CARTA DE ALDOUS HUXLEY A
GEORGE ORWELL
El 21 de octubre de 1949, Huxley escribía a Orwell de la
siguiente forma:
Estimado Orwell:
Muy amable de su parte pedirle a sus editores que me mandaran
un ejemplar de su libro. Me llegó cuando estaba en medio de un trabajo que
requería mucha lectura y consulta de referencias, y dado que mi pobre vista me
exige que racione mis lecturas, he tenido que esperar largo tiempo antes de
embarcarme en «1984».
Al estar de acuerdo con todo lo que la crítica ha escrito
sobre el libro, no necesito decirle, una vez más, qué sutil y qué profundamente
importante es su libro.
¿Podría hablarle en cambio de aquello de lo que el libro
trata: la revolución definitiva?
Los primeros indicios de una filosofía de la revolución
definitiva -la revolución que se encuentra más allá de la política y de la
economía y que supone una total subversión de la psicología y la fisiología del
individuo- se encuentran en el Marqués de Sade, que se consideraba a sí mismo
como el continuador, el consumador de Robespierre y de Babeuf.
La filosofía de la minoría gobernante de 1984 es un sadismo
que ha sido llevado a una conclusión lógica, llegando más allá de lo sexual, y
negándolo. Que en la actualidad la política de la bota-en-la-cara pueda seguir
imponiéndose indefinidamente parece dudoso. Lo que yo creo es que la oligarquía
privilegiada encontrará maneras menos arduas y derrochadoras de gobernar y
satisfacer su codicia de poder, y tales maneras recordarán a las que se
describían en «Un mundo feliz».
Recientemente he tenido ocasión de investigar la historia del
magnetismo animal y el hipnotismo, y me sorprendió enormemente la manera en la
que, durante 150 años, el mundo rechazó tomarse en serio los descubrimientos de
Mesmer, Braid, Esdaile y los demás. En parte por el materialismo imperante y en
parte por la imperante respetabilidad. Los filósofos del XIX y los hombres de
ciencia no estaban dispuestos a investigar los más raros hechos de la
psicología de los hombres prácticos, como políticos, soldados y policías, para
desempeñar labores de gobierno. Gracias a la voluntaria ignorancia de nuestros
padres, la llegada de la revolución definitiva se retrasó cinco o seis
generaciones. Otro golpe de suerte fue la incapacidad de Freud para hipnotizar
con éxito, lo que le llevó a menospreciar la hipnosis. Esto retrasó la
aplicación general de la hipnosis a la psiquiatría durante al menos cuarenta
años. Pero en la actualidad el psicoanálisis se combina con la hipnosis y la
hipnosis se ha extendido de manera fácil gracias al empleo de barbitúricos, que
logran inducir estados hipnóticos y sugestivos, incluso en los sujetos más
recalcitrantes.
En la siguiente generación, los gobernantes del mundo
descubrirán que los condicionamientos de la infancia y la narcohipnosis son más
eficientes como instrumentos de gobierno que las porras y las cárceles y que el
ansia de poder puede ser completamente satisfecha más mediante el acto de
convencer a la gente de que debe amar su propia servidumbre, que pateándola y
flagelándola para que obedezcan.
En otras palabras, me parece que la pesadilla de 1984 está
destinada a ajustarse a la pesadilla de un mundo que se parecerá más al que
imaginé en «Un mundo feliz». El cambio será resultado de la necesidad de
incrementar la eficiencia. Mientras tanto, ni qué decir tiene, puede que se
produzca una guerra biológica y atómica a gran escala -en cuyo caso nos
sobrevendrán pesadillas de otro tipo, imposibles de imaginar.
Gracias una vez más por el libro.
Le saluda atentamente,
Aldous Huxley
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