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“GRACIAS”, POR FAVOR” O “BUENOS DÍAS”

 ENSEÑAR LO PRIMORDIAL AL INICIO

Transmitir a los niños la importancia de dar las gracias, de “pedir por favor” o de decir “buenos días” o “buenas tardes”, va más allá de un simple acto de cortesía. Estamos invirtiendo en emociones, en valores sociales, y ante todo, en reciprocidad.

Para lograr una sociedad basada en el respeto mutuo, en la que el civismo y la consideración marquen la diferencia, es necesario invertir en esas pequeñas costumbres sociales, a las que a veces, no prestamos la importancia que merecen.

Soy de la generación del gracias, del por favor y del buenos días, de la misma que no duda en decir un “lo siento” cuando es necesario. Cualidades todas ellas que no dudo debemos transmitir a nuestros hijos, porque educar en respeto es educar con amor.

Es interesante saber que el “cerebro social” de un bebé es tremendamente receptivo a cualquier estímulo, al tono de voz e incluso a las expresiones faciales de su padre y su madre. Lo creamos o no, podemos educar a un niño en valores desde edades muy tempranas. Sus aptitudes son casi insospechadas y hemos de aprovechar esa gran sensibilidad en materia emocional. 

DAR LAS GRACIAS, UN ARMA DE PODER EN EL CEREBRO INFANTIL

El diseño de nuestros cerebros, por así decirlo, nos hace inexorablemente atraídos a su vez por otros cerebros, por las interacciones de todos aquellos que están a nuestro alrededor,  un niño que es tratado con respeto y que desde una edad temprana se ha acostumbrado a escuchar la palabra “gracias”, entenderá rápidamente que está ante un refuerzo positivo de gran poder y, que, sin duda, irá descubriendo poco a poco.

Es muy probable que un niño de 3 años al que su padre y su madre han enseñado a decir gracias, por favor o buenos días, no comprenda muy bien aún el valor de la reciprocidad y del respeto que impregnan estas palabras. No obstante, todo ello crea un adecuado y maravilloso sustrato para lograr raíces fuertes y profundas.

Al fin y al cabola edad mágica comprendida entre los 2 y los 7 años, es la que Piaget denominaba como estadio de inteligencia intuitivaEs aquí donde los pequeños, a pesar de estar supeditados al mundo del adulto, van a ir despertándose progresivamente al sentido del respeto, a intuir ese universo que va más allá de las propias necesidades para descubrir la empatía, el sentido de la justicia y por supuesto, la reciprocidad.

LA RECIPROCIDAD, UN VALOR SOCIAL DE PESO

Cuando un niño descubre por fin lo que sucede en sus contextos más próximos cuando pide las cosas por favor y las concluye con un gracias, ya nada va a ser igual. Hasta el momento, lo llevaba a cabo como una norma prosocial modelada por los adultos, algo que le confería refuerzos positivos por su buen comportamiento. La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Paulo Freire

Será sobre los 7 años cuando nuestros hijos descubran plenamente todos estos valores que conforman su inteligencia social. Es ese instante en que empiezan a dar más importancia a la amistad, a saber, lo que implica esa responsabilidad afectiva, a entender y disfrutar de la colaboración, atendiendo necesidades ajenas e intereses diferentes a los propios.

Debemos seguir siendo el mejor ejemplo para nuestros hijos. Ahora bien, la pregunta mágica es… ¿De qué manera vamos inculcando en nuestros hijos desde edades tempranas esas normas de convivencia? Hay unas sencillas estrategias, son premisas para señalar a los niños en cada situación. Vale la pena tenerlo en cuenta.

¿Has llegado o entrado a algún sitio? Saluda, di buenos días o buenas tardes.

¿Te vas? Di adiós

¿Te han hecho un favor? ¿Te han dado algo? Da las gracias.

¿Te han hablado? Responde.

¿Te están hablando? Escucha.

¿Tienes algo? Compártelo.

¿No lo tienes? No envidies.

¿Tienes algo que no es tuyo? Devuélvelo.

¿Quieres que hagan algo por ti? Pídelo por favor.

¿Te has equivocado? Discúlpate.




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