Concupiscencia es el deseo que el alma siente por todo aquello que le produce satisfacción. A pesar de que hoy en día creemos que la concupiscencia se refiere únicamente a cuestiones de índole sexual, el concepto es más amplio y atañe a todas las dimensiones de la conducta humana. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la concupiscencia es el deseo de los bienes terrenos y, en especial, el apetito desordenado de placeres deshonestos.
Para que una persona se deleite no se requiere que consiga todo aquello que desea, sino que se deleite en cada una de las cosas buenas que consigue, dentro del ámbito natural.
El término concupiscencia podemos exponer que deriva del cultismo “concupiscentia”, que puede traducirse como “ambición” o “codicia”. Un cultismo que, a su vez, deriva del verbo “concupiscere”, que es sinónimo de “codiciar de forma enérgica”.El término concupiscencia proviene del griego epithumia y del latín concupiscentia, que deriva de la forma verbal cupere y que significa desear ardientemente, ambicionar, ansiar, lo cual es una propensión natural de los seres humanos.
Cuando esos deseos dejan de ser de orden natural y pasan a ser un deseo desmedido, no en el sentido del bien natural y moral, sino en el que produce satisfacción carnal, es cuando la concupiscencia se convierte en un apetito bajo y contrario a la razón.
El objetivo del apetito sensual concupiscente es la gratificación de los sentidos, mientras que el apetito racional o natural es el bien de la naturaleza humana y, es el respeto de la razón a Dios.
La concupiscencia está siempre presente en la vida humana y posee un carácter ambivalente, aun cuando no podemos negar que usualmente se la presenta en su significado negativo de inclinación al mal.
En cuanto al desorden de la concupiscencia nos habla que el apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Así, desear comer cuando se tiene hambre, o calentarse cuando se tiene frío, son deseos buenos en sí mismos, pero con frecuencia no guardan la medida de la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y que pertenece o es debido a otra persona.
El concepto está vinculado a la moral y alude al anhelo exagerado de satisfacer deseos físicos, alejados de lo espiritual y de la conciencia.
Puede decirse que la concupiscencia es el deseo desmedido de satisfacción carnal. Este apetito, que suele relacionarse con lo sexual, resulta opuesto a lo racional. Lo concupiscente gratifica los sentidos.
Podemos establecer que, aunque se asocia, sobre todo, con lo que son los deseos carnales, sexuales, también es concupiscencia el deseo irrefrenable a tener bienes terrenales.
La concupiscencia se encuentra en el cerebro mamífero- límbico- hormonal- ego- iniquidad y mente, y es aquí donde se anidan los rencores, las envidias, las arrogancias, el deseo desenfrenado del poder, y de la avaricia, también lo apasionar, y sexual y hormonal, y todo o que dañe respecto a lo negativo de nuestra integridad. Es como un apetito desordenado de placeres. Y sabemos que siempre ha existido en el ser humano, porque este apetito esta dentro de nosotros.
El ser humano fue, es y será un ser muy ambicioso para obtener el poder mal fundamentado, y no todos los seres humanos estamos preparados, disciplinados para obtener el poder, y cuando no tenemos las bases sólidas, de una integridad, es cuando el mismo poder nos gana, nos desplaza, y entonces llegamos hacer esclavos del mismo poder, porque cuando aceptamos, todavía no estamos preparados para ese poder
ORIENTACIONES DE LA CONCUPISCENCIA
A lo largo de la historia del pensamiento teológico se dan dos orientaciones de fondo en la comprensión de la concupiscencia. La primera, fuertemente influenciada por el helenismo griego, hace remontar la concupiscencia a la conflictividad entre el espíritu y la materia que está presente en el hombre. A pesar de estar orientado hacia el bien y la verdad, el espíritu del ser humano está fuertemente condicionado por la tendencia a las cosas sensibles y al placer. Bajo esta perspectiva, la concupiscencia se configura como un conjunto de inclinaciones espontáneas e irracionales, que se escapan del control de la razón, o que puede conducir al hombre a lo que la razón misma juzga que no es bueno. La segunda orientación concibe la concupiscencia como la deficiencia o el debilitamiento de la capacidad de dirigirse con equilibrio y decisión hacia el bien o hacia los fines justos. Ello no debe entenderse como un signo de la falta de armonía, que es consecuencia de la debilidad de la razón y de la libre voluntad, que no logran someter a las fuerzas inferiores, sino que incluso se ven absorbidas por ellas. Como enseña Tomás de Aquino, la vida moral alcanza su cima cuando todo el hombre se orienta hacia el bien. El propio Tomás de Aquino dice: “… entra dentro de la perfección misma del bien moral y que el hombre se dedique a él, no sólo con su esfuerzo volitivo, sino también con el sensitivo” (Suma Teológica I-II, 82).Pero esto requiere equilibrio, madurez y realismo. Las pasiones pueden realmente obstaculizar el camino hacia la madurez y la perfección humana, bien sea impidiendo la decisión justa, bien confundiendo a la inteligencia en el reconocimiento de la verdad, o bien frenando el impulso de la voluntad hacia el bien auténtico.
CONCLUSION
Desear no es malo en sí mismo. Gracias el deseo aspiramos a conocer, a poseer o a disfrutar los bienes. Agrandar el deseo es aumentar nuestra capacidad de recepción. Pero si este deseo es en exceso vehemente, impetuoso o irreflexivo, o si es contrario a la razón, entonces el deseo se vuelve peligroso. En este caso se parece a lo que el vocabulario cristiano denomina concupiscencia, o sea, el deseo de los bienes terrenales o el apetito de los placeres deshonestos.
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