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INGRATITUD

 Personas ingratas: El «veneno» del desagradecimiento

La lengua castellana define INGRATITUD, como «Olvido o desprecio de los beneficios recibidos». INGRATITUDE en el idioma inglés, significa lo mismo y sólo se le agrega la palabra cruel. La ingratitud es de lo más desagradable, cruel y despreciable en la vida de los seres humanos, no solo como concepto, sino como experiencia humana cotidiana. Desde pequeños nos enseñaron a dar las gracias por los servicios, por las alabanzas que recibimos, por la comida, etc., sin embargo, la interiorización de un sentido profundo de gratitud no siempre se asimiló en nuestra conciencia. La ingratitud indica soberbia y egoísmo. El que es ingrato se caracteriza porque ignora o pretende ignorar el bien que le hacen los demás. Está acostumbrado a obtener siempre lo mejor para sí y se le dificulta reconocer los méritos ajenos. Los favores que recibe, lejos de inspirarle agradecimiento, le inspiran rencor. La ingratitud proviene también de una especie de descuido, de mediocridad espiritual, y es triste porque produce desconsuelo en aquellos que se esmeran por hacernos el bien sin obtener nunca la más mínima voz de aliento ni el más minino signo de agradecimiento por parte nuestra. Afortunadamente las buenas personas sirven sin esperar ningún reconocimiento, sin embargo, cuando éste llega es muy alentador. 
La vanidad, impide a muchos reconocer el aporte de los demás en sus propios logros. La costumbre de encontrarle defectos a todo, lleva a desconocer, por detalles sin importancia, lo valioso de un esfuerzo o los méritos de un trabajo bien hecho. La envidia y el resentimiento, hacen tomar como ofensa las 
bondades recibidas de los otros. La falta de humildad (verdad) y de nobleza, hacen ver el agradecimiento como una muestra de debilidad. La gratitud no se reduce a fórmulas de cortesía que con tanta frecuencia utilizamos: “Muchas gracias” “Muy agradecido”. La cortesía y las buenas formas constituyen un valor social y personal importante, pero la gratitud es algo más que corresponder a un favor que alguien nos hace. La gratitud es la expresión de un corazón que siente y aprecia lo bueno y esplendido que hay en las cosas diarias, no como algo que se me debe dar, sino como un don que de se me da. Para un corazón agradecido todo es un don y lo siente como tal. Ya desde antiguo David Hume, pensador escocés, conocido e influyente en la Filosofía, sentencia que: “De todos los crímenes que las criaturas humanas son capaces de cometer, el más horrible y el más antinatural es la ingratitud, especialmente cuando se comete contra los padres. La ingratitud está presente en la mayoría de las heridas y muertes”. Nunca es tarde para entrenar el corazón, menos ingrato y más agradecido.
Dicen que quien ayuda debe tener la memoria corta, pero quien recibe debe asegurarse de tener una memoria larga. Ayudar, dar y facilitar son verbos que se conjugan con agradecimiento. No cabe duda de que ayudar es un acto que nos hace sentir bien, en sí mismo. Pero tampoco cabe duda de que recibir agradecimiento por el esfuerzo, la atención o el tiempo brindados es muy reconfortante. Porque a fuerza de ayudar, sin recibir nada a cambio, el corazón también se agota.
Sin embargo, algunas personas no comparten esta perspectiva. Se trata de personas que podríamos calificar como ingratas porque no reconocen ni valoran lo que los demás hacen por ellas. Esas personas no solo no agradecen la ayuda recibida, sino que luego vuelven a pedir otro favor. Y así una y otra vez. Hasta que se convierte en la norma y obligación. Y el día que decidimos parar, porque tenemos la ligera sospecha de que nos están utilizando/manipulando, nos echa en cara nuestra poca empatía, haciéndonos sentir culpables por no volver a ayudarles. ¿Qué se esconde realmente tras el comportamiento de las personas ingratas?
La gratitud no es solo un sentimiento, también es una habilidad y una manera de ver el mundo
Sin embargo, la gratitud no es solo una emoción, también tiene un componente cognitivo. Para que podamos sentirnos agradecidos primero debemos ser capaces de apreciar. Apreciar el gesto que han tenido para con nosotros, apreciar sus efectos positivos y apreciar el esfuerzo o la intención del otro. Y la apreciación es una habilidad que las personas ingratas no han desarrollado.
Todo esto nos indica que es probable que la ingratitud se geste durante los primeros años de vida. Si los padres no enseñaron a sus hijos a valorar y apreciar lo que los demás hacían por ellos, es probable que los niños terminen desarrollando lo que se conoce como Síndrome del Emperador. Como resultado, arrastrarán esa visión egocéntrica del mundo a la adultez y asumirán que los demás están obligados a satisfacer sus necesidades y deseos. Esa forma de comprender el mundo les impedirá experimentar gratitud.
Los 5 riesgos que corren las personas ingratas
1. Infelicidad crónica. “La infelicidad es una enfermedad contagiosa causada por una deficiencia crónica de gratitud”, escribió Mokokoma Mokhonoana y la ciencia lo confirma: la capacidad para experimentar gratitud se ha vinculado con elevados niveles de felicidad. De hecho, el estudio realizado en el Hope College de Michigan comprobó que la gratitud es un excelente predictor del nivel de felicidad, el bienestar y la satisfacción en la vida. 
