La palabra soberbia proviene del latín superbĭa y es un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás, sobrevaloración del yo respecto de otros, es un sentimiento de superioridad que lleva a presumir de las cualidades o de las ideas propias y menospreciar las ajenas.
La soberbia se diferencia del orgullo en que éste último es disimulable, apreciado cuando surge de virtudes o de causas nobles, y la soberbia manifiesta el deseo de ser preferido por otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del yo, del ego. Se puede decir que el orgullo puede derivar para la soberbia. La soberbia es una actitud orgullosa consistente en la perspicacia de aquella persona que se envanece a sí misma.
Si una persona manifiesta algún tipo de rebeldía cuando no quiere obedecer, su orgullo se ha transformado en soberbia. Si una persona es autoritaria al mandar, tiene envidia de los valores de los demás, critica a los envidiados, es una persona con soberbia. La mayoría de los momentos con malhumor en la convivencia familiar y la mayoría de los enfados derivan de un orgullo individual que se ha transformado en soberbia. Las personas con soberbia nunca tienen dignidad y mucho menos aceptan sus errores.
Miguel de Unamuno: Sólo odiamos, lo mismo que sólo amamos, lo que, en algo, y de una o de otra manera, se nos parece; lo absolutamente contrario o en absoluto diferente de nosotros no nos merece ni amor ni odio, sino indiferencia. Y es que, de ordinario, lo que aborrezco en otros aborrézcolo por sentirlo en mí mismo; y si me hiere aquella púa del prójimo, es porque esa misma púa me está hiriendo en mi interior. Es mi envidia, mi soberbia, mi petulancia, mi codicia, las que me hacen aborrecer la
soberbia, la envidia, la petulancia, la codicia ajena. Y así sucede que lo mismo que une el amor al amante y al amado, une también el odio al odiador y al odiado, y no los une ni menos fuerte ni menos duraderamente que aquél. La mala es, en efecto, la soberbia ociosa, la que se limita a la propia contemplación y a repetir el «¡Si yo quisiera!». Mas desde el momento en que, persuadido uno de su superioridad, se lanza a obrar y desea que esa superioridad se manifieste en obras, cuando su soberbia pasa de contemplativa a activa, entonces pierde su ponzoña, y hasta puede llegar a ser, y de hecho llega a ser muchas veces, una verdadera virtud, y virtud en el sentido más primitivo, en el etimológico de la palabra virtus, valor.
Ha llegado la hora de dejar de lado todo atisbo de soberbia, de arrogancia, de aires de superioridad y entrar en los más profundo de nuestro corazón para preguntarnos de qué manera cada uno de nosotros con nuestros pensamientos, obras y omisiones, hemos contribuido a que tantas personas de realidades tan diferentes hagan saber que no están contentos; que no son felices; por alguna manifestación de soberbia nuestra. Llegó la hora de la valentía, de la humildad y de la verdad. Llegó la hora de, como el Hijo Pródigo, levantarnos, reconocer que hemos pecado, reconocer el daño que hemos hecho y volver a empezar, en primer lugar, pidiendo perdón y reparando el mal causado. Sólo así, podremos sanar nuestras heridas, nuestros dolores y nuestras penas
“Se convierten en personas megalómanas porque creen que han alcanzado su ideal”, explica el psicólogo clínico Guillermo Blanco, (Imotiva). “No son conscientes de sus propias limitaciones. Perciben una realidad distorsionada”.
Las personas soberbias con frecuencia son susceptibles y propensas a la ira. Interpretan cualquier mínimo reproche como un ataque y no toleran nada bien la frustración. Suelen estar a la defensiva en toda discusión: “Reaccionan ante la crítica de una manera desproporcionada, con rabia y vergüenza”, La soberbia generalmente sirve como un mecanismo de compensación de una gran inseguridad y poca confianza en uno mismo. Es un rasgo de personalidad que se va forjando en la infancia.
La soberbia es un rasgo de la personalidad típica de alguien narcisista, egocéntrico y orgulloso. Estos rasgos pueden llegar a ser muy molestos y dañinos para las personas que le rodean y pueden afectar al bienestar emocional de su círculo social, la soberbia es una conducta constante, un rasgo de la personalidad que se mantiene en el tiempo y engloba multitud de actitudes, es amiga del orgullo, la vanidad, las ansias de poder, el narcisismo y el egocentrismo. Todo le queda pequeño. Quien tiene soberbia tan solo está centrado en sí mismo, no da valor a las opiniones de los demás porque está ciego; Lo característico es que además de ser ilusoria y rimbombante es un disfraz que encumbre a la inseguridad, la falta de confianza en uno mismo y el sentimiento de inferioridad. Aunque en muchas ocasiones también se da de forma enmascarada. Así, detrás de la soberbia hay miedo: miedo a no ser capaz, a no ser bueno, suficiente o reconocido. Y ante la incapacidad de asumirlo, de aceptar esos temores y heridas, se maquillan. Por esta razón, la soberbia sirve para “equilibrar” esos vacíos y como mecanismo de defensa porque ayuda a rechazar antes que ser rechazado.
En su libro 'El arte de amar' E. Fromm dice: "Si un individuo es capaz de amar productivamente también se ama a sí mismo; si sólo sabe amar a los demás no sabe amar en absoluto". Cierto que frente a esto la soberbia desaparece.
La persona arrogante puede parecer atractiva y agradable al inicio ya que suele transmitir una imagen de seguridad y confianza. Por eso, es normal que caigamos en sus redes, hasta que nos damos cuenta de que todo comienza a girar a su alrededor y dejamos de sentirnos bien en su compañía ya que cada vez nos sentimos más pequeños y menospreciados.
Ante la soberbia, se recomienda humildad: aprender a llevar una vida más sencilla en la que predomine el valor de lo importante, como el amor, la sencillez y la generosidad. Para ello, es importante trabajar la empatía, ese saber ponerse en el lugar del otro, aprender a recibir críticas y aceptar los errores y los defectos propios.
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