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LA REGULACIÓN EMOCIONAL

Por qué la “inteligencia emocional” está fuera y la interocepción está de moda

La idea de que las personas necesitaban desarrollar su “inteligencia emocional” se convirtió en una moda de la ciencia popular en los años 90 y principios de los 2000. El crecimiento de este concepto comenzó con un artículo de investigación real publicado en 1990. En ese artículo, los autores definen la Inteligencia Emocional (IE) como,

“…un conjunto de habilidades que se supone contribuyen a la evaluación y expresión precisa de las emociones en uno mismo y en los demás, la regulación efectiva de las emociones en uno mismo y en los demás…” — Salovey & Mayer

Un punto interesante planteado, del que parece que nos hemos alejado, a pesar de la fuerte evidencia que respalda la afirmación: El aprendizaje social interactúa con la capacidad de introspección y de formar proposiciones coherentes sobre la base de esa introspección.

En lenguaje sencillo, la capacidad de “ mirar hacia adentro ”, o percibir nuestras experiencias internas , darles sentido a nosotros mismos y luego describirlas a los demás de una manera que puedan entenderlas.

La base para la introspección o el estudio de nuestros sentimientos internos es la interocepción : la capacidad de notar, interpretar y explicar nuestros procesos internos.

En 1998, llegó Daniel Goleman, quien decidió que todo este concepto de inteligencia emocional definitivamente podía explotarse con fines de utilidad. Tomó la idea original y la aplicó al lugar de trabajo.

Aprovechando la moda de la “autoayuda”, Goleman afirmó “revelar las habilidades que distinguen a las personas estrella en todos los campos” y, por supuesto, “proporcionar pautas para cultivar estas capacidades”.

En la ciencia conductual ha sido abordada principalmente por dos perspectivas terapéuticas: la cognitiva-conductual y el análisis clínico conductual. La primera de ellas atiende a aspectos de tipo mediacional para la explicación y la segunda a conceptos del análisis del comportamiento. Las diferencias en estos dos puntos de vista, para explicar este fenómeno dentro de una aproximación conductual, han derivado en dos problemas principales: (a) no existe una definición unificada de la Regulación emocional y (b) los mecanismos explicativos son inciertos. 

El término disregulación emocional se refiere a dificultades en la habilidad para regular o modular la emoción. En relación con ello algunos autores (Albert, López-Martín, Fernández-Jaén, & Carretié, 2008; Caycedo, Gutiérrez, Ascencio & Delgado, 2005; Costello, Mustillo, Erkanli, Keeler, & Angold, 2003; Coté, Gyurak, & Levenson, 2010; Marquéz-González, Fernandéz, Montorio, & Losada, 2008; Sheffield, Silk, Steinberg, Terranova, & Kithakye, 2010) proponen que el manejo de esta dificultad en la habilidad para regular o modular la emoción, implicaría la realización de intervenciones que favorezcan el desarrollo de la Regulación emocional. 
La Regulación emocional en las aproximaciones cognitivoconductuales Para la terapia cognitivo-conductual, la Regulación emocional incluye la capacidad para modular la respuesta fisiológica -relacionada con la emoción-, la implementación de ciertas estrategias para dar una respuesta ajustada al contexto y la organización de estas estrategias para lograr metas a nivel social (Thompson, 1994). Gross (1998, 1999), definió la Regulación emocional como un proceso por medio del cual las personas ejercen una influencia sobre las emociones que experimentan, sobre cuando suceden y sobre cómo se experimentan y se expresan hacen un mayor énfasis en el papel de la Regulación emocional, como una habilidad, que favorece el funcionamiento del individuo en su contexto social. Estos autores describen tres tipos de procesos de regulación que lo permiten: (a) regulación de la emoción, (b) regulación del contexto y (c) regulación de la conducta iniciada por las emociones. sus emociones, incluso algunos autores señalan que las personas difieren en su habilidad para atender, procesar y actuar de acuerdo con sus emociones (Mennin, 2005, citado por, Orsillo & Roemer, 2005). Desde algunas perspectivas la Regulación emocional podría ser entendida de manera análoga como inteligencia emocional (Brenner & Salovey, 1997; Extremera, Durán, & Rey, 2007; Jiménez & López-Zafra, 2008; Pérez, 2006), que implicaría cuatro niveles de interacción de conductas relacionadas con la emoción, estas son: (a) la percepción, evaluación y expresión de la emoción, (b) el efecto facilitador de las emociones con respecto al pensamiento, (c) la comprensión y análisis de las emociones utilizando el conocimiento emocional y (d) la regulación reflexiva de las emociones para promover el crecimiento intelectual y emocional. 
La Regulación emocional ha sido uno de los temas abordados, dada la importancia que parece tener en varias áreas aplicadas como la psicología clínica y del desarrollo. No obstante, el abordaje hecho hasta ahora ha resultado limitado, pues la mayoría de investigaciones se han centrado en intervenciones para promover la Regulación emocional, pero la definición y las explicaciones de este fenómeno son poco claras, en términos de sus características y la forma en que se relaciona con el contexto. En cuanto al distanciamiento de una visión funcional, se puede ver cómo la definición de la Regulación emocional brindada por Linehan y Koerner (1993) se encuentra centrada en las morfologías del comportamiento, y aunque mencionan factores contextuales que posiblemente pueden estar relacionados con esta no se muestra investigación que dé cuenta de esto. Linehan y Koerner (1993) sumado a lo anterior, mencionan que depende tanto de factores genotípicos como contextuales. 
Sin embargo, su teoría presta mayor atención a la vulnerabilidad biológica, como eje fundamental de la explicación, mencionando el papel del ambiente genotípico como aspecto central, y dejando un menor papel al contexto socio-cultural, aunque mencionan que ha de tenerlo en cuenta para comprender cómo se desarrolla haciendo énfasis en el papel del ambiente invalidante (el papel de la familia como contexto socio-cultural en el que se dan o limitan ciertas prácticas de expresión emocional o de reconocimiento de las propias emociones), como contexto que determina los problemas en la regulación -como se evidenciará con mayor claridad más adelante. Se menciona que el contexto puede ser tanto social como físico, y que es posible que se relacione tanto con las dificultades de regulación como también con la vulnerabilidad emocional. En cuanto a los ambientes próximos en el desarrollo como la familia, se ha encontrado que en aquellas en las que se suele actuar de manera errática, insensible o responder extremadamente ante los eventos privados, sus miembros suelen desarrollar dificultades con mayor frecuencia (Linehan & Koerner, 1993; Shearin & Linehan, 1994). Contrario a lo que sucede con personas en familias en las que se habla de manera abierta, exitosa y válida de los eventos privados. Además, señalan que los problemas en Regulación emocional suelen incrementarse cuando los individuos empiezan a actuar en contextos en los que se discrepa sobre lo que se ha de hacer a nivel emocional (Linehan & Koerner, 1993). Aunque la teoría hace énfasis en los posibles factores implicados en la predisposición y adquisición de la Regulación emocional, también señala que hasta el momento no son claros los mecanismos que explican tales procesos junto con el mantenimiento de los problemas (Linehan & Koerner, 1993). De esta manera tal aproximación menciona aspectos relevantes con respecto a la posible relación entre la herencia filogenética y el ambiente, pero deja ver la necesidad de hacer investigaciones que den cuenta de los procesos psicológicos que expliquen la Regulación emocional.




 

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