Anne Givaudan
Demonizar: Atribuir a alguien o algo cualidades o intenciones en extremo perversas o diabólicas.
Los pensamientos emitidos con fuerza pueden dar resultados que sobrepasan nuestro entendimiento, es urgente que cesemos de dejarnos dominar, arrastrar o incluso desalentar por pensamientos nocivos
que van a debilitar automáticamente nuestro organismo psíquico o físico, atrayendo asimismo reacciones, acontecimientos y personas que hubiéramos evitado gustosamente.
En esta nueva dimensión, en la que apenas estamos empezando a entrar, el hecho de que nuestros pensamientos se plasmen cada vez con mayor celeridad puede acarrear una formidable cacofonía.
Somos creadores de nuestro mundo y esto es hoy más cierto que nunca.
Lo sentí con una nitidez extrema el día en que comprendí que la calidad de mis pensamientos podía influenciar el cuerpo espiritual que habitaba en los planos del alma. Me di cuenta de que mis pensamientos tristes o de desánimo me arrastraban irremediablemente a mundos que podríamos calificar de “bajo astral”.
Era importante que pudiera vivir estas experiencias para comprender el mecanismo sutil y la influencia que tienen nuestros pensamientos, y especialmente nuestras formas-pensamiento, en todos los ámbitos de nuestra vida.
Así fue como comprendí que cuando mis sentimientos eran alegres y amorosos, podía acceder a mundos infinitamente serenos y amables en donde me era posible entrar en contacto con seres luminosos.
El Amor me elevaba y me permitía acceder a mundos radiantes, mientras que todo lo que no emanaba de él me empujaba irresistiblemente hacia abajo.
Ya es hora de que dejemos de demonizar todo aquello que pueda suceder fuera del cuerpo físico. Si consideramos que la vida está en todas partes y que existen seres con los que podemos entrar en contacto, que no son menos reales que aquellos con los que compartimos nuestro día a día, entonces dejaremos de comportarnos como niños atemorizados por todo lo que nos resulta extraño.
Sabremos entonces hasta qué punto somos creadores de mundos a los que accedemos, igual que somos creadores del mundo físico en el que vivimos.
En tal caso, o bien todo es ilusión o todo es “real”, pero poco importa porque hemos aceptado entrar en estos mundos “ilusorios” para experimentar Amor Total.
Cuando lo hayamos comprendido, los locos ya no nos parecerán tan locos y la “psiquiatría” que aún no esté anclada en la prehistoria empezará a evolucionar.
Si se vive en medio de la demonización, donde la motivación de ira, miedo y desesperación prevalecen, es difícil que pueda emerger un futuro positivo
No demonices a tus adversarios. Los hace ponerse a la defensiva y menos receptivos a tus opiniones. Las personas responden a la arrogancia con su propia arrogancia, creando polarizaciones rígidas. Sé un principiante permanente y cuestiona constantemente tus propias opiniones. El ideal es que constantemente estemos abiertos a nuevos puntos de vista, que nos movamos de la certidumbre a la investigación constante. En una conversación, somos plenamente conscientes de la corrección de nuestras afirmaciones, pero normalmente siempre hay una porción de verdad en las afirmaciones de nuestros oponentes, aunque sea pequeña. Necesitamos poner especial atención en lo que negamos, porque ahí es donde a menudo están nuestros ‘puntos ciegos’.
“Tengo tantas cosas que hacer que no sé por dónde empezar, pero si no empiezo ya, luego será peor”. Empieza la demonización: “Mi jefe me va echar si no termino esto, no sirves para nada”. “Mis padres se van a decepcionar si no voy esta tarde, nunca tiene tiempo para la familia, inútil” … Si pensamos en esta y otras frases que orlan nuestro lenguaje, nos daremos cuenta de que vivimos enraizados en la inflexión del eterno condicional: si no hago esto es posible que…
¿Cómo la fobia al pobre y la meritocracia que la refuerza contribuyen a la fragmentación social, a la demonización? Muchos lectores se encogerán de hombros ante esta pregunta y pensarán que la sociedad siempre ha estado dividida y que este fenómeno forma parte de la naturaleza humana. Sin embargo, esta conducta es el resultado de cómo hemos construido o destruido nuestra convivencia, una convivencia sujeta ahora a grupos sociales definidos por su poder adquisitivo, viviendo en islas incomunicadas, a menudo virtuales, casi siempre haciendo menos a los que menos tienen. La minoría, por supuesto, recolecta los beneficios de la desigualdad y, el resto, sobrevive de forma cada vez más precaria. La polarización del discurso a menudo achacada a los líderes políticos encuentra una mejor ejemplificación en la élite que, desde su posición de poder, margina económicamente a la mayoría. El Estado es sólo una herramienta que usa el capital para multiplicarse y buscar, a toda costa, más beneficios. La élite pasa del mundo de los negocios al gobierno y viceversa. En un mundo de escaparate, en el que en apariencia sobran opciones, hay sólo un modelo de desarrollo, un monopolio que ha invadido todas las esferas de la acción privada y pública. Por esta razón cualquier polarización fomentada desde la élite en menosprecio y divulgación de deficiencias se traduce en una demonización masiva y destructiva.
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