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INCONSCIENCIA

La inconsciencia es una cualidad o estado mental que afecta a una persona. El inconsciente es un concepto muy utilizado en el campo de la psicología. Se utiliza cuando una persona desarrolla comportamientos que pasan inadvertidos, incluso, para la propia persona. Es decir, estas acciones no dependen de la voluntad del individuo. Hablar sobre el inconsciente, o estado de inconsciencia, no es una tarea sencilla. Y es que hablamos de un término que se refiere a aquello que sucede a nivel mental, pero que pasa desapercibido para el propio sujeto, que no es consciente. 

Para hacernos una idea, imaginemos cuando una persona nos toca la cara, o tiene intención de hacerlo, y, de forma inconsciente, cerramos los ojos. Nuestro cerebro, al ver la amenaza, se encargó de ordenar a los ojos que se cerrasen, sin necesidad de plantearnos la acción a realizar.

El ser humano realiza acciones o comportamientos conscientes o inconscientes. En los primeros está presente, toma conciencia de lo que está realizando o lo ha planificado previamente para ejecutarlo. Cuando se habla de comportamientos inconscientes, la persona los ejecuta de manera automática sin darse cuenta de que están sucediendo. Por ejemplo, cuando estamos respirando.

En otras ocasiones, este término está haciendo referencia a aquella persona que actúa de forma imprudente, sin medir las consecuencias de sus actos, así como el riesgo de los mismos. También, hace referencia a aquella persona que ha perdido el conocimiento y, por ende, no puede percibir aquello que le rodea.

¿Cómo funciona el inconsciente?
Así pues, el inconsciente funciona de la siguiente forma:
El inconsciente graba y guarda cada detalle referente a las situaciones que vivimos diariamente. Es como el disco duro de un ordenador, donde queda todo almacenado.
Los pensamientos, las sensaciones, las emociones o las experiencias se guardan en el inconsciente. Y todo ello, sin que el sujeto lo sepa.
Esa información que queda registrada sirve de base para que nuestra mente pueda reaccionar ante determinadas situaciones. Si con la información registrada en el inconsciente nuestra mente evalúa que una situación es peligrosa, se activarán los mecanismos necesarios para actuar en consecuencia. 
La mente no distingue de sí algo es real o no. Por ejemplo, cuando imaginamos una situación desagradable se reviven sentimientos y recuerdos similares a los que ocurrieron en ese momento.
El inconsciente no hace juicios de valor y está siempre conectado con el presente.
El inconsciente se identifica con el yo, no con lo que le ocurre a los demás, sino con las experiencias que vive uno mismo.
La mente inconsciente es más inteligente de lo que crees
La mente inconsciente define lo que eres. En ella se depositan tus habilidades automáticas, tus aprendizajes, todos tus recuerdos experimentados, tus deseos más profundos y la esencia de tu personalidad única y excepcional.
En la actualidad, es imposible concebir el cerebro y nuestro funcionamiento sin la presencia de la mente inconsciente. Sin embargo, es común seguir albergando ideas algo sesgadas sobre lo que es esta área, esta dimensión tan decisiva en del ser humano. Hay quien sigue dando por sentado que es como un baúl en el que escondemos nuestros deseos ocultos, traumas o pulsiones.
A lo largo del siglo XIX, se veía este concepto como lo opuesto a la conciencia o la razón. Se asociaba al universo de la locura, de lo que está oculto y conforma poco más que el lado tenebroso de la psique. 
La amplia investigación científica demuestra que buena parte de la actividad mental se lleva a cabo de manera inconsciente. Gran parte de lo que hacemos es automático y regido por esa área desconocida aún, pero decisiva en todos los sentidos.
LA MENTE INCONSCIENTE TIENE EL CONTROL DE CASI TODO LO QUE HACES
Para entender el poder y la trascendencia de la mente inconsciente, debemos tener presente: 
El cerebro es un órgano hiperactivo que nunca descansa y que lleva a cabo multitud de tareas. Su gasto energético es enorme. Por tanto, necesita de un “aliado” que lleve a cabo tareas básicas por él de manera automática, sin que nuestra atención esté pendiente.
Debemos dejar a un lado la clásica idea de que esta dimensión se limita a albergar pulsiones y deseos ocultos. Lo que hace el inconsciente es ocuparse de buena parte del trabajo pesado del pensamiento. Por decirlo de un modo más sencillo, el cerebro necesita un procesamiento paralelo e inconsciente, porque no podemos ser conscientes de todo lo que hacemos en nuestro día a día.
Leer, conducir, ir en bici, escribir, saber que Moscú es la capital de Rusia, que After Dark es un libro de Murakami o que me gusta más el té verde que el té rojo son dimensiones que controla esta dimensión. En cuanto adquirimos un aprendizaje, se asienta un recuerdo o descubrimos algo que nos gusta, esa información queda automatizada y regida por la mente inconsciente.
La falsa sensación de control que tienes en todo lo que haces
Las personas tenemos la inocente sensación de que tenemos pleno control sobre todo lo que hacemos. Nos levantamos por la mañana, nos duchamos, cogemos el metro, vamos a trabajar, comemos, nos relacionamos, tomamos decisiones…  Como es de esperar, suponemos que la vida consciente es eso: desenvolvernos de manera eficaz en nuestra cotidianidad.
Sin embargo, buena parte de lo que hacemos responde a actos automáticos. Esto mismo ya lo demostró el padre de la psicología científica, William James. En el momento en que determinadas acciones o procesos se aprenden y realizan con frecuencia se vuelven automáticos. Tanto es así, que buena parte de lo que hacemos escapa a nuestro control consciente.
Un ejemplo, sabemos que las primeras 10 veces que un pianista ensaya una pieza musical, debe pensar en ella, focalizarse de manera atenta en la partitura. Ahora bien, al final, la acabará desempeñando de manera automática e inconsciente.
Tal y como demostró el psicólogo y Premio Nobel Daniel Kahneman, el cerebro tiene una cantidad limitada recursos cognitivos y necesita que una amplia parte de tareas sean automáticas e inconscientes…
Muchas de nuestras decisiones son inconscientes, no nos detenemos a analizar cada variable y cada dato porque hacerlo nos llevaría tiempo que no siempre tenemos. Necesitamos de este mecanismo para reaccionar de manera rápida a las necesidades de nuestro entorno.
La inteligencia también necesita de la mente inconsciente
Llegados a este punto, es probable que más de uno se haga una pregunta. Si actuamos casi siempre regidos por la mente inconsciente, ¿nos hace esto menos inteligentes? ¿Dónde queda nuestra capacidad de control para actuar de manera inteligente?
En este tema hay singulares matices que vale la pena entender. Trabajos de investigación como los realizados por la doctora Elizabeth Loftus, matemática y psicóloga de la Universidad de Stanford, nos indican algo importante. 
La inteligencia también debe echar mano de aprendizajes ya integrados, recuerdos y hasta de intuiciones. Es cierto que la razón compleja necesita de planificación, razonamiento lógico, análisis profundo y un pensamiento consciente. Sin embargo, en esa artesanía psicológica de alto nivel, también debemos echar mano de lo que no es consciente y edifica también todo lo que somos.
Para concluir, concibamos el inconsciente como algo más que esa parte de la psique donde se esconde todo lo que reprimimos. Esta área también es una aliada de nuestra inteligencia.








 

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