MIEDO?
Nuestra vida está llena de momentos extraordinarios y
de momentos espantosos. Pero son muchos los casos en los que, detrás de la
alegría, se oculta, por más contentos que parezcamos, el miedo. Tenemos miedo a
que este momento concluya, a no lograr lo que queremos, a perder lo que amamos
o a quedarnos desprotegidos. Pero el mayor de los miedos suele ser el
conocimiento de que, un buen día, nuestro cuerpo dejará de funcionar. Por ello,
por más resguardados que nos hallemos por las condiciones que la acompañan, la
felicidad nunca es completa.
Creemos que, para ser más felices, debemos reprimir e
ignorar el miedo. Negamos el miedo porque nos incomoda pensar en las cosas que
nos asustan. Pero, por más que nos empeñemos en ignorarlo y nos digamos «No
quiero pensar en ello», el miedo sigue presente.
El único modo de liberarnos del miedo y ser realmente
felices, consiste en reconocerlo y ver profundamente en su fuente. Dejemos de
querer escapar del miedo, permitamos que aflore en nuestra conciencia y
mirémoslo directa y fijamente a los ojos.
Tenemos miedo a cosas externas que no podemos
controlar. Nos preocupa enfermar, envejecer y perder lo que queremos. Por ello
nos aferramos a las cosas que nos interesan, como nuestra posición, nuestras
propiedades y nuestros seres queridos. Pero esa identificación no pone fin al
miedo porque, un buen día, ya no podremos seguir cargando con todas esas cosas
y deberemos abandonarlas.
Tal vez creamos que, si los ignoramos, nuestros miedos
desaparecerán, pero lo cierto es que, por más profundamente que las enterremos,
nuestras preocupaciones y ansiedades siguen afectándonos y haciéndonos sufrir.
Por mucho miedo que tengamos a perder nuestro poder, siempre podemos mirarlo a
la cara y dejar de estar a su merced. De ese modo, podremos sustraernos a su
influjo y transformarlo. La práctica de vivir plenamente en el presente, a la
que llamamos plena conciencia, puede proporcionarnos el valor necesario para
enfrentarnos a nuestros miedos sin vernos empujados ni arrastrados por ellos.
Estar plenamente atento significa ver profundamente, conectar con nuestra
verdadera naturaleza de interser y reconocer que nunca hemos perdido nada.
No creamos, pues, que el miedo solo procede del exterior. Hay miedos que surgen de
nuestro interior y, si no los reconocemos y los observamos atenta y
profundamente, podemos crearnos muchos peligros y accidentes.
El miedo nos afecta a todos, pero si somos capaces de
contemplarlo atentamente, acabamos librándonos de su garra y conectando con la
alegría. El miedo nos mantiene atrapados en el pasado o preocupados por el
futuro. Pero si reconocemos nuestro miedo, advertiremos que ahora mismo estamos bien. Ahora, hoy en día, estamos vivos
y nuestro cuerpo funciona perfectamente. Nuestros ojos
todavía pueden ver el cielo hermoso y nuestros oídos todavía pueden escuchar la
voz de nuestros seres queridos.
El primer paso para poder mirar el
miedo consiste, precisamente, en permitir que aflore, sin enjuiciarlo, en
nuestra conciencia. Basta con reconocer amablemente que está aquí. Eso, por sí
solo, resulta ya muy liberador. Y cuando nuestro miedo se haya calmado,
podremos abrazarlo con ternura y contemplar profundamente
sus raíces, sus fuentes. Entender el origen de nuestras ansiedades y miedos nos
ayuda a liberarnos de ellos. ¿Se deriva nuestro miedo de algo que sucede ahora
mismo o se trata de un miedo antiguo, de un miedo infantil que todavía llevamos dentro? Cuando dejamos que nuestros miedos afloren, nos
damos cuenta de que todavía siguen vivos y aún tenemos muchas cosas que atesorar
y disfrutar. Cuando dejamos de reprimir y de tratar de controlar el miedo,
podemos disfrutar de la puesta del sol, de la niebla, del aire y del agua.
Cuando puedas mirar cara a cara al miedo y reconocerlo claramente, podrás vivir
una vida que realmente merezca la pena.
Nuestro mayor miedo es que al morir
nos convertiremos en nada. Para liberarnos realmente del miedo, debemos mirar
profundamente en nuestro interior hasta descubrir nuestra verdadera naturaleza
más allá del nacimiento y de la muerte. Tenemos que liberarnos de la idea de
que no somos más que nuestro cuerpo, que necesariamente está
abocado a la disolución. Por ello, cuando entendemos
que somos más que nuestro cuerpo físico, que no procedemos de la nada y que no
nos desvanecemos en la nada, nos liberamos del miedo.
Es cierto que es un ejemplo extremo,
pero cada uno de nosotros se enfrenta a diario, en cierta medida, a
sus miedos. Por ello la práctica cotidiana de la atención plena puede ser extraordinariamente útil. Partiendo de la conciencia de
nuestra respiración, podemos enfrentarnos a todo lo que obstaculice nuestro
camino.
La ausencia de miedo no solo es
posible, sino que es la alegría última. Cuando conectas con la ausencia de miedo, te liberas. Pero no esperes, para
emprender la práctica que puede ayudarte a superar el miedo y vivir
atentamente, que llegue el momento crítico. Nadie puede quitarte el miedo. Eso es algo que debes practicar y entender por ti
mismo. Si te ejercitas en la práctica de la plena conciencia hasta que se convierta
en hábito, ya sabrás, cuando aparezcan las dificultades, lo que tienes que
hacer.
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