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CAUSALIDAD INVERTIDA I

 Esteban Galisteo Gámez

Hace unos instantes, tenía un mechero eléctrico encendido en mi mano derecha. La llama había sido causada por una chispa, que se encendió a la vez que por un conducto salía gas. Y este proceso se puso en marcha porque yo, con el pulgar de mi mano derecha, presioné un botón que activó ese mecanismo, a saber, el mecanismo consistente en producir una chispa, por una pequeña descarga eléctrica, a la par que un pequeño conducto deja escapar un poco de gas.

El modo habitual de explicar esto es en términos de un proceso causal: todo empezó cuando, con mi pulgar, activé el mecanismo, saltó una chispa y salió algo de gas y, entonces, el gas se inflamó y se produjo la llama. Esta es una explicación en términos causales, con la que estamos sobradamente familiarizados. 

Que el suceso A es causa del suceso B, quiere decir que siempre que ocurre A ocurre B. Sobre la relación causal se han dicho muchas cosas. David Hume dijo que no había tal cosa, que esa conexión causal entre sucesos la pone nuestra mente; otros han dicho que hay tal conexión en la realidad. ¿Qué pasaría si ahora dijera que, de hecho, la llama se encendió antes de que mi dedo activara el mecanismo? No que el encenderse la llama, mi dedo activara el mecanismo del mechero, en el sentido anteriormente especificado, en realidad la llama se enciende a causa del mecanismo, solo que el orden en el que ocurren estos eventos es inverso: primero se enciende la llama y luego se activa el mecanismo que causa su encendido. ¿Podemos concebir una causalidad inversa, de este tipo? Y para qué sirve tal ejercicio.

Obviamente, la pregunta más importante es la segunda. Y su respuesta es bastante más inmediata que la respuesta a la primera de nuestras preguntas. Es esta: queremos saber si es posible concebir una relación causal en la que el efecto es temporalmente previo a su causa, porque ello nos sirve para averiguar hasta qué punto la conexión causal es dependiente del orden temporal.

La asimetría de la causalidad

La conexión causal es asimétrica, esto es, si A es la causa de B, B no puede causar A. Dada esta asimetría entre los pares de eventos conectados causalmente, la tendencia a explicarla en términos temporales resulta natural: el hecho de que A sea la causa de B y que esto no pueda de ser al revés es porque A precede en el tiempo a B.
Como hemos dicho, esta explicación es verosímil en la medida en que el nexo causal tenga tal dependencia del orden temporal. Para probar que hay tal dependencia, no nos debería ser posible concebir un nexo causal con una dirección temporal opuesta, en el que el efecto sea anterior en el tiempo a la causa. También nos valdría una prueba de que una causa y su efecto no pueden ocurrir simultáneamente, al mismo tiempo. Desde luego, la causalidad invertida es más emocionante.
En el siguiente post dedicado a esta fascinante cuestión, examinaremos, a la luz de esta presentación del problema, algunos intentos de concebir un nexo causal invertido. Avisamos de que nuestro punto de vista es que es plausible concebir la causalidad invertida y que, por tanto, la asimetría de la causalidad no puede ser explicada apelando al orden temporal en el que se da el par de eventos causalmente conectados.

CAUSALIDAD INVERTIDA II
Efectos que preceden a sus causas
Como dijimos en el anterior artículo, en el que introdujimos el tema de la causalidad invertida, el interés de mostrar que es posible que un efecto preceda a su causa radica en que nos ayuda a comprender mejor nuestro concepto de causalidad. Y, más concretamente, indagar de esta manera sobre el concepto de causalidad está motivado, entre otras cosas, por el intento de dar una explicación de una de las propiedades definitorias de la conexión causal, a saber, la asimetría existente en el par de eventos causalmente conectados: Si A causa B, entonces B no puede causar A.
Hay que aclarar aquí que, por el nivel de abstracción del problema, se puede pensar que mostrar la posibilidad conceptual de la causalidad invertida es equivalente a la ruptura, o negación, de esta asimetría. No lo es, no se trata de mostrar que B puede causar A, sino que A causa B, pero B es temporalmente previo a A. Como dijimos, de lo que se trata, al menos para esta cuestión específica, es de demostrar que la relación causal no depende, al menos sustancialmente, del orden temporal.
La causalidad invertida en el mundo ordinario
Voy a llamar mundo ordinario al entorno en el que cualquiera de nosotros se mueve. La idea no es mostrar que hay, de hecho, relaciones causales invertidas en este mundo, pues por lo que sabemos, no tenemos muy claro ni tan siquiera hasta qué punto la conexión causal es algo que ocurre en la naturaleza o hasta qué punto es un modo en que nuestra mente ordena los eventos. Pero sí que estamos seguros de una cosa: que poseemos un concepto de causalidad que aplicamos para conocer los eventos y para dar explicaciones de lo que ocurre a nuestro alrededor. De hecho, es el concepto estrella de las explicaciones naturalistas.
Lo que nos preguntamos es si hay pares de eventos explicables en términos de causalidad invertida sin que esta explicación sea absurda. En realidad, una manera de proceder bastante efectiva es mostrando que, en ocasiones, realizamos acciones que son explicables en estos términos o que, de hecho, explicamos así.
Supongamos que Fulanito está en el trabajo y ha comprado un décimo de la lotería. El sorteo se celebra mientras que está en el trabajo y no puede saber si le ha tocado o no. Su trabajo es odioso y desea que le toque la lotería para dejarlo de una vez por todas. Además, Fulanito es una persona relativamente religiosa: reza cuando desea que ocurra algo. Al salir del trabajo, el sorteo ya ha terminado y el número ganador ya ha salido. Fulanito, que no conoce el número y es religioso, regresa a casa rezando para que haya salido el número que él compró.
Las personas que rezan, como nuestro amigo Fulanito, muchas veces lo hacen así: piden que algo haya sucedido o no haya sucedido en el pasado. Y, además, la causa de que ese evento se haya producido ha de ser su rezo. Así que, al menos en las personas que rezan nos encontramos con que, de forma subrepticia, conciben la posibilidad de que un efecto (el cumplimiento de su deseo) preceda a su casa (rezar).
Pero siempre podemos decir que rezar es algo irracional. La persona que reza, al menos en nuestra esfera cultural, le pide a una entidad omnipotente, en cuya existencia cree, que satisfaga su deseo. En fin, sobre esto cabría discutir mucho, pero se puede emplear un ejemplo más laico.
Menganito suele despertarse cada mañana a las nueve en punto. Tiene esa costumbre y ni tan siquiera necesita despertador. Sin embargo, un día necesita hacer un viaje largo, por lo que tendrá que levantarse a las seis de la madrugada. Pone el despertador a esa hora, pero, al otro día, se despierta a las 5:57, tres minutos antes de que suene el despertador. En estas circunstancias cualquiera, religioso o no, diría que Menganito despertó porque el despertador iba a sonar. De nuevo, una explicación en términos de causalidad invertida: algo que pasa después es la causa de lo que ocurrió en el pasado.
Alguien podría argüir que lo que le sucedió a Menganito puede explicarse de mil maneras alternativas. Y nosotros le responderemos, ¡claro que sí! Lo importante es que decir que Menganito despertó porque el despertador iba a sonar, es decir, que algo en el futuro causó un evento ocurrido en el pasado, no es absurdo, sino todo lo contrario, es una explicación plausible.
Causalidad y causalidad invertida
Creo que hemos desechado demasiado pronto al pobre Fulanito. ¿Aparte de que rezar conlleva la creencia, al