Se trata de una práctica peligrosa con muchas secuelas en el bienestar Si tienes la costumbre de revivir tus conversaciones, rumiar tus decisiones y preocuparte por situaciones hipotéticas, es muy probable que le estés dando demasiadas vueltas a la cabeza.
Esta tendencia obsesiva se ha vuelto una especie de epidemia. Un estudio de la Universidad de Michigan ha descubierto que el 73% de los adultos de entre 25 y 35 años pasan demasiado tiempo rumiando pensamientos obsesivos, así como el 52% de las personas de entre 45 y 55 años. Las investigaciones demuestran que muchas de estas personas creen que se están haciendo un favor al rumiar sus pensamientos, pero lo cierto es que es una práctica peligrosa con muchas secuelas en el bienestar.
Tal y como explica David Spiegel, director del Centro para el Estrés y la Salud del hospital Stanford Health Care, “a veces, preocuparse por el problema es mucho peor que el propio problema”.
Esto es lo que le pasa a tu cuerpo cuando piensas demasiado.
Es menos probable que actúes
Cuando te obsesionas con un pensamiento, tu mente crea tantas opciones, posibilidades y escenarios que te hace imposible tomar una decisión, un concepto llamado parálisis del análisis.
“Te puedes obsesionar con posibles escenarios que igual nunca llegan a suceder, simplemente preocupándote por posibles desenlaces, y eso puede paralizarte o impedirte actuar”, asegura Rajita Sinha, directora del Yale Stress Center. Si no lo intentas, no puedes fracasar, que puede ser la mayor preocupación, pero tampoco tendrás éxito. Cuando por fin hayas tomado una decisión, tal vez no sea la más adecuada por todas las ideas revueltas que has estado considerando.
“Tu instinto acaba sobrecargado porque tienes demasiado que considerar y tal vez acabes tomando una decisión que en ese momento no es la más adecuada”, corrobora Laura Price, profesora asistente en el departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York.
Pierdes creatividad
Un estudio británico descubrió que cuando ciertas partes del cerebro y ciertos procesos cognitivos están en calma, tienes más creatividad. Pensar demasiado las cosas puede crear un mal hábito mental, tal y como señala el estudio; puede hacer que te quedes atascado o sin ideas ni nuevas soluciones. Aunque es cierto que a veces sí que es útil, también puede surtir el efecto contrario al deseado y crear obstáculos mentales que te impidan usar la imaginación.
Otro estudio de Stanford llegó a la misma conclusión. Mientras los participantes del estudio se encontraban en una máquina de resonancias magnéticas, les pidieron que dibujaran una serie de imágenes, algunas sencillas y otras, más complicadas. Cuanto más complicadas eran las imágenes, más tenían que pensar los participantes y menos creativos eran sus dibujos. Y a la inversa: cuanto más sencillos eran los dibujos que les solicitaban, más creativos eran.
En resumen, que pensar demasiado encorseta la creatividad.
Tus niveles de energía descienden
Darle vueltas a la cabeza consume mucha energía. Tu cerebro no deja de generar pensamientos y escenarios nada productivos.
“El esfuerzo mental, cuando no tiene ninguna válvula de escape, se vuelve agotador y te deja extenuado porque pasas demasiado tiempo en tu mente”, explica Price.
Spiegel añade que cuando piensas demasiado y te estresas por ello, el organismo produce cortisol, la hormona del estrés. Con el tiempo, esa liberación constante de cortisol provoca agotamiento y desgaste.
“Es como conducir el coche llevando una marcha incorrecta. El motor seguirá trabajando, pero no llegarás muy lejos”, compara Spiegel.
Duermes peor
Muchas de las personas que no dejan de darle vueltas a la cabeza tienen problemas para dormir, ya que siguen pensando y pensando en vez de desconectar y cerrar los ojos.
