La atención es un proceso básico e indispensable para el procesamiento de la información de cualquier modalidad (imágenes, palabras, sonidos, olores, etc.) y para la realización de cualquier actividad. Su función es seleccionar del entorno los estímulos que son relevantes para llevar a cabo una acción y alcanzar unos objetivos Ayuda, facilita y participa en todos los procesos cognitivos superiores (Londoño). Es un proceso activo, no estático (Luria), que depende de los intereses, expectativas y experiencias previas del sujeto, por lo que exige una alta implicación conductual y emocional por parte del individuo. tiene un papel relevante en la capacidad atencional ya que impulsa nuestra conducta según los objetivos, intenciones, expectativas y/o premios que se quieran conseguir (Garrido).

No es un proceso unitario sino un conjunto de diferentes mecanismos que trabajan de forma coordinada. Se trata, pues, de un sistema complejo de subprocesos específicos que incluye percepción selectiva y dirigida, interés por una fuente particular de estimulación y esfuerzo o concentración sobre
una tarea para poder realizarla lo mejor posible, así como memoria a corto y largo plazo. Constituye el “mecanismo de activación o alerta de los procesos cognitivos” (Fernández-Trespalacios). Por todo ello, la atención es una función neuropsicológica que exige un esfuerzo neurocognitivo, precede a la percepción, a la intención y a la acción y tiene un papel importante en la capacidad de memoria y aprendizaje.
Ver o escuchar, atender y percibir no son procesos sinónimos. Atender o prestar atención nos permite enfocar los órganos de los sentidos sobre determinada información y focalizar selectivamente nuestra consciencia, filtrando y rechazando la información que no es deseada para la realización de una tarea que se lleva a cabo, resolver la competencia entre estímulos para su procesamiento en paralelo, temporizar las respuestas apropiadas, controlar la conducta y facilitar la percepción, memoria y aprendizaje (Cooley y Morris; Bench et al.; Desimone y Duncan, 1995).
La atención, por tanto, es el mecanismo regulador que, además de regular la entrada de información, está también implicada en su procesamiento (Cooley y Morris, 1990).
La atención es una de las funciones más complejas del cerebro sobre la que al día de hoy no hay una definición cerrada y aceptada por todos. Es una función que nos permite filtrar estímulos, Desde que somos pequeños uno de nuestros aprendizajes más importantes tiene que ver con la discriminación de estímulos, es decir, aprender a centrar nuestra atención en aquellos factores relevantes para obviar los que no lo son. La atención resulta también vital para la memoria, proceso
con el que se encuentra íntimamente ligada, siendo indispensable para el almacenamiento y posterior recuperación de la información que se percibe a través de los sentidos.
Sus características más destacables. Entre ellas podemos enunciar:
LA AMPLITUD: Con esta característica se hace referencia a la cantidad de información que somos capaces de atender al mismo tiempo, así como también a la cantidad de tareas que podemos realizar de forma simultánea.
LA INTENSIDAD: Esta característica haría referencia al grado de la atención que estamos teniendo en un momento determinado. Coloquialmente hablando podríamos decir que la intensidad sería “estar más o menos atentos”.
EL DESPLAZAMIENTO: La atención cambia continuamente. Este hecho puede producirse porque haya más de una fuente de información o porque estemos realizando varias tareas a la vez y nuestra atención pase de una a otra.
EL CONTROL: Esta característica se refiere al dominio que tenemos sobre nuestra capacidad atencional. Supone dirigir la atención en función de los requerimientos tanto del ambiente como de la tarea que nos disponemos a realizar. Cuando esto ocurre estaríamos hablando de atención controlada.
procesar información y enfocarnos en un objetivo. Para todo ello, el lóbulo frontal requiere de la integración de información proveniente de todo el resto del sistema nervioso.
Esta inestabilidad del pensamiento y esta marcha voluble de la atención se expresan gráficamente en la ligereza de espíritu, en la superficialidad y precipitación del juicio o en el mariposeo intelectual. Vicios son éstos ya en parte reconocidos por Bacon al recomendar que se marchase en la indagación científica con pies de plomo, y por Kant cuando formula su precepto (de aplicaciones lógico-morales) Festina lente, camina despacio.
Son muchos y muy distintos los grados y matices que puede revestir la intensidad de la atención engendrando a veces hasta manías precedidas de dolores de cabeza, vértigos, epilepsia y apoplejía (CH. Richet, L'homme et l'intelligence). Muchos son los casos que se citan de efectos notables de la atención, que da relieve a las impresiones u objetos a que se aplica y debilita y borra todas las demás.
Algunos casos y otros muchos tienen conexiones íntimas con problemas que se refieren a lo que Hastley denominaba automatismo secundario, que prueba la influencia del hábito en el ejercicio de la atención (Automatismo), Leibniz percepciones sordas, que se refiere a la relación de la atención con la percepción (Percepción), y los modernos filósofos lo inconsciente (Conciencia e Inconsciente).