2. Atadas al trauma. No hay mejor herramienta que la gratitud para lidiar con las situaciones adversas y los traumas psicológicos. Varios estudios han demostrado que podemos sentirnos agradecidos en diferentes condiciones, incluso en las difíciles. La gratitud nos ayuda a desconectarnos de las emociones tóxicas y los pensamientos rumiativos, permitiéndonos enfocarnos en lo positivo. O como dijera Sonja Lyubomirsky “la gratitud es un antídoto para las emociones negativas, un neutralizador de la envidia, la hostilidad, la preocupación y la irritación”.
3. Más problemas psicológicos. A la larga, la ingratitud genera un estado psicológico malsano caracterizado por ciclos de expectativas irreales y frustraciones en los que la persona es incapaz de apreciar en su justa medida lo positivo que le ha ocurrido.
Por eso no es extraño que un estudio realizado en la Virginia Commonwealth University revelara que las personas ingratas tienen un riesgo mayor de padecer trastornos psicológicos como la depresión mayor, el trastorno de ansiedad generalizada, diferentes tipos de fobias, bulimia nerviosa, 
4. Condenadas a la desesperanza. Uno de los mayores peligros a los que se enfrentan las personas ingratas es que su vida se convierte en una profecía autocumplida. La ingratitud hace que los demás renuncien a ser amables con ellos, por lo que las personas ingratas terminan atrapadas en la trampa que han tendido.  Una investigación realizada en la Universidad de Manchester mostró que las personas ingratas son más dependientes y menos autónomas que quienes experimentan gratitud, lo cual significa que, en el fondo, tienen una gran necesidad de los demás. 
5. Peor salud. La ingratitud no solo condena a la persona a la amargura, sino que también puede pasarle factura a su salud física. Se ha comprobado que la gratitud disminuye el nivel de estrés, la ansiedad y las preocupaciones.
La buena noticia es que la gratitud se puede desarrollar. Una persona ingrata no está condenada al desagradecimiento de por vida. El secreto es muy simple: no des nada por sentado. Comienza a pensar en tu vida como en un maravilloso regalo. Al fin y al cabo, como escribió el novelista Thornton Wilder “solo podemos decir que estamos vivos en esos momentos en que nuestros corazones son conscientes de nuestros tesoros
AL QUERER SER MODERNOS, LOS SERES HUMANOS HAN PERDIDO LA CONEXIÓN CON SUS TRADICIONES Y CON UN MODO DE PENSAR LIGADO AL AGRADECIMENTO
La idea de la modernidad es una ruptura con la tradición: la consigna de adoptar lo nuevo, de ser modernos. La modernidad fue impulsada por el poder de la ciencia y por sus rutilantes máquinas y poco a poco fue desechando viejas formas de pensamiento que consideraba inferiores. La filosofía y el pensamiento en general se acercaron más a la ciencia e intentaron romper con la metafísica y, en general, se emprendió un rechazó de todas las tradiciones. Con el llamado posmodernismo, esto sólo se radicalizó y se rechazó, entonces, la verdad en sí misma y todo sistema absolutista. Gadamer describió esto como un "prejuicio en contra de los prejuicios". Alguien más ha dicho que se trata de una "metafísica de la no-metafísica".
Aunque Martin Heidegger es uno de los filósofos que más han influido en los filósofos asociados con el posmodernismo, en realidad Heidegger se aleja muchos de los principios que rigen a este movimiento (y él mismo negó también ser un existencialista, si eso significaba ser parecido a Sartre). Heidegger fue especialmente consciente de lo difícil que es romper con la metafísica y seguramente vería en la filosofía posmoderna puros postulados reificantes, nuevas onto-teologías disfrazadas de teorías pluralistas-inmanentistas. Heidegger entendió que la filosofía moderna surge de la negación a recibir. Para el filósofo de Friburgo la esencia del pensamiento era el agradecimiento, pues notó que etimológicamente agradecer (danken) y pensar (denken) tienen la misma raíz. Agradecer es la respuesta a lo que es la esencia del Ser, un regalo luminoso que le es dado al ser humano. Agradecer también es, de alguna manera, un cuidar el Ser, esto expresado también como el cuidado del pensamiento, de la tradición filosófica occidental, particularmente la filosofía griega, que para Heidegger se acercó a un modo originario de desocultamiento (aletheia) del Ser que debe ser sostenido en el pensamiento. De aquí que podamos decir que la modernidad, al romper con sus tradiciones y desconocer sus raíces, al no pensar y olvidar el Ser, es ingrata.
Esta ingratitud se puede observar de una manera progresiva también en otras esferas del pensamiento, pues desde la idea de Bacon de someter a la naturaleza hasta que ésta entregue sus secretos, hemos concebido a la naturaleza como algo que explotar para obtener poder y no como algo a lo cual debemos agradecer por la vida. El resultado de esto es la gran crisis ecológica que enfrentamos, la cual estriba de un modo ingrato de pensar.












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