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MISTERIO Y PROBLEMA

 LA HERMENÉUTICA MARCELLANA: SOBRE LA DISTINCIÓN ENTRE «PROBLEMA» Y «MISTERIO»  

Por el hecho de afirmar que la filosofía sea un conocimiento del ser ¿excluye el valor de la experiencia? Precisamente aquí radica la originalidad gnoseológica marceliana: en poner de manifiesto el carácter originario de la subjetividad, sin confundir el orden de lo vivido, de la experiencia, con el de la reflexión sobre la experiencia
El misterio ontológico, el misterio del ser, es uno de los temas más originales y más desarrollados de la filosofía de G. Marcel. sobre todo, en la magna obra que lleva precisamente ese título: El misterio del ser. Tal misterio, como señala al final de Position et approches, representa, el reducto central de la metafísica, y la dimensión de lo misterioso no es otra que la del ser
La filosofía sólo es verdaderamente tal cuando desemboca en el misterio del ser. Quizá, incluso la filosofía —como ciencia del espíritu— sea el mismo sentido del misterio, y se distinga de las ciencias propiamente dichas —ciencias de la naturaleza— en que estas sólo conocen problemas. Y ahora es preciso insistir en la distinción clave entre problema y misterio
Parece seguro que esta distinción se encuentra ya en Pascal y en Kierkegaard. Sin embargo, está bastante claro que Marcel la descubre por propia cuenta. Marcel no dudó en afirmar la fórmula pascaliana según la cual seríamos incomprensibles a nosotros mismos sin el misterio. El misterio nos es inherente y, en cierta manera, tenemos necesidad de él. 
En realidad, esta distinción representa el eje sobre el que gira todo su esfuerzo por ahondar en la metafísica del ser. A simple vista la definición que hace del misterio es un tanto imprecisa: «Un misterio es un problema que avanza sobre sus propios datos, que los invade, y que se rebasa por eso mismo como simple problema». Y en Etre et avoir puso en parte esta definición: Cuantificación realista de una incógnita susceptible al entendimiento, pero de difícilmente o no comprendida.
Ya antes había dado la explicación de esta definición inicial de la diferencia entre un problema y un misterio: un problema es algo que yo encuentro, que hallo entero ante mí, y que por ello mismo puedo dominar y reducir; mientras que un misterio es algo en que yo mismo estoy comprometido y, por tanto, sólo es pensable como una esfera en la que la distinción del en mí y ante mí pierde su significado y su valor inicial. Mientras que un problema autentico está sometido a una cierta técnica en cuya función se define, un misterio trasciende a toda técnica concebible
El problema es que está ante mí, algo que es objetivo y exterior a mí, sometido además a una cierta técnica o un procedimiento razonador mediante nociones conceptuales. La actividad intelectiva, por 
conceptos abstractos, nos coloca indefectiblemente frente al objeto, siguiendo el pobre esquema sujeto-objeto El misterio significa, al contrario, lo que es en nosotros, designando el hecho de hallarnos implicados y como envueltos en él, forma en nosotros un ámbito envolvente. El sujeto pensante está envuelto en el ser y lo afirma inmediatamente, trascendiendo la oposición de sujeto y objeto. De ahí se sigue que un misterio no pueda ser representado, porque esto equivaldría a objetivarlo. Está situado en una zona profunda de realidad, que Marcel llama lo metaproblemático, Sin embargo, no es lo incognoscible, ni tampoco lo insoluble lo que define el misterio. lo incognoscible es «el límite de lo problemático» pero todo ello admite solución con el progreso de la ciencia. La zona de lo misterioso es de otro orden cualitativo de conocimiento no objetivamente. La actitud del espíritu frente al misterio es muy distinta; se llega a él no por la vía lógica, sino por continuas aproximaciones hasta el reconocimiento del mismo mediante ciertas experiencias concretas y un esfuerzo reflexivo. La tarea de la metafísica puede definirse como «una reflexión dirigida hacia un misterio» 
La libertad es un misterio, puesto que radica en el fondo del pensamiento que intenta concebirla. Y, de igual modo, la cuestión de la unión del alma con el cuerpo se resiste a todo pensamiento objetivante y sólo se capta por una experiencia inmediata de presencia.
El conocimiento y el amor son también misterios, porque no es posible hacer abstracción de que yo soy quien conozco y amo. En realidad, son sólo aspectos de un único misterio fundamental, el misterio del ser. Es evidente que el ser no es un problema, porque no es un objeto ante mí. Yo mismo soy un ser, participo en el ser, de suerte que estoy incluido en la pregunta que planteo. Es imposible separar la pregunta: ¿Qué es el ser? de la pregunta: ¿Quién soy yo?, que me pregunto acerca del ser. Esta es incluso la pregunta decisiva, porque solamente en mi participación en el ser, que funda mi ser y me constituye en yo, puedo comprender el ser
En el ánimo de Marcel estuvo siempre el rechazar enérgicamente la división entre lo metafísico y lo humano. Para él lo más metafísico era lo más humano, y lo más humano lo más real.
La duda no es real ni posible, y además traiciona la conciencia que tenemos de nuestra contingencia y de nuestra gravitación en tomar un centro absoluto del ser
La libertad que caracteriza al hombre implica la posibilidad de perderse en el haber, es decir, en un mundo que tiende hacia la objetividad total sin llegar nunca a alcanzar aquello que más le interesa por entero. El mundo de los objetos se nos presenta como previamente descontado de una riqueza creadora que pertenece al terreno del misterio de lo imprevisible y de lo inverificable, por tanto, se convierte quizá en el aspecto más característico de la filosofía de Gabriel Marcel. Su Filosofía se construye por una especie de espeleología mental que nos hace descubrir lo más profundo de nuestro ser: los valores de la persona humana, nuestra participación en el ser, nuestra unión al mundo, nuestra «comunión» con los demás...  La hermenéutica marceliana: sobre la distinción entre «problema» y «misterio» construir un sistema de verdades lógicamente concatenadas entre sí.








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