La mayéutica es el método aplicado por Sócrates a través del cual el maestro hace que el alumno, por medio de preguntas, descubra conocimientos.
Sócrates modificó el significado médico que tenía mayéutica y lo reorientó al ámbito filosófico. Mientras el significado real de mayéutica es «el arte de hacer nacer», Sócrates lo focalizó en «el arte de hacer nacer o arte de dar a luz (al humano pensador)». El estilo socrático es que, a base de preguntas, el receptor de ellas medite y encuentre la respuesta él mismo.
La mayéutica se apoya sobre una teoría de la reminiscencia, cree que el conocimiento se encuentra latente de manera natural en el alma y que es necesario descubrirlo. Este proceso de descubrimiento del propio conocimiento se conoce como dialéctica y es de carácter inductivo.
La mayéutica consiste en la creencia de que existe un conocimiento que se acumula en la conciencia por la tradición y la experiencia de generaciones pasadas. Por lo tanto, en la mayéutica se invita al individuo a descubrir la verdad que se encuentra en él latente e inconsciente.
La mayéutica da sentido a la frase, grabada en el frontón del templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Hay que descender hasta nuestras interioridades más profundas y extraer de ellas, mediante el diálogo con nuestro espíritu, las verdades permanentes.
La técnica de la mayéutica presupone que la verdad se encuentra oculta en la mente de cada persona. A través de la dialéctica, el propio individuo va desarrollando nuevos conceptos a partir de sus respuestas.
De esta manera, queda patente la clara diferencia que existía entre las enseñanzas de los sofistas y la de Sócrates. Y es que, mientras que en las primeras los maestros realizaban exposiciones para que los alumnos aprendieran, el filósofo lo que pretendía era que sus “discípulos” consiguieran el conocimiento por sí mismo mediante la ayuda individualizada de aquel.
Del griego maieutiké (arte de las comadronas, arte de ayudar a procrear). La mayéutica es el método filosófico de investigación y enseñanza propuesto por Sócrates. En un pasaje del Teetetes de Platón dice
Sócrates que practica un arte parecido al de su madre Fenaretes, que era comadrona: “Mi arte mayéutica tiene las mismas características generales que el arte [de las comadronas]. Pero difiere de él en que hace parir a los hombres y no a las mujeres, y en que vigila las almas, y no los cuerpos, en su trabajo de parto. Lo mejor del arte que practico es, sin embargo, que permite saber si lo que engendra la reflexión del joven es una apariencia engañosa o un fruto verdadero”.
El oficio de partear tal como yo lo desempeño, se parece en todo lo demás al de las matronas, pero difiere en que yo lo ejerzo sobre los hombres y no sobre las mujeres, y en que asisten al alumbramiento, no los cuerpos, sino las almas. La gran ventaja es que me pone en estado de discernir con seguridad, si lo que el alma de un joven siente es un fantasma, una quimera o un fruto real.