Tu organismo necesita alcanzar un estado de calma antes de dormir. El corazón se tiene que calmar, la tensión tiene que bajar y la respiración también tiene que ralentizarse. Analizar las cosas te activa, sobre todo cuando piensas en situaciones que provocan ansiedad. Esta mala costumbre impide que tu organismo alcance la tranquilidad que necesita para dormir, sostiene Spiegel.
Una vez que tu sueño se ve afectado, es fácil quedar atrapado en una espiral de agotamiento y falta de sueño.
“Si no duermes, tendrás menos energía, realizarás menos actividad física y tu sueño empeorará aún más”, explica Spiegel.
Tus ganas de comer cambian
Pensar demasiado las cosas puede afectar en gran medida a tu apetito. A algunas personas les quita el apetito y a otras se lo aumenta. Esta última posibilidad es muy frecuente.
Spiegel lo llama “hambre emocional” y asegura que a mucha gente le pasa porque les distrae e incluso les relaja. Muchas personas tienden a recurrir a los alimentos más sabrosos y menos saludables cuando están estresadas, afirma, y recuerda que hay un motivo por el que a los alimentos altos en grasas y azúcares los llaman “comida reconfortante”.
Adicionalmente, el cortisol (la hormona del estrés de la que se ha hablado antes) incrementa el apetito y la motivación por comer, según la Universidad de Harvard.
Qué tienes que hacer para recuperar el control
El primer paso es darte cuenta de que los pensamientos se te están yendo de las manos. Un truco: si estás pensando en más de tres escenarios hipotéticos, estás dándole demasiadas vueltas.
A continuación, tienes que encontrar una forma de distraerte con tu cuerpo para liberar tus sistemas cognitivos (salir a correr o hacer yoga). Price utiliza la respiración diafragmática o respiración abdominal profunda con sus pacientes. Esto ayuda a reducir el ritmo cardíaco, a ralentizar la respiración y a recuperar la conciencia de tu propio cuerpo, lo que, además, te aclarará la mente.
También recomienda empezar un registro de preocupaciones: 20 minutos antes de dormir, haz una lista con todo lo que te preocupa o lo que tienes que hacer.
“El proceso de escribirlo a mano (no teclearlo) surte un efecto en tu cerebro que te ayuda a salir de esa espiral”, señala Price.
Hablar con, un amigo o un ser querido te puede mostrar una perspectiva nueva para que te des cuenta de que algo que parecía terrible o complejo no lo es, a fin de cuentas.
Por último, el mindfulness o la meditación también pueden ayudar a descongestionar tu mente, aunque necesitarás un poco de práctica y paciencia.
“No combatas el problema, deja que fluya como si vieras pasar una tormenta”, concluye Spiegel.
NO INTENTES SACAR DE TU CABEZA LO QUE NO SALE DEL CORAZÓN
Dicen que querer olvidar es recordar para siempre y llevan toda la razón. Pretender deshacerse de nuestros sentimientos es una aventura que puede acabar en tragedia. Un suicidio emocional, una verdadera locura…nuestra mente está llena de muchos sucesos y no deja de pensar.
Lo cierto es que no es lo mismo intentar olvidar un pensamiento que un sentimiento o una emoción. Lo primero podemos conseguirlo, basta con habituarse a pensar en otras cosas, a imaginar o a decirnos “PARA o STOP” cuando algo acude a nuestra mente.
Sin embargo, intentar suprimir nuestras emociones y lo que estas conllevan es negarnos la realidad y no asumir los aprendizajes que se nos plantean. O sea, que intentar inhibir o deshacernos de lo que sentimos a toda costa fomenta todo aquello que pretendemos evitar.
“Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.” -Pablo Neruda-
5 MOTIVOS POR LOS QUE TU MENTE NO TE DEJA DESCANSAR
El político estadounidense y ex-presidente Franklin D. Roosevelt afirmó una vez que ‘los hombres no son prisioneros del destino, sino prisioneros de su propia mente’. Algo que suena muy veraz, sobre todo si en algún momento has sentido que tu mente no te deja descansar.
