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KIERKEGAARD Y LA ANGUSTIA

 

Para Kierkegaard, hemos de aceptar nuestra libertad, y también, el peso que esta conlleva: la responsabilidad. Es necesario dar el salto... aunque nadie dijo que fuera fácil.

Søren Kierkegaard fue el primero en observar una de las paradojas del ser humano al relacionar su libertad con una de sus principales dolencias: la angustia. Abriendo el camino para el existencialismo, el filósofo danés marcaría el curso que seguiría la filosofía en el siguiente siglo. Nos adentramos en su vida y su pensamiento.

Søren Aabye Kierkegaard, filósofo y teólogo danés (Copenhague 1813–1855). Recibió de su padre, quien influyó profundamente en él, una severa educación religiosa. Estudió Teología en Copenhague, donde se doctoró en 1840 con la tesis Sobre el concepto de la ironía, pero no consiguió la carrera de clérigo. En los años 1841 y 1842 estuvo en Berlín y fue alumno de Schelling. Posteriormente vivió en Copenhague y, gracias a un pequeño capital que le dejó su padre, pudo dedicarse a la creación de sus libros: publicó cerca de treinta obras, la mayor parte bajo seudónimo.

Su vida estuvo dominada, según sus propias manifestaciones, por angustias casi obsesivas,
relacionadas con alguna circunstancia familiar desconocida, a la que alude repetidamente. Fue también objeto de su angustiada preocupación el rompimiento, a causa de algún impedimento por su parte, del compromiso matrimonial con Regina Olsen.
“La vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante”. Søren Kierkegaard
Kierkegaard vivió justo en el desarrollo final de la guerra napoleónica. Dinamarca apoyó a Francia, lo que supuso el bombardeo de los barcos británicos desde la costa, e igualmente, una fuerte batalla con las tropas españolas. Esto desembocaría en que Dinamarca perdiese el territorio de Noruega, que terminaría formando parte de Suecia, lo que sumiría a Dinamarca en una grave crisis, no solo económica, sino también política.
A partir de esta depresión se desarrolló una excepcional época literaria en la historia de Dinamarca, en donde se encuentra nuestro filósofo. En esta crisis es en donde Kierkegaard desarrolla su filosofía existencialista que nos habla de la angustia.
Kierkegaard dice que el hombre es inevitablemente libre. Vivimos en un mundo en el que no estamos determinados y esto es lo que nos lleva a la angustia
Kierkegaard le habla al hombre concreto que sufre. Él se da cuenta de que cada persona es un ser único, y que este individuo está sometido a las cosas que le ocurren en su vida cotidiana, con lo cual cada existencia es una existencia única. Es por eso que el filósofo se da cuenta de que, si quiere describir y analizar a una persona en particular, a la que tiene que recurrir, antes que nadie, es a su propia persona y a su propia vida.
En El concepto de la angustia (1844) considera la existencia humana como una paradoja, debido a que el hombre está suspendido entre su propia finitud y la infinitud que se le revela de alguna manera. De la imposibilidad de resolver esta paradoja deriva la angustia. Más adelante veremos que la angustia tiene que ver con otro concepto al que llega Kierkegaard, que, si bien está relacionado con esta paradoja, es mucho más profundo y nos interpela a nivel personal sobre cuáles van a ser nuestras decisiones en la vida.
El pensamiento de Kierkegaard es uno de los principales precedentes del existencialismo, influyendo notablemente en otros filósofos como Heidegger, Jaspers, Sartre y Unamuno.
¿Qué es la angustia para Kierkegaard?
Kierkegaard habla de la angustia no desde un lugar de pasarlo mal, sino que analiza lo que significa la existencia, el “estar aquí”. No estamos determinados desde lo racional, ni desde lo biológico, sino que somos arrojados a este mundo con elementos y circunstancias que no podemos controlar, que son imponderables.
Esto es lo que nos supone un peso en nuestra vida, que inevitablemente nos lleva a la angustia.  En esta vida necesitamos tomar decisiones, y estas decisiones nos van a llevar a realizar ciertas actividades en detrimento de otras, pues no podemos abarcar todo al mismo tiempo. Tomar ciertas decisiones nos obliga a renunciar a otras actividades. Aquí nos encontramos con la angustia del devenir, con la angustia del qué será de nosotros y de nuestro futuro, en un mundo en el que nos encontramos vacíos y solos. Estas decisiones que debemos tomar son, por lo tanto, importantes, lo que hace que nos dé miedo equivocarnos. De allí la famosa frase de nuestro autor: «La angustia es el vértigo de la libertad».
Esta libertad, dice Kierkegaard, hay que aceptarla. Y también que la misma conlleva un peso, en el sentido de la responsabilidad por esa misma libertad. Para disfrutar de esta libertad hay que animarse a dar un salto, pero bien sabe Kierkegaard que el vértigo que implica ese salto no es nada fácil. Debemos tomar decisiones y tener fe en el camino que hemos elegido y afrontar esta angustia de la libertad, aceptarla, llevándola con nosotros.
Kierkegaard está buscando que vivamos una vida auténtica, aunque seguramente incluirá angustia. Pero bien vale la pena llevar esa carga, antes de llevar una vida inauténtica alejada de nuestro verdadero ser.






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