Decía Bias, El Prienio, uno de los siete sabios: –“El tesoro de la juventud es la actividad bella; el de la vejez, la sabiduría”.
La juventud y la edad madura, son etapas diferentes, pero fases de un mismo ciclo de vida. La auténtica personalidad, el verdadero perfil del ser, se alcanza en la edad madura, empero, se va manifestando desde los albores, a partir de la tierna infancia.
La frescura de la juventud, y la exquisitez de un fruto pintón, no son comparables con la dulzura del que se come ya maduro ni con la profundidad de miras de la persona en edad más avanzada.
La juventud prepara el camino a la madurez, en la que habrán de realizarse las grandes obras, las del genio que, oportunamente, por la inspiración, por la intuición o por el cultivo del arte, o estudio, emergerán, expresando la energía creadora en la realización de los objetivos personales claramente definidos.
Hay que aprovechar la juventud para el cultivo del Espíritu, conservando la potencia viril, las facultades intactas, o sublimadas por el ejercicio activo, para que, en la edad madura, aflore toda la potencia creadora de la mente en obras perdurables. El goce pleno de las propias aptitudes alcanza su nivel óptimo una vez trascendida la juventud del cuerpo, por cuanto el Espíritu es eternamente joven.
Nadie, en sus plenas facultades de la edad madura cambiaria esa etapa creadora por los años de la lejana juventud, por cuanto la vida, a medida que se va avanzando en edad, más que quitar, aporta nuevos elementos que enriquecen la vida. Es preciso saber adaptarse y jugar el rol al que cada quien se encuentra asignado por el orden de todas las cosas, regido por la ley de la afinidad, y por la propia vocación e ideales.
Porque la belleza no se crea, se descubre y se comparte. Cuidar el cuerpo es respetable y saludable, sin permitir que se transforme en una especie de celda en la que estamos condenados a vivir. “No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma” decía Pitágoras.
La Sabiduría (dirige las acciones), la Belleza (le da perfección y adorna nuestras vidas).
Cuando la luz de la belleza toca el aspecto visible del hombre, se expresa en elegancia. Cuando se refleja en sus acciones es cortesía. Cuando impregna sus emociones y sentimientos se manifiesta como bondad de corazón. Y cuando ilumina sus ideas, la belleza es sabiduría.
Descubrimos una belleza profunda en las personas cuando las observamos con los ojos del corazón. Por el contrario, si los ojos de lujuria son el medio para valorar a alguien, entonces el dictamen dependerá de la mera satisfacción de los sentidos. ¡Qué reducido es este concepto de belleza, y qué cruel!
La belleza está asociada a la hermosura. Se trata de una apreciación subjetiva: La belleza produce un placer que proviene de las manifestaciones sensoriales y que puede sentirse por la vista. Más allá de la manifestación sensorial, es posible considerar algunas cosas abstractas y conceptuales como bellas
Podría definirse como el esplendor de la forma a través de la materia. La belleza se encuentra en la mente de quien la aprecia, se refiere al conjunto de valores, referentes y expectativas.
La sabiduría es un concepto que hace referencia al mayor nivel posible del conocimiento. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes. Además, se puede entender a la sabiduría como un carácter de las personas, que se desarrolla a partir de la aplicación de la inteligencia en las experiencias de la vida. La sabiduría nos permite sacar conclusiones y reflexionar de una forma más ordenada y justificada, pero se trata de un rasgo del carácter que solamente se puede obtener mediante el estudio y la dedicación. En el terreno humano, la sabiduría seguirá siendo el conocimiento más perfecto de la realidad o verdad más elevada.
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