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LA VIDA, EL TIEMPO Y LA MUERTE

 

Antiguamente se consideraba que los sistemas biológicos estaban en equilibrio. Pero las moléculas de los organismos vivos contienen en sus enlaces muchísima energía potencial, el ordenamiento de sus moléculas es enorme. El fluir no sólo genera sistemas biológicos y los obliga a funcionar, sino que los empuja a progresar a través de crisis que, finalmente, desembocan en la muerte; donde ya Hegel había señalado que “la muerte genera al hombre en la naturaleza, y lo fuerza a progresar hacia su destino final”. Aquí es imprescindible señalar que, la muerte solo es un paso más en la etapa de cualquier sistema biológico que se da para el desarrollo de nuevas vidas en las cuales el fluir de la vida será siempre continuo, sin este paso el mundo no tendría espacio para mantener a todos los seres humanos que se supone estarían desde que se creó la vida, hasta nuestros tiempos, debido a que habría un colapso, y no permitiría el buen desarrollo de la vida. 
La mente se maneja con un lenguaje y se produce conceptos tales como los de vida, tiempo y muerte, que precisamente, queremos considerar. Si bien el aparato psíquico se basa en la estructura neural, la mente no puede ser entendida como si sólo fuera una función entre otras de lo neuronal, sino como un 

