ser humano; esa
que parece perderse según nos vamos haciendo mayores. Esta escultura es una
forma maravillosa de representarlo: somos una jaula de metal en cuyo interior queda atrapada la
bondad de nuestro niño interior, ese que hace tiempo que no vemos.
En el interior de esa armadura queda lo más puro y
más sincero del ser humano, eso que brilla cuando llega la noche y que brinda a
las personas la oportunidad de arreglar las cosas cuando fuera ya
está muy oscuro. Esos dos niños van ganando fuerza según avanza la noche,
según se va viendo todo más negro y borroso ahí fuera. Esos pequeños van
ganando poco a poco la batalla según se dirigen el uno al otro hasta lograr el
contacto físico a través de sus manos.
Una nueva oportunidad para el
entendimiento
Quizá sea cierto que los adultos no somos más que jaulas de metal
empeñados en querer llevar razón a toda costa.
No importa cómo de grande sea el resentimiento
tras una discusión, hay un niño en tu interior siempre estará presente una pequeña luz brillante,
llena de inocencia y de amor dispuesta a la reconciliación.
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