La bondad es, tal y como la definen la mayoría de los diccionarios, la calidad de lo bueno que alguien sea, es decir, la tendencia natural a hacer el bien espontáneamente o, al menos, la resistencia a hacer el mal. Obviamente, esta palabra proviene de “bueno”, que en latín era bonus, y a su vez provenía de duonos, “eficiente” o “correcto”.
La bondad hoy es un concepto moral complejo, en el que tienen cabida otras nociones como generosidad, amabilidad, respeto, consideración, empatía, apacibilidad, lealtad, honestidad y responsabilidad. Ello se debe a que la noción misma de “lo bueno” ha variado inmensamente a lo largo de la historia, a medida que también lo hacían las culturas y religiones, es decir, los códigos éticos y de conducta socialmente valorados.
Por ejemplo, en la Antigua Grecia se sostenía que lo bueno debía ser siempre bello y verdadero a la vez, distinguiéndolo así del placer y asociándolo a la virtud, o sea, a lo armónico y equilibrado. Por eso, según los filósofos clásicos, la conducta humana debía regirse por lo proporcionado, o sea, por lo mesurado.
Así, los griegos no hablaban de bondad, sino de eudaimonía, término traducible como “felicidad” o “prosperidad”, el estado de mayor satisfacción del ser humano. Además, lo vinculaban de diferentes maneras a la areté o virtud, y a la frónesis o sabiduría práctica.
Sin embargo, la visión de la bondad que imperó en Occidente estuvo fuertemente determinada por el cristianismo, cuyos preceptos fueron ley durante todo el Medioevo europeo. Para el cristianismo, ello estaba determinado por Dios, cuya voluntad regía el universo, pero que al mismo tiempo brindaba al ser humano un libre albedrío que podía emplear para hacer el bien o para hacer el mal.
Dicha noción del bien fue revolucionaria, especialmente, porque democratizó la virtud. En el mundo precristiano, donde los nobles y aristócratas nacían virtuosos y los esclavos en cambio nacían deshonrados, las posibilidades de hacer el bien no eran las mismas.
En cambio, según el credo cristiano, todos los seres humanos somos hechos a la imagen y semejanza de Dios, y somos fruto del mismo pecado original, de modo que nos definimos moralmente más por nuestras acciones, que por nuestros orígenes.
Esto último fue clave para la idea moderna de la bondad, como sostuvo posteriormente el filósofo alemán Immanuel Kant, según la cual lo bueno no puede juzgarse sin tomar en cuenta la voluntad del individuo, puesto que, si estuviéramos obligados a obrar de alguna manera determinada, se perderían las nociones mismas de bondad y maldad, pues no existiría ninguna alternativa.
Hacer el bien es, pues, elegir hacer el bien, y especialmente cuando no hay ningún tipo de recompensa inmediata a recibir, es decir, cuando no ganamos nada con semejante decisión.
Bondad como valor
Como todos los valores morales, en la práctica la bondad no es un concepto absoluto y universal, sino que depende mucho del punto de vista.
En general, tendemos a pensar que no: que la bondad y la maldad se juzgan a corto plazo y sin relación a sus resultados finales, sino únicamente a la intención misma de quien las realiza, tal y como vimos anteriormente respecto a Kant y el cristianismo. Es a eso a lo que se refieren frases como “la intención es lo que cuenta” y, paradójicamente, como “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”.
Sin embargo, la bondad se considera un valor supremo que puede traducirse en muchas formas de actuar en beneficio de los demás y no en el propio, llegando incluso al sacrificio del propio bienestar con tal de hacer del mundo un sitio mejor. A quienes abrazan este tipo de conductas, los llamamos “bondadosos” o simplemente “buenos”.
Bondad en la Biblia
La noción de bondad en la Biblia se encuentra fuertemente vinculada a Dios como ejemplo e inspiración para sus fieles. En ese sentido, puede variar entre el Antiguo Testamento, cuyo Dios se muestra en los relatos más vengativo y terrible, y el Nuevo Testamento, cuyo Dios en cambio se muestra misericordioso, dispuesto al perdón y al sacrificio amoroso.
Así, mientras que el Dios del Antiguo Testamento era capaz de actos terribles, como la destrucción de ciudades enteras, el Dios de Cristo se muestra dispuesto a sacrificar a su propio hijo, Jesús de Nazaret, para purgar los pecados de la humanidad y permitirle un nuevo chance de retomar el camino de la salvación.
O como lo dice el Evangelio de San Lucas: “Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos.”
La bondad es una de las fuerzas más poderosas del mundo. No es exagerado decir que gracias a la generosidad de muchas personas estamos aquí, leyendo sobre esto
La bondad es una de las virtudes más valiosas porque es fuente de satisfacción tanto para quien la práctica como para los que se benefician de ella. La historia de la humanidad está llena de episodios crueles, pero también de actos bondadosos que incluso han cambiado el curso de los acontecimientos y transformado por completo la vida de muchas personas.
Uno de los actos de bondad más conocidos fue el de Oskar Schindler, que inspiró la famosa película La lista de Schindler. Este hombre logró salvar la vida de unos 1200 judíos, durante la Segunda Guerra Mundial, poniéndose en riesgo a sí mismo. Por eso se le dio el título de «Justo entre las Naciones», en 1963.
Otro de los episodios en los que ha brillado la bondad ocurrió en 2020. Los irlandeses donaron una gran cantidad de dinero a las familias Navajo y Hopi, dos comunidades indígenas estadounidenses, que estaban muy empobrecidas por la crisis de salud. Lo hicieron como respuesta a la generosidad de estas comunidades, que en 1847, y a pesar de ser muy pobres, reunieron 170 dólares y los enviaron a Irlanda para ayudar durante La Gran Hambruna. Veamos otras curiosidades sobre la bondad.
El antropólogo Oliver Curry, de la Universidad de Oxford, sostiene que la bondad está arraigada en nuestra esencia como especie, ya que el ser humano es un animal social.
«La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas»
La bondad es una virtud de las personas felices. También es posible expresarlo, al contrario: la felicidad induce a la bondad. En general, hacerles bien a otros nos lleva a sentirnos mejor con nosotros mismos; a la vez, esto nutre sentimientos de alegría y bienestar. El experto Richard Layard, también de la Universidad de Oxford, lo dice así: «hacer el bien te hace más feliz y ser más feliz te hace hacer actos bondadosos».
La genética y la bondad
Todo indica que la bondad también está relacionada con la genética. Científicos de la Universidad de Bonn (Alemania) realizaron una investigación al respecto. Encontraron que las personas que poseen un gen específico, llamado COMT, son el doble de bondadosas en relación con quienes no tienen este componente genético.
Así mismo, el psicólogo Gary Lewis, de la Universidad de Edimburgo, llevó a cabo otro estudio que fue publicado en Biology Letters. Los investigadores estudiaron el comportamiento de casi 1000 gemelos, idénticos y no idénticos. Tomaron en cuenta tanto el componente genético, como el entorno familiar.
Los resultados indicaron que en las gemelas mujeres el factor genético influía en un 48 % en sus conductas prosociales o bondadosas. Mientras tanto, en los hombres esa influencia era de solo el 20 %. Aunque el estudio no es concluyente, sí sugiere la importancia del componente genético.
De otro lado, se ha detectado que la bondad y los comportamientos altruistas están asociados a una zona específica del cerebro llamada córtex del cíngulo anterior subgenual.
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