nuevo orden jerárquico que, como tal, requiere una descripción y un lenguaje propio. En consecuencia, nosotros estamos hechos en buena parte de nuestra propia memoria que va acompañada del olvido. Todos los seres humanos producimos e intercambiamos nuestras ideas de tal manera que nuestra mente produce el lenguaje que utilizaremos a lo largo de nuestra existencia de manera proporcional en un lapso indefinido. 
Por otra parte, al nacer, todo niño se encuentra en una situación de indefensión en la que su sobrevivencia depende por completo de su madre, y no por esto se dice que es un “loco bajito”. El hombre del mundo occidental siente que su vida transcurre en lo que podemos llamar tiempo del sentido común, que fluye, de manera lineal del pasado al presente pero que es casi imposible que este tiempo fluya hacia un futuro, Ahora, si esta idea está implicando las nociones de tiempo, la fluidez de este, y la forma en que puede transcurrir, es posible creer que, si fluye de manera lineal tanto en un pasado como en un presente, este tiempo debe transcurrir proporcionalmente en un futuro. 
Piaget afirma que es importante separar el punto de vista del sujeto, para que pueda llegar a ordenar sus actos en el tiempo sin percibir ninguna sucesión que ordene los acontecimientos. Esta afirmación es razonable ya que, el lenguaje y la socialización contribuyen a crear las nociones de duración y sucesión, y por tanto ayuda a transformar la mente del ser humano de su cuerpo, donde se puede dar la conceptualización temporal como una función que va madurando con la experiencia que uno va a ir adquiriendo a lo largo de toda su vida, desde su nacimiento hasta la muerte. Se dice que el mundo físico antes era un gigantesco trabajo de relojería, donde el tiempo fluía de manera homogénea y continua, donde Isaac Newton desarrollo justamente la matemática necesaria para describir ese tiempo continuo. Aquí se puede deducir que el tiempo transcurre y no se detiene ante nada, por lo cual es inpresendible saber aprovecharlo. Lamarck advertía que las criaturas no parecían ser creadas para un medio específico, si no que se adaptaron al medio que ocupaban. En gran parte tiene toda la razón ya que si 
los seres vivos que no se acondicionaban al medio en el que estaban morían, y todos aquellos que sobrevivían dejaban descendientes capaces de poder sobrevivir y así seguir dejando descendencia. Desde ahí surgieron varios científicos que se empezaron a interesar sobre como las especies iban cambiando a lo largo del tiempo y se iban adaptando al mundo en que vivían. Ahora bien, de todos los cambios temporales que puede sufrir un organismo, los más angustiosos y drásticos son el envejecimiento y la muerte. Esto es en teoría verdad debido a que en la actualidad hay un alto grado de impaciencia entre las personas que cada día buscan medicamentos para detener la vejez, sin tomar en cuenta el problema que el tomarlos les puede ocasionar en un lapso determinado. De este modo se puede entender el punto de esta teoría si se tiene también en cuenta que el envejecimiento y la muerte no son privativos de lo biológico. Así se ha dicho que un organismo no ha muerto mientras siga viva la última de sus células. Por esto los investigadores han relacionado la vejez y la muerte con la producción de entropía, ya que un organismo no depende precisamente de la función de un solo sistema sino de la articulación armónica de todos los que lo componen, es decir, que para fundamentarse en relacionar la vejez y la muerte no es necesario tomar como base la función de un solo sistema, sino por el contrario, toman en cuenta como estos se van organizando hasta producir la muerte. Mencionemos que, al envejecer, hay quienes opinan, que el sistema inmunológico no puede tener a raya las células que matan, y estas empiezan a dividirse y a producir en ciertos casos tumores que en algunas personas pueden llegar a ser malignos he incluso provocar la muerte. Nuestra cultura interpreta el mundo en términos de tiempo y espacio, donde una vez que nos hemos ubicado en ella, el tiempo fluye del pasado al futuro. Y al decir de un futuro que fluye, si nos referimos a la vida, y nos ponemos a pensar que esta sigue y no se detiene, el futuro acabaría en una muerte total, es decir que aquí se acabaría la vida. 
Para concluir, veremos cómo se vive el tiempo, el envejecimiento y la muerte en la vida actual; pero para hacerlo es necesario resaltar tres características fundamentales referentes al historial de un bebé. Primero gracias a la ejecución de un programa genético, el bebé nace con un cerebro que tiene sus circuitos esencialmente completos, segundo, la noción temporal es que va cambiando con la edad y maduración del sujeto, desde que nace hasta que envejece y finalmente, la tercera característica de la noción temporal que queremos resaltar es que el sujeto ha ido cambiándola a lo largo de las distintas etapas de la historia. Los niños van adquiriendo el concepto del futuro una vez que van madurando, es decir, creciendo. Tal vez no haya otro momento en la vida como la adolescencia en el que el pasado parezca tan lejano y el joven este pendiente de su presente y de su futuro, ya que la posibilidad de aprender una y otra cosa en su dimensión de finitud e irreversibilidad supone un largo y complejo proceso en el cual la noción de la muerte se transforma en una idea abstracta de un problema personal. Esto hace que la concepción de la propia vida como un tiempo que se tiene por delante cambie. La muerte parece desempeñar varios papeles en la vida de cualquier ser humano, desde el momento que nace, hasta que llega a su etapa de vejez, hoy estamos apenas en los umbrales de una comprensión de qué es y cómo funciona el inconsciente que atesora información sobre datos y como se forma y se madura hasta generar a un adulto que balbucea sobre la vida, el tiempo y la muerte. La vida todos la recibimos cuando nacemos, la disfrutamos cuando vamos creciendo con el paso del tiempo, ya que este no se detiene por nada ni por nadie, y al final de los días lo que a todos nos espera es una muerte indefinida, aunque muchos digan que el secreto de mantenerse joven sea hacer ejercicio y comer adecuadamente, tarde o temprano todos y cada uno de nosotros recorremos el mismo camino, solo que con distintos obstáculos; es por esto que el libro de “La vida, el Tiempo y La Muerte” es un libro ampliamente recomendable debido a que simplemente su contenido te atrapa y te va envolviendo, y te muestra cosas sorprendentes que antes ni te pasaba por la cabeza que eran ciertas,  porque la vida es corta y el tiempo no se detiene, y porque al final de los tiempos lo que nos espera es la muerte, es mejor vivir al máximo y disfrutar de lo que tenemos, sin importar cuán difícil o fácil sea solo hay que vivir, porque no habrá otra oportunidad de hacerlo. Ya que el tiempo es un reloj que avanza hasta alcanzar su propio destino.
Hablar sobre la muerte en nuestra sociedad suele ser algo tabú, ya que es un tema que causa rechazo, miedo y angustia a muchas personas. Sin embargo, la muerte es la esencia misma de la vida, es la verdad a la que todos nos enfrentamos antes o después y está constantemente presente en nuestra existencia.
“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.”
-Jorge Luis Borges-
Al tomar conciencia de la muerte y, por tanto, de la vida, nuestra percepción del mundo y de las prioridades se transforma. Detalles que antes pasábamos desapercibidos pueden empezar a tener un valor inimaginable. Esas experiencias que forman parte de tu día a día empiezan a tener un sabor diferente.
¿Qué importancia tendrían nuestras acciones si nuestra existencia fuese infinita? Si siempre tuviésemos tiempo de rectificar y rehacernos, si la otra persona existiera para siempre, si cuidarse o no fuese irrelevante porque no tendría consecuencias graves en nuestra salud, ¿a qué se reduciría todo?
La utopía para algunos, o distopía para muchos, de vivir para siempre nos arrancaría gran parte del valor y el sentido que le concedemos a la existencia de un ser vivo. Conseguimos valorar la vida en todas sus formas gracias, en parte, a que somos conscientes de que terminará y no volverá a repetirse.
El acto de dar sentido se escenifica en una manera de estar, estar en el tiempo; antes que de hacer. En la importancia de los pequeños detalles. 
La controversia entre el paradigma de transformarse y cambiar, en oposición al de ser y pertenecer es muy antigua pues comenzó, por lo menos, con los filósofos griegos. Heráclito sostuvo que el fluir del tiempo es la esencia de la realidad. Siempre se cita su afirmación de que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río, porque su agua pasa y se va, cambia. Por el contrario, Parménides y Zenón mantenían que el ser es estático y permanente pues, tomando a la lógica como un indicador de la realidad mejor que la experiencia, pensaban que el cambio es (lógicamente) inconcebible. Para ellos la realidad era inmóvil, y el tiempo era mera ilusión.





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