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NIHILISMO


UNA LÓGICA DE LA DECADENCIA QUE AFECTA LA VIDA HUMANA

El término Nihilismo proviene del latín nihil, que significa nada. introducido por I. Turgueniev, para caracterizar a Bazarov, personaje principal de la novela Padres e hijos. Quizá la mejor forma de acercarse a su significado sea el camino que se recorre para entender algunas palabras: a través de su uso: iniciemos recordando que, Jacobi acusa a Fichte de nihilista, específicamente a su reelaboración del idealismo kantiano,

Verdaderamente, querido Fichte, no debe disgustarme, cuando usted, o quien sea, quieren llamar quimerísmo a lo que yo opongo al Idealismo, al que acusó de nihilismo

Tanto Dostoievski, en la literatura, como Nietzsche, en la filosofía, dieron un lugar privilegiado al Nihilismo en sus obras

El ensayista rumano Emil M. Cioran se declaraba enemigo de Dios, el Hombre y la Vida. Su nihilismo no conocía límites, salvo el que impone la muerte. La perspectiva de no ser, de morir en cuerpo y alma, de abandonar definitivamente el campo de batalla de la conciencia, le producía un inmenso regocijo, pues consideraba que vivir es una maldición.

El ser humano existe como apertura, como ser donador de sentido. De modo que necesitamos constantemente brindarle sentido a nuestra existencia y calificamos como algo sin sentido a aquello que a nuestro cerebro no le resulta lógico. Aunque ocasionalmente estas distinciones resultan confusas. Pensando precisamente en esto, Anthony Burgess declaraba en su artículo: El sinsentido, que existía tanto sentido en el sinsentido, como sinsentido en el sentido.

El problema del sentido está directamente relacionado con los valores. Los seres humanos valoramos todo aquello que resulta del devenir de nuestra existencia. Decimos que algo es agradable, mortificante, bueno, malo, falso o verdadero. De forma que el valor que le damos a un determinado fenómeno constituye, a su vez, el fundamento del sentido que este guarda para nosotros.

 “El nihilismo no es un motivo, sino únicamente la lógica de la decadencia” (Nietzsche)

 “Un nihilista es alguien que prefiere creer en la nada a no creer en nada”, dijo Nietzsche.

Inventar fábulas acerca de otro mundo distinto de este no tiene sentido, presuponiendo que en nosotros no domine un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de “otra” vida distinta de ésta, “mejor” que ésta (Nietzsche)

Aquí la idea del mundo verdadero se vuelve un poco más concreta, en tanto que se convierte en promesa y se dibuja el camino para alcanzarla: una vida virtuosa es el precio para obtenerla. Solo queda aclarar cuáles serán los valores que se deben seguir para alcanzar la virtud, algo que estará a cargo del cristianismo

Finaliza Nietzsche la historia del más largo error; primero se despreció la vida tal cual como se nos presentaba, se calificó al mundo sensible como imperfecto y engañoso, en pro de los valores más elevados, de un mundo verdadero. Ahora ese mundo también se ha desvalorizado y, con él, nos encontramos hundiéndonos cada vez más en nuestra propia nada.

Esta noticia, que Dios ha muerto, significa que todo el reino de los valores suprasensibles, de los grandes ideales, de los fines, de los para qué y de sus normas, también han muerto con él. Es por eso que la sentencia está en estricta relación con el nihilismo: dado que el mundo suprasensible, donde precisamente habitaba Dios, ha perdido por completo su valor, ya no es posible que este ser nos procure vida ni sentido a nuestra existencia. Heidegger, en un ensayo titulado: La frase de Nietzsche “Dios ha muerto” analiza esta sentencia no solo en relación con la muerte del dios cristiano, sino en su sentido más amplio, esto es, para designar el mundo suprasensible en general.

Dios es el nombre para el ámbito de las ideas y los ideales. Este ámbito de lo suprasensible pasa, desde la interpretación de la filosofía platónica llevada a cabo por el helenismo y el cristianismo, el único mundo verdadero y efectivamente real

EL NIHILISMO Y LA FALTA DE SENTIDO

Durante las primeras líneas de este artículo se ha estado pensando en torno al término nihilismo, esto con el fin de vincularlo con el problema central de esta reflexión: la falta de sentido que padece nuestro habitar humano en estos tiempos. Para este análisis es necesario dejar claro que aquí se parte de los supuestos teóricos de Nietzsche, es decir, se entiende que el nihilismo es un proceso de desvalorización de los valores que puede tener una estrecha relación con la pérdida de sentido.

Para entender cómo el nihilismo nos puede llevar a una pérdida de sentido es necesario pensar en un tema del que se ha hablado bastante en los últimos años, la crisis de los valores. Cuando padecemos una crisis o nos hablan de una crisis pensamos en un momento de quiebre, una ruptura, un cambio o un momento de tensión que nos puede afectar. Las crisis son momentos de duda que nos sacan de nuestra estabilidad, estas pueden ser de diversos tipos, algunas más fuertes que otras, algunas son colectivas, otras individuales.

Cuando nos referimos a la crisis de los valores hablamos de una crisis individual que afecta directamente la existencia, porque los valores son los fundamentos sobre los cuales nos apoyamos, de allí surgen nuestras creencias, opiniones, decisiones y perspectivas que darán guía a nuestro habitar en el mundo. Si nuestros valores están en crisis, es decir, en duda o en quiebre, inevitablemente se va a ver afectada nuestra estabilidad existencial

. “Una crisis individual es la destrucción de todo fundamento subjetivo, todo valor moral que para la persona es positivo porque sobre ella basa lo más importante para sí.”

La actual crisis de los valores nos muestra que estos más que ser un fundamento para la existencia, son un consuelo por el miedo a perecer, por el miedo a sentir que nuestra existencia no tiene ningún propósito ni un para qué digno. Por eso, cuando los valores absolutos entran en crisis otros toman su lugar, con la certeza de que se encontrará el verdadero camino que nos conduce a algo mejor. Sin embargo, más que cambios, vemos la repetición de un modelo con la misma función: ser el consuelo de las aflicciones humanas.

Vimos la meta, el fin último, el propósito, pero no buscamos el origen que empujó estas ideas. No nos dimos cuenta de que la fragilidad humana nos llevó a buscar un refugio, un hogar ideal en el cual nos pudiéramos consolar del dolor y del frío que produce el mundo; es ahora con la revelación que nos procura el nihilismo que sentimos que “la falta de meta, la falta de respuesta al por qué” (Nietzsche)

La pérdida de sentido que padecemos a raíz de la crisis de los valores tiene su fundamento en el fenómeno del nihilismo, porque en el momento en el que se negó la vida en sí misma, ingresamos a una lógica de la decadencia que tiene como fin último mostrarnos la realidad de nuestros valores absolutos. Si repensamos nuestra época, vemos que, con la llegada del nihilismo hasta nuestros días, se nos ha revelado la cara de las ideas supremas, de las verdades absolutas en las que fundamentamos nuestra existencia; sin el velo de la ilusión y la creencia, se nos presentan como artificios sobre los cuales hemos tratado de dar sentido al mundo y a la existencia. Inevitablemente este fenómeno nos lleva a una pérdida de todos nuestros sentidos.

Si la vida del hombre no tiene sentido, la voluntad humana debe proporcionar arbitrariamente un sentido a la vida y a la historia. Si no existe un orden moral objetivo, hay que crear una moral subjetiva fuerte, que a través de la voluntad de poder llene de sentido un mundo sin significado.

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