Por otra parte, yo tengo de común con las parteras que soy estéril en punto a sabiduría, y en cuanto a lo que muchos me han echado en cara diciendo que interrogo a los demás y que no respondo a ninguna de las cuestiones que se me proponen, porque yo nada sé, este cargo no carece de fundamento. Pero he aquí por qué obro de esta manera. El Dios me impone el deber de ayudar a los demás a parir, y al mismo tiempo no permite que yo mismo produzca nada. Ésta es la causa de que no esté versado en la sabiduría y de que no pueda alabarme en ningún descubrimiento que sea una producción de mi alma. En compensación, los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos se muestran muy ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida que me tratan, y todos se sorprenden de este resultado, y es porque el Dios quiere fecundarlos. Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de mí, y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el Dios a hacerles concebir·
Sócrates iniciaba de forma irónica, es decir, afirmaba su propia ignorancia para irle pidiendo a su interlocutor que expusiera sus puntos de vista sobre un determinado asunto. Luego entraba Sócrates con la mayéutica, un método de preguntas, mediante el cual mostraba en qué consistía el error de su interrogado, llevando a su interlocutor a pensar de forma profunda, sólida, coherente y verdadera. La mayéutica colabora a purificar (depurar) las opiniones, eliminando las incertidumbres y prejuicios propios de las falsas concepciones que, por ser falsas, están llenas de contradicciones y confusiones. Una vez que el interlocutor detectaba sus errores, entonces era invitado por Sócrates a continuar el diálogo en forma de preguntas y respuestas, para crear así la posibilidad de la adquisición de un nuevo saber o conocimiento profundo, coherente, orientado a la verdad
En el método socrático, con la mayéutica en primer lugar, se busca la verdad. Ésta se obtendrá al final, en la conclusión del ejercicio intelectual, preguntas respuestas, en la que él o los interlocutores podrán “descubrir”, “quitarle-el-velo o la cubierta”, y por ello “hacer evidente” el aspecto constitutivo, real de aquello que se investiga. En esta actitud radica la gran importancia de la mayéutica como un procedimiento que está orientado a descubrir la verdad
Se trata, pues, de un método que irrumpió y chocó directamente con una Atenas predominantemente sofista que establecía que el conocimiento era transmitido por los sabios a los discípulos, cuyo rol era el de escuchar al maestro. En contra de lo que difundía Sócrates, un método en el que maestro y discípulo tuvieran un debate dialéctico de igual a igual.
El método socrático o debate socrático es un método de dialéctica o demostración lógica para la indagación o búsqueda de nuevas ideas, conceptos o prismas subyacentes en la información
El método socrático consistía, a diferencia del método de los sofistas, en ayudar al interlocutor a producir sus pensamientos e ideas personales sin ninguna imposición. Tomando como punto de partida la postura del interlocutor, Sócrates progresivamente va haciéndole ver, basado en exigencias meramente racionales, todas las consecuencias que se derivan de dicha postura, siendo incapaz de proseguir mientras no cuente con el pleno consentimiento de su compañero en este viaje dialógico. El pensamiento cierto ha de ser coherente consigo mismo, lo cual, si bien no era una idea nueva, jamás había cobrado tanto relieve. Lo esencial en este procedimiento de diálogo es el camino que recorren juntos Sócrates y su interlocutor, toda vez que solamente al recorrer el camino del diálogo se tiene la oportunidad de experimentar en qué consiste la interrogación, el distanciamiento crítico, la reflexión racional, la actividad del espíritu; en una palabra: la propia conciencia. Mediante preguntas graduadas, Sócrates va llevando a su interlocutor a discurrir por sí mismo, a ir alumbrando la verdad; la búsqueda se ha de realizar con la propia fuerza o el impulso interior de la propia “razón”, que es el instrumento para penetrar la realidad. El resultado de esta búsqueda racional es el hallazgo de la verdad. Tal verdad no es invención de la mente, sino el descubrimiento, develación (en el sentido de quitar el velo que oculta algo). Sócrates tenía el convencimiento de que la mejor manera de perseguir la verdad es la pregunta y la contrapregunta, y que la búsqueda tiene en sí mayor importancia que las conclusiones, toda vez que la búsqueda mantiene la mente en plena actividad, en tanto que las conclusiones pocas veces son realmente definitivas y últimas. Por ello dice Sócrates que “dialéctico es el que sabe preguntar y responder”. Esta idea la repite igualmente Jenofonte. Por ello Sócrates decía: Dios me puso sobre la ciudad como el tábano sobre el caballo, para que no se duerma ni se amodorre. La dialéctica es una conversación regida por reglas estrictas que intenta llegar a la definición de un concepto. Aristóteles elaboró un pormenorizado inventario y definición de todas las reglas de esa esgrima intelectual o arte del razonamiento tal como la había practicado Sócrates; él hacía que su interlocutor llegara al punto de tener que decidir si viviría bajo la conciencia y la razón o no. Uno de esos interlocutores dice: “[Sócrates] nos arrastra en un circuito de discurso interminable, hasta provocar que uno se cuestione a sí mismo, tanto en lo tocante a la vida presente como en lo tocante a la existencia pasada”
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