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SER TRANSPARENTES

 Dejar pasar la luz es cualidad de las gemas más valiosas. Cuando honramos al reino mineral en nosotros estamos también identificándonos como los seres de luz que somos: millones de fotones germinaron en el encuentro entre óvulo y espermatozoide y el resultado de ello es lo que hoy somos. Por tanto, desnudar el alma, reconocernos vulnerables, dejar a un lado las fachadas y las máscaras, nos hace aún más preciados. Mostrarnos tal y como somos, sin falsas identidades y libres de paradigmas, se constituye en un acto sublime y gallardo que nos permite hacer movimientos de introspección que conduzcan a renunciar al perfeccionismo, la soberbia o cualquier otra manifestación del ego.

Cuando somos transparentes se asoman la dulzura y la fragilidad, reconocemos la necesidad del otro en nosotros, decoramos la razón con el sentimiento, admitimos la angustia y el desasosiego para buscar refugio en quien nos brinda un consejo y apaña nuestras lágrimas, admitimos que no somos invencibles y calibramos la vida sin hipotecar la felicidad. Renunciamos a seguir construyendo barreras para, más bien, exponer nuestra imagen que expresa las propias limitaciones y permite el escrutinio porque ya no hay temor a ser juzgados.
Ser transparentes implica desistir a la crítica y rescatar la mirada comprensiva y compasiva que no reprime ni agrede, pero que confronta amorosamente porque identifica potenciales por exaltar. 
Es también pasar por la reflexión y la prudencia para evaluar con mesura y buen juicio. Es expresar ideas e intenciones de forma decorosa y modesta para no sofocar al otro, pero con la contundencia que genera la experiencia. Es aprender que el dar no excluye la posibilidad de recibir generosamente y que, por tanto, somos merecedores en reciprocidad por nuestras obras.
Vale la pena retirar los velos, los complejos, las falsas identidades. Mirar sin vergüenza a los ojos del otro y comunicarse desde la fragancia de la honestidad. Resulta reconfortante pensar que cada acción pueda ser generada trascendiendo el interés personal por el bien común. Que cada innovación o cualquier creación estén impregnadas de hidalguía, altruismo y lealtad. Que la verdad y la honestidad sean claro reflejo de lo diáfano que habita en nosotros.
La transparencia es una virtud hija de la nobleza que propone la complacencia e invita a vivir antes de partir…
Cuando somos transparentes, somos sinceros en nuestra comunicación con otros. Las personas no escuchan una cosa de nosotros y ven otra. No tratamos de ocultar hechos, torcer la verdad o cubrir lo que hemos hecho. 
No tenemos una agenda oculta. En lugar de ello, nos expresamos con honestidad e intenciones puras. No tratamos de influenciar a otros a través de la manipulación. En lugar de ello, buscamos ser verdaderamente entendidos. Nos disciplinamos a nosotros mismos para revelar nuestras emociones de forma sana para promover el progreso.
La transparencia es uno de los valores más importantes hoy en día en un mundo en el que todos intentan vender una determinada imagen o tratan de parecer que tienen todo resuelto. Además, en un mundo en el que nos preocupamos más por complacer a los demás que por mantenernos firmes en nuestros valores.
Ser transparente te permite defenderte y ganarte la confianza de otras personas.
Ser transparente es ser invisible, pero no es desaparecer. Es seguir estando, pero dejando que las cosas pasen a través tuyo, es permitir que el universo te atraviese y a la vez ser Universo. Es ser uno con el todo. Es surfear en el fluir cósmico, ser parte de eso y fundir la conciencia propia con la de ser parte de algo mayor, que era, es y será.
Como una contradicción cósmica, ser transparente es: ser para dejar de ser; es ser individualmente universo
La transparencia impone obligaciones, claridad y un gran sacrificio en sostenerla. La información que se provee debe ser veraz, no debe emitir juicios y debe verse desde las evidencias y el sentido común. Tiene que ejercerse con responsabilidad, con grandeza y nunca confundirse con un asunto personal. Está ligada con la ética, la moral pública, la honestidad, la honradez, la lealtad, la confianza, entre otros. En las empresas, la transparencia debe ser un valor, un compromiso y una actitud permanente de relacionamiento en los equipos de trabajo. Una empresa que no es transparente en lo que ofrece, se vuelve conflictiva ya que se derrumba la confianza. Por otro lado, una organización que aclara todo con transparencia, siempre saldrá fortalecida.
Es un valor aplicado a la conducta humana, no significa otra cosa que permitir que los demás entiendan claramente el mensaje que les estamos proporcionando y perciban un mensaje que exprese lo que realmente deseamos o sentimos.
La transparencia debería de ser uno de los valores transversales y obligatorios para cualquier tipo de organización. La transparencia es el pilar fundamental que asegura que no se produzca ninguna actividad relacionada con la corrupción.
En ocasiones sentimos que nuestras emociones se exponen como libros abiertos ante los demás y que nuestros intentos por ocultarlas son infructíferos, pero ¿qué es lo que pueden leer otras personas de nuestras expresiones faciales, patrones del habla y comportamiento general?
El pensador Kant en sus escritos de filosofía política dice que hay dos tipos de políticos: el político moral y el moralista político. El primero hace suyos los preceptos de la moral para sus acciones en el ámbito público, lo cual permite fomentar la transparencia. El segundo tipo de político, considera a la moral como mera retórica, carente de validez, lo que le lleva a promover la corrupción y manejar en secreto los asuntos públicos.
Para Byung-Chul Han, de hecho, la ubicua exigencia de transparencia indica en realidad un cambio de paradigma: de la sociedad de la negatividad a la sociedad positiva, que es como se manifiesta primeramente la sociedad de la transparencia, Todo se hace transparente cuando se inserta sin resistencia en el torrente liso del capital, la comunicación y la información. Y así la acción "transparente" pasa a ser operación, sometida a procesos de cálculo, dirección y control. El tiempo resulta transparente cuando es la sucesión de un presente disponible, sin destino ni eventos. Las imágenes se vuelven transparentes cuando carecen de profundidad hermenéutica y sentido. Las cosas en general "transparecen" cuando se despojan de su singularidad y se expresan en precio. El mismo lenguaje se hace transparente como lengua formal, maquinal, operacional y sin ambivalencia. El inconveniente, claro está, es que más transparencia (lingüística) no equivale a más verdad, sino acaso a más abundancia informativa. La verdad "es una negatividad en cuanto se pone e impone declarando falso todo lo otro", y, por eso, a menos verdad, más información, remata provocativamente Han, y, aunque no se cite, uno no puede dejar de hacer la conexión con la idea del Filósofo Harry G. Frankfurt de que a más escepticismo (menos verdad), más charlatanería (más información).













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