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ANSIEDAD

 

La ansiedad es una emoción que todo el mundo ha experimentado en algún momento y que ayuda al organismo a prepararse para hacer alguna cosa importante. La ansiedad produce una reacción psicofisiológica de activación intensa del sistema nervioso central y de todo el organismo. Aparece cuando se ha de actuar en una situación que demanda un esfuerzo intenso o sostenido y sirve para activar y hacer frente a una amenaza o peligro que está ocurriendo en el presente o que puede pasar en el futuro.

Por lo tanto, la ansiedad provoca cambios en diferentes sistemas del cuerpo (activándolos) que nos preparan para actuar y ayudan a responder de manera rápida. La ansiedad es una reacción normal y saludable en la mayoría de los casos. Tener en cuenta que la ansiedad es una emoción normal es un aspecto importante para aquellos que la tienen, ya que el objetivo no puede ser eliminarla, sino aprender a tolerarla y gestionarla. Los trastornos de ansiedad se caracterizan por presentar un miedo y/o una preocupación excesiva. 

Estos trastornos generan un importante malestar y afectan al funcionamiento habitual de la persona 
tenga la edad que tenga. En función de cuál sea el foco principal del miedo y/o la preocupación se habla de un trastorno u otro.
A grandes rasgos, cuando una persona tiene síntomas de ansiedad nota algunas sensaciones físicas desagradables como palpitaciones o mareos. Esto ocurre porque las situaciones de peligro (real o imaginario) producen reacciones a nivel cerebral y hormonal que activan el cuerpo como si fueran una alarma antiincendios: cuando se detecta una posible amenaza, toda la atención de la persona se dirige hacia esta situación para huir del peligro y sobrevivir.
Así, la persona respira más fuerte (para disponer de más oxígeno), el corazón late más rápido (para hacer llegar más sangre a los músculos y al cerebro y tener más glucosa y oxígeno), los músculos se tensan (para estar más preparados para huir o defenderse), los poros de la piel se cierran (para protegerla de posibles lesiones), etc. Paralelamente, se envía información de la alarma a otras glándulas del cuerpo para que liberen hormonas (glucocorticoides) que tienen un efecto antiinflamatorio en los tejidos y órganos, para evitar daño físico. Así, el cuerpo se siente como una olla a presión. 
Una vez pasa el peligro o si se tiene éxito a la hora de afrontarlo, o si simplemente la persona se da cuenta de que no hay ninguna amenaza real, la alarma a nivel cerebral se desactiva, el sistema nervioso se reequilibra y el miedo o la ansiedad disminuyen.
“La ansiedad no puede evitarse, pero sí reducirse. La cuestión en el manejo de la ansiedad consiste en reducirla a niveles normales y en utilizar luego esa ansiedad normal como estímulo para aumentar la propia percepción, la vigilancia y las ganas de vivir”. -Rollo May-
La ansiedad es una respuesta normal a una amenaza o una situación de estrés psicológico. Está relacionada con la sensación de miedo y cumple una importante función en la supervivencia. Cuando alguien tiene que afrontar una situación peligrosa, la ansiedad desencadena una respuesta de lucha o huida. Esta respuesta proporciona al cuerpo, a través de distintos cambios fisiológicos, la energía y la fuerza necesarias para afrontar situaciones amenazantes para la vida, como huir de un animal agresivo o enfrentarse a un atracador.
La ansiedad es básicamente un mecanismo defensivo. Es un sistema de alerta ante situaciones consideradas amenazantes. Es un mecanismo universal, se da en todas las personas, es normal, adaptativo, mejora el rendimiento y la capacidad de anticipación y respuesta. La función de la ansiedad es movilizar al organismo, mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a los riesgos y amenazas, de forma que no se produzcan o se minimicen sus consecuencias. La ansiedad, pues, nos empuja a tomar las medidas convenientes (huir, atacar, neutralizar, afrontar, adaptarse, etc.), según el caso y la naturaleza del riesgo o del peligro. El peligro viene dado por la obstaculización de cualquier proyecto o deseo importante para nosotros, o bien por la degradación de estatus o logros ya conseguidos. El ser humano desea lo que no tiene, y quiere conservar lo que tiene.
Un ataque de pánico es la aparición repentina de un sentimiento de alta intensidad asociado a pensamientos de catástrofe. Lo más típico, pensar que vamos a sufrir un ataque al corazón o que nos vamos a “volver locos”. La sensación que tenemos es de qué tenemos que huir y esta se va agravando y cada vez vamos sintiéndonos peor, pensando en un peligro que en realidad no existe. El ataque de pánico suele durar unos minutos y en algunos casos que no son demasiados, un par de horas.
Podemos entonces definir la ansiedad como una reacción emocional que surge ante una amenaza como lo son las situaciones de alarma, ambiguas o de resultado incierto y nos prepara para actuar ante ellas. Esta reacción la vivimos generalmente como una experiencia desagradable cuando nos ponemos en alerta ante la posibilidad de que ocurra algo negativo. Cuando anticipamos y pensamos en este posible resultado es cuando empezamos a alterarnos, a activarnos y a ponernos nerviosos. Así pues, podríamos decir que la ansiedad es una reacción adaptativa.
Si nos fijamos, cuando estamos nerviosos tenemos más pensamientos desagradables y negativos. Podemos considerar estos pensamientos como una manifestación de ansiedad que a su vez generan más ansiedad aún. Por eso se habla de que la ansiedad tiene un cierto carácter circular. Si repasamos nuestras preocupaciones, nos activamos más, si nos preocupa tener ansiedad, ésta aumentará.
Ya hemos comentado que cuando nos ponemos alerta nos activamos. Esta activación se produce a tres niveles, en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en nuestra forma de actuar. Aunque habitualmente la activación se considera como un todo y es complicado discriminar entre cada uno de esos niveles.
Séneca digo: “Tenemos el hábito de exagerar, o de imaginar, o de anticipar el dolor”. En otras palabras, comenzamos a sufrir tener ansiedad antes de que haya motivos para hacerlo. El solo hecho de anticipar un dolor, ya nos sumerge en su desagradable compañía, pese a que todavía se haya presentado o no se vaya a presentar. 
El término ansiedad proviene del latían anxietas, congoja o aflicción. Consiste en un estado de malestar psicofísico caracterizado por una sensación de inquietud, intranquilidad, inseguridad o desosiego ante lo que se vivencia como una amenaza inminente y de causa indefinida
El surgimiento de una edad de la ansiedad en la que se perderían los valores espirituales y el significado de la existencia humana fue anunciado décadas antes por Nietzsche, con el vaticinio de la llegada del nihilismo, y antes que él por el filósofo danés Søren Kierkegaard. Kierkegaard publicó el tratado El concepto de la ansiedad en 1844 y en 1848 publicó el libro La enfermedad mortal. 
“La ansiedad: una dolencia difícil. El paciente cree tener por dentro algo parecido a una espina, algo que le pincha las vísceras, y las náuseas lo atormentan”. -Hipócrates-











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