La amabilidad es una actitud sumamente elaborada. Implica autocontrol, seguridad en sí mismo, empatía, valoración de los demás y conciencia respecto a la relación entre el individuo y el grupo. Es también una enorme fuerza dentro de las relaciones sociales. Se gana muchísimo más siendo amable, que con la indolencia o la sequedad en el trato.
Una persona amable es alguien con la inteligencia emocional desarrollada. Es una de esas actitudes que se contagian. Lo usual es que alguien amable genere amabilidad y buena voluntad a su alrededor. Esto es una excelente manera de prevenir conflictos, o de impedir que tomen grandes dimensiones.
“La amabilidad es como una almohadilla, que, aunque no tenga nada por dentro, por lo menos
amortigua los embates de la vida”. Arthur Schopenhauer
La amabilidad es una cualidad que todos valoramos y apreciamos en los otros. Nos encanta estar cerca de esas personas positivas, comprensivas y dulces que nos tratan con respeto y consideración. Sin
embargo, esta es también una característica escasa y difícil de encontrar. ¿Por qué cuesta tanto ser amable? Tal vez, porque no nos hemos parado a reflexionar acerca de su importancia.
Igualmente se define como la tendencia de la persona a ser altruista, amistosa, considerada y confiada. Las personas amables son tolerantes y tranquilas, humildes y sencillas; sienten una gran empatía hacia los sentimientos ajenos y están dispuestos a asistir y hacer sentir cómodos a quienes les rodean.
Dicen que la amabilidad está en desuso. La impaciencia y la prisa son sus enemigos. Estamos tan centrados en nuestra lista de tareas que dedicar una palabra amable, más allá de gruñir "buenos días", parece una pérdida de tiempo.
La ciencia ha demostrado que todos venimos al mundo con un gen de la amabilidad incorporado. En otras palabras, somos una especie que necesita de los otros para sobrevivir y tenemos la marca biológica de ello. El altruismo y la cooperación han sido decisivos para que el ser humano haya evolucionado.
Algunos estudios demuestran que desde los 6 meses los niños ya expresan comportamientos afables hacia otros. Hacen elecciones entre cerrarse o abrirse a los demás. Con frecuencia eligen interactuar y ser generosos con los otros. También son muy receptivos a las expresiones de amabilidad.
Por lo tanto, lo natural es que seamos agradables con los demás. La falta de amabilidad es el resultado de una civilización que promueve el individualismo al extremo. Vamos en contra de nuestro fuero interno cuando vemos a los demás como unos perfectos extraños que nada tienen que ver con nosotros.
La amabilidad es una fortaleza
La amabilidad es una actitud sumamente elaborada. Implica autocontrol, seguridad en sí mismo, empatía, valoración de los demás y conciencia respecto a la relación entre el individuo y el grupo. Es también una enorme fuerza dentro de las relaciones sociales. Se gana muchísimo más siendo amable, que con la indolencia o la sequedad en el trato.
Una persona amable es alguien con la inteligencia emocional desarrollada. Es una de esas actitudes que se contagian. Lo usual es que alguien amable genere amabilidad y buena voluntad a su alrededor. Esto es una excelente manera de prevenir conflictos, o de impedir que tomen grandes dimensiones.
De lo que se trata entonces no es de aprender a ser amables, sino de desaprender las conductas de hostilidad o indiferencia. Vale la pena.
Las ventajas de la amabilidad son enormes. Estas son algunas de ellas:
1.- Protege la salud física. Una persona amable tiene un menor número de conflictos con los demás y con el mundo. Esto, en términos cerebrales, implica menos producción de cortisol y más oxitocina (la hormona “de la felicidad”) a disposición.
2.- Preserva la salud mental. Ser amable con otro estabiliza nuestro estado de ánimo y previene los estados de estrés y ansiedad. Los actos de bondad nos hacen sentir mejor con nosotros mismos. Nos hacen más seguros y confiados.
3.- Contribuye con las buenas relaciones sociales. La amabilidad nos saca del ensimismamiento y nos ayuda a conectar con los demás. Nutre los entornos para que sean más colaborativos y acogedores.
4.- Es un mecanismo de protección contra la “mala vibra” de otros. La amabilidad tiene el poder de desactivar actitudes negativas en los demás. En esa medida, es una barrera y una respuesta eficaz contra las agresiones y los rechazos. Ayuda a que todo fluya adecuadamente. Es importante hacer una aclaración. Ser amable no es ser servil. Tampoco acostumbrarse a “poner la otra mejilla”.
Más bien se trata de un estilo de conducta y de comunicación, que reafirma a la persona cuidando de no pasar por encima de nadie, ni de ser insensible con los demás.
Seligman y Peterson, definieron las 24 fortalezas humanas como las vías maestras para el buen desarrollo del carácter. La amabilidad pertenece al grupo de las fortalezas de humanidad, junto con el amor (la capacidad de amar y ser amado) y la inteligencia social (saber relacionarse con los demás).
Defender la amabilidad no significa renunciar a la razonabilidad. Ser amables y ser razonables son las dos caras de una misma moneda: no pueden ir separadas, sino que han de crecer armónicamente. Ni la verdad está reñida con la amabilidad, ni el amor con la razonabilidad. La verdad tiene siempre buenos modales y el amor sabe encontrar a su vez las mejores razones, las más persuasivas, las más respetuosas con la razón de los demás y, por tanto, de ordinario también las más amables y eficaces.
Lao Tse solía decir en sus textos que las palabras amables crean confianza, que los pensamientos nobles originan bondad y que los actos marcados por el respeto, tejen un vínculo indestructible
La amabilidad es un valor en el que muchos seguimos creyendo. Es el lenguaje del respeto y la consideración
“Sé amable, cada persona está librando una batalla de la cual, no eres consciente” -Platón-
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