Para explicar este fenómeno, vamos a hacernos eco de los postulados de la psicóloga Maite Finch. Lo cierto es que en estados de ansiedad o estrés, la neuroquímica del cerebro cambia.
En casos concretos, la amígdala cerebral envía órdenes adecuadas al sistema mente-emociones. Pero, ¿qué sucede si este estado de ansiedad o estrés se activa cuando en realidad no es necesario estar alerta?
A veces, nuestras interpretaciones de la realidad y el cómo la vivimos puede activar patrones similares de neuroquímica cerebral. Así, estos patrones de pensamiento nos pueden llevar a sufrir un constante estado de malestar y ansiedad.
Motivos por los que tu mente no te deja descansar
Maite Finch considera que existe una serie de motivos por los que tu mente no te deja descansar. Vamos a ver cómo se articulan para que puedas trabajar con ellos.
Evita el pensamiento polarizado: blanco o negro
A veces, algo nos parece magnífico, brillante y espectacular. En otras ocasiones, en cambio, todo parece horrible, oscuro y excesivamente negativo. Así sería, más o menos, pensar en blanco y negro, creyendo en extremos, sin término medio, sin escala de grises intermedia.
Si piensas en blanco y negro, según Finch, solo tienes dos patrones de pensamiento, o todo muy malo o todo muy bueno. Es decir, que cuando se cumplen tus expectativas, todo será genial. Pero cuando no, todo será terrible y tendrás esa coz en forma de eco que no te dejará en paz.
Razonamiento emocional
Vamos con otro de los motivos por los que tu mente no te deja descansar. Finch lo considera como razonamiento emocional. Este caso implica que la toma de decisiones no está tan condicionada por la lógica o la intuición, sino por cómo te sientes.
Es decir, serán las emociones -sin gestión ni control- las que tengan un mayor peso en la balanza. Así, si te sientes mal, juzgarás a personas y situaciones de forma negativa. A su vez, estas situaciones, por tu actitud y disposición, tenderán a confirmar tus hipótesis. De esta forma, se cerrará un círculo que tenderá a retroalimentarse.
Visión de túnel
Finch considera que se tiene visión de túnel cuando el patrón de pensamiento se rige por las vivencias más complicadas de la vida. Es decir, asocias a tus relaciones y a todo cuanto te sucede con un determinado momento, normalmente de dificultad.
Así pues, tu mente está en constante alerta para reconocer personas y situaciones negativas, destinando la mayoría de los esfuerzos a protegerte de posibles amenazas. Tu foco de atención se centra únicamente en la detección de peligros, malestar y situaciones estresantes.
O sea, que tu mente vive constantemente buscando situaciones o circunstancias malas. Este nivel de vigilancia y alerta es tan marcado que sesga la percepción, el pensamiento y cualquier otro tipo de actitud que no esté en sintonía.
Pensamiento demasiado positivo
El optimismo empieza a jugar en nuestra contra cuando empieza a constituir una venda opaca frente a los problemas. También lo hace cuando elimina por completo la prudencia de nuestra manera de actuar o cuando este optimismo se basa únicamente en un pensamiento de suerte.
Por otro lado, un optimismo ilusorio o exagerado puede, al pensar que todo saldrá bien, impedir que generemos un plan b por si algo falla. También puede impedir que realicemos diferentes adaptaciones cuando los resultados que obtenemos no son los planificados.
Personalización
También se puede dar el caso de que personalicemos constantemente. Es decir, todo cuanto ocurre malo a nuestro alrededor es nuestra culpa. Si somos así, viviremos en un estado constante de ansiedad, pues los acontecimientos negativos se suceden en el mundo.
Pero, según Finch, hemos de tener muy claro que no todo depende de nosotros. Es necesario compartir responsabilidades. Además, si nos martirizamos constantemente por los errores, proyectaremos una gran ansiedad hacia el futuro.
Comentarios
Publicar un comentario