De la atención como función primera inicial de nuestra actividad del pensar depende el desarrollo del pensamiento. Esta importancia de la atención es casi unánimemente reconocida por todos, y aun sirve para caracterizar, según ella, todo nuestro espíritu cuando hablamos, por ejemplo, de talentos reflexivos, de espíritus atentos, o por el contrario de talentos superficiales y distraídos y de espíritus ligeros y precipitados. Lyus dice (Funciones del Cerebro) «que la atención indica la primera faz de todo proceso de la actividad cerebral,» y Mansdley afirma «que la atención es la condición esencial para la formación y desenvolvimiento del ánimo» Maine de Birán, que une a la teoría del conocimiento su célebre hipótesis del esfuerzo, descubre el comienzo inicial de este esfuerzo en la atención y llega, en último término, a estimar la atención como expresión del yo, de toda la personalidad.
Aunque la impresión exterior o la presencia del objeto sirven de causa ocasional al ejercicio de la atención, seguramente es el espíritu, la energía interior la que recobra con propio esfuerzo y se apodera de la presencia del objeto (lo aprehende, para percibirlo y conocerlo (Aprehensión). Resulta, pues, que con la atención comienza la vida intelectual. La mayor o menor gradación de esfuerzos de atención de que es susceptible cualquier hombre representa después la diversidad de matices del talento. Ya decía Buffón que «el genio es ante todo una gran paciencia,» no la paciencia estéril y pasiva que consiste en esperar sin hacer esfuerzos, sino el poder de atención persistente que vence todo obstáculo. Cuando a Newton se le preguntaba cómo había hallado la ley de la gravitación, contestaba «pensando siempre en ella.» No quiere decir esto que baste la atención para hallar la verdad; pero sí se puede afirmar que es una condición indispensable (la primera) aun en los espíritus mejor provistos de dones naturales privilegiados. Hasta el genio puede malograrse si no se halla eficazmente auxiliado por la atención.

Todas las facultades intelectuales sufren la benéfica influencia de la atención, y entre todas muy principalmente la memoria que, ayudada por la atención, percibe y enlaza los conocimientos, por numerosos que sean, con discreción y exactitud completas. Por tal razón, ha sido estimado nuestro poder de atención como el buril de la memoria.
Verdad es, como ya hemos dicho (Abstracción) que «cada sentido es un instrumento natural de abstracción,» en cuanto la sensación específica que ofrece viene acompañada de la abstracción de todas las demás, revelando después la parte que en cada una de estas sensaciones específicas toma la atención como elemento activo, en el palpar para el tacto, en el saborear para el gusto, en el mirar para la vista, en el escuchar para el oído, etcétera; pero este mismo elemento activo surge en las representaciones de sensación ya efectuada, en el recuerdo de conocimientos ya adquiridos, y en la contemplación de ideas que nos proponemos percibir. Es, por tanto, la atención la fase activa o el comienzo inicial de la fase activa de nuestra inteligencia, sin que sea lícito circunscribir su uso a los sentidos.
Tiene distintos nombres la atención. Ejercitada espontáneamente se llama curiosidad (ejemplo el niño que es preguntón y curioso); referida a la atención misma y a nuestro interior, toma el nombre de reflexión (atención interior), que continuada se llama meditación y concentración, y que persistiendo de modo exclusivo constituye la preocupación; aplicada al exterior se llama observación (que continuada es aplicación), distinguida después en observación empírica y especulación racional, y si en ella predomina el elemento activo y lo que Naville denomina semilla de toda verdad (la hipótesis), investigación e indagación (aplicables a la experimentación o experiencia activa y a la mayéutica socrática o dialéctica platónica), y por último contemplación, si es meditación convertida al exterior o se atiende a las manifestaciones de lo suprasensible. Algunos finalmente señalan lo que denominan doble atención como base para establecer comparaciones (o juzgar) entre dos objetos; pero como toda comparación supone un principio de unidad, la doble atención implica antes una atención simple y unitaria. Fuerza del talento y con cierto sabor místico oración natural ha llamado Malebranche (Traité de l'âme) a la atención. Este mismo sentido místico-moral da Geitry (Logique; Les vertus intelectuelles inspirées) a la atención cuando trata del silencio y trabajo de la mañana, pretendiendo terminar el estudio de la lógica con especie de comentario científico de aquellas frases del Evangelio: «sólo los puros de corazón verán a Dios» y «tienen ojos y no ven, oídos y no oyen» Las reglas que dirigen la atención son: 1.ª que ha de ser una para tener base y principio de donde proceder; 2.ª que ha de ser discreta y ordenada (proceder por partes) y 3.ª que ha de ser enlazada y continua.

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