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LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA

 Carlo M. Cipolla

PRIMERA LEY FUNDAMENTAL
La Primera Ley de la estupidez humana afirma sin ambigüedad que: "Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”
A primera vista la afirmación puede parecer trivial, o más bien obvia, o poca generosa, o quizá las tres cosas a la vez. Considérese lo que sigue: Por muy alta que sea la estimación cuantitativa que uno haga de la estupidez humana, siempre quedan estúpidos, de un modo repetido y recurrente, debido a que:
1. Personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado se revelan después, de repente, inequívoca e irremediablemente estúpidas.
2. Día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La Primera Ley impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población: cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. 
LA SEGUNDA LEY FUNDAMENTAL
Las tendencias culturales que prevalecen hoy en día en los países occidentales favorecen una visión igualitaria de la humanidad. La genética y la sociología, sobre todo, se esfuerzan por probar, con una cantidad impresionante de datos científicos y formulaciones, que todos los hombres son iguales por naturaleza.
Las tendencias culturales que prevalecen hoy en día en los países occidentales favorecen una visión igualitaria de la humanidad. La genética y la sociología, sobre todo, se esfuerzan por probar, con una cantidad impresionante de datos científicos y formulaciones, que todos los hombres son iguales por naturaleza.
Hay la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, que hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son, y de que la diferencia no la determinan fuerzas o factores culturales sino los manejos biogenéticos. Uno es estúpido del mismo modo que otro tiene el cabello rubio; uno pertenece al grupo de los estúpidos como otro pertenece a un grupo sanguíneo. En definitiva, uno nace estúpido por designio inescrutable e irreprochable de la Divina Providencia.
Este hecho está expresado científicamente en la Segunda Ley fundamental, que dice que: "La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
La prueba de que la educación y el ambiente social no tienen nada que ver con la probabilidad una serie de experimentos llevados a cabo en muchas universidades del mundo. Podemos clasificar la población de una universidad en cuatro grupos: bedeles, empleados, estudiantes y cuerpo docente. Cada vez que se analizó el grupo de bedeles se halló que una fracción de ellos eran estúpidos. Teniendo en cuenta que el valor era más elevado de lo que se esperaba (Primera Ley). Pero al analizar los grupos más elevados se encontró que el mismo porcentaje dominaba también entre los empleados y los estudiantes. Más impresionantes todavía fueron los resultados obtenidos entre el cuerpo docente, se encontró que la misma fracción de profesores estaba formada por estúpidos. Fue tal la sorpresa ante los resultados obtenidos que se resolvió extender las investigaciones a un grupo especialmente seleccionado, a una auténtica 'elite' a los galardonados con el premio Nobel. El resultado confirmó los poderes supremos de la Naturaleza: una fracción de los premios Nobel estaba constituida por estúpidos. Este resultado es difícil de aceptar y de digerir, pero existen demasiadas pruebas experimentales que confirman básicamente su validez. La Segunda Ley Fundamental es una ley de hierro, y no admite excepciones. La población de los países del Tercer Mundo hallará consuelo en esta Segunda Ley, en la medida en que demuestra que los pueblos llamados' desarrollados' no son al fin y al cabo tan desarrollados. Guste o no guste esta Segunda Ley Fundamental, en cualquier caso, sus implicaciones son diabólicamente inevitables. Persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida, porcentaje que (de acuerdo con la Primera Ley) superará siempre las previsiones más pesimistas.
LA TERCERA LEY FUNDAMENTAL (LEY DE ORO)
La Tercera Ley presupone, aunque no lo enuncie explícitamente, que todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. 
La Tercera Ley aclara explícitamente que: "Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
A la vista de esta Tercera Ley, las personas racionales reaccionan instintivamente con escepticismo e incredulidad. El caso es que las personas razonables tienen dificultades para imaginar y comprender un comportamiento irracional. 
DISTRIBUCIÓN DE LA FRECUENCIA
La mayor parte de las personas no actúa de un modo coherente. En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.
Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una persona incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.
ESTUPIDEZ Y PODER
Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente sólo perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras.
La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales. Antes que nada, depende del factor genético. Algunos individuos heredan dosis considerables del gen de la estupidez. El segundo factor que determina el potencial de una persona estúpida procede de la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad. Entre los burócratas, generales, políticos y jefes de estado se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición de poder que han ocupado (u ocupan). ¡Ah!, y no nos olvidemos de los prelados.
La pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es cómo es posible que estas personas estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o de autoridad.
Las clases y las castas (tanto laicas como eclesiásticas) fueron las instituciones sociales que permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder en la mayoría de las sociedades preindustriales. Pero el lugar de las clases y las castas lo ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia. En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la fracción entre los poderosos. Hay que recordar que, según la Segunda Ley, la fracción de los votantes son estúpidos, y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás sin obtener ningún beneficio a cambio dé su acción. Estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos entre las personas que están en el poder.
EL PODER DE LA ESTUPIDEZ
No resulta difícil comprender de qué manera el poder político, económico o burocrático aumenta el potencial nocivo de una persona estúpida. Pero nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras, en qué consiste el poder de la estupidez.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal como está implícito en la Tercera Ley, una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que:
1. Generalmente el ataque nos coge por sorpresa.
2. Incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.
Dickens y Schiller al afirmar el uno que "con la estupidez y la buena digestión el hombre es capaz de hacer frente a muchas cosas", y el otro que "contra la estupidez hasta los mismos dioses luchan en vano".
Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora. El estúpido no está inhibido por aquel sentimiento que los anglosajones llaman self-consciousness. Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.
 LA CUARTA LEY FUNDAMENTAL
No hay que asombrarse de que las personas incautas, es decir, las que en nuestro sistema se sitúan y, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis de que a menudo tanto los inteligentes como los malvados, cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de auto complacencia y desprecio, en vez de inmediatamente preparar la defensa.
Todo esto aparece claramente sintetizado en la Cuarta Ley, que afirma que: "Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que, en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
 EL MACROANÁLISIS Y LA QUINTA LEY FUNDAMENTAL
Esta ley afirma que: "La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe".
El corolario de la ley dice así: "El estúpido es más peligroso que el malvado".
Todo esto nos sugiere algunas reflexiones sobre los resultados que se dan en las sociedades. Según la Segunda Ley, la fracción de gente estúpida es una constante, que no se ve influida por el tiempo, espacio, raza, clase o cualquier otra variante histórica o sociocultural. 
 Tanto si consideramos la época clásica como la medieval, la moderna o contemporánea, nos impresiona el hecho de que todo el país en ascenso tiene su inevitable porcentaje de personas estúpidas. 














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