Secretario de la República de Florencia que en su libro El Príncipe nos ofrece los nuevos puntos de vista sobre el poder frente a la concepción medieval del Sacro Imperio Románico Germánico. Son, naturalmente los propios reyes los que estimulan el estudio y la implantación del nuevo Derecho que dará origen a las grandes monarquías de la Edad Moderna.
De esta manera, Niccole Maquiavelo presenta la necesidad de un Estado laico y fuerte cuyo fin está por encima de los intereses perniciosos El Príncipe debe aprovechar toda ocasión de robustecimiento o aplicación de su poder, incluso por la violencia o por la astucia. Maquiavelo es, pues, el inventor de los nacionalismos, con toda la trascendencia histórica que ello supone.
Se le atribuye, entre otras cosas, la invención de la “razón de Estado”, la rusticación de la astucia, del engaño, de la violencia, de una conducta que prescinde de las leyes morales del individuo. Esta doctrina nacionalista que considera lícita cualquier acción en beneficio de la colectividad inicia la tremenda historia de Europa, por el choque de los orgullos nacionales.
El momento histórico, en el mundo cristiano estaba vigente un ideal de hombre perfecto que no puede existir en abundancia en un pueblo. Era un ideal limitado. Este ideal se encontraba parcialmente en algunos monjes, y en gente piadosa por el estilo, por lo que, a mi modo de ver, ese montón de tristes criaturas no constituían al pueblo.
De tal manera que no encontré cómo admirar esa grandeza de ánimo, sino más bien que advertí que la propia corrupción consiste precisamente en quedarse mirando lo que llaman debilidades y errores y pecados o en menospreciar cuanto existe, porque el mundo verdadero, según ellos, es otro. El hombre que tenía semejantes debilidades y defectos quedaba inmediatamente absuelto de ellos, cuando no se les daba importancia. Y eso fue lo que hice. Mostrar una realidad distinta para el hombre que nacía.
Esos ‘moralistas’ eran criaturas incómodas si el
mundo debía cerrarse al ámbito del Estado. La ley de la civilización se reduce
a un solo mandamiento esencial: despreciar lo que hay bajo la superficie cotidiana, no menospreciar lo que existe, en una clara moral de conveniencia.
Porque, digamos que el moralista es el que crea de la nada, o mejor, el que de la apariencia inocente extrae la mitología del conflicto entre el Bien y el Mal, entre los ejércitos angélicos y diabólicos.
Dentro del contexto geográfico y temporal que a Maquiavelo le tocó vivir, el referente moral colectivo predominante se situaba en la escala de valores éticos que emanaban de la moralidad cristiana. También, asumía que la naturaleza humana era fundamentalmente ambiciosa y con tendencia al mal, No obstante, lo que realmente propugnaba Maquiavelo con sus consejos, más allá de lo estético o evidente, no era una diferenciación de la moralidad sino que el Príncipe tomara las decisiones de estado desde la ausencia de cuestiones morales, dictándose en exclusiva por la “necesidad”, al margen de la interpretación que hicieran los súbditos de la calificación moral de las citadas decisiones y generando, a la postre, una visión totalmente pragmática de la política.
Es evidente que en la actualidad no solamente tienen aplicación estos consejos, sino que los mismos han evolucionado y en estos momentos son una pieza clave en la gestión política actual, ya que no solo se aplican en sociedades con gobiernos de corte autoritario, sino que se practican de manera habitual en sociedades democráticas del primer mundo. La única diferencia entre ambas cuestiones es la manera de cómo se desarrollan, ya que si bien en estados de corte autoritario no existe ningún pudor en manifestarlo directamente e inclusive en sociedades democráticas electorales, en las democracias occidentales del primer mundo se hace de manera más sibilina, aplicando lo que argumentaba Maquiavelo como la “simulación” o “disimulación” que servía al Príncipe para «confundir la cabeza de los hombres con patrañas y hacer que se creyeran sus engaños». Si Maquiavelo levantara la cabeza estaría muy orgulloso de la evolución y aplicación de sus consejos.
“Fue en
este aire donde el espíritu humano reclamó su libertad”, otorgando un escape,
en la medida que desarrolló la ciencia y permitió la libre investigación de los
problemas humanos y del mundo la realidad empezó a ser confrontada a partir de
la razón y de las experiencias presentes.
Bajo el impulso de este nuevo espíritu, Maquiavelo logró intuir que los valores y la moral tradicional cimentado por la Iglesia Católica, no se ajustaban al mundo cambiante e inestable que surgía en Europa
Por ello, se deben obviar todos los valores
universales para centrarnos en la realidad; esto no quiere decir que el
florentino haya “exterminado los valores cristianos con los valores políticos”
todo lo contrario lo que el hizo fue separar dos moralidades; una es la moral
del mundo pagano y otra es la moral cristiana con sus ideales de cristiandad, afirmo
que a la moral religiosa le corresponde unos determinados valores, los cuales
deben ser diferentes a los practicados por la moral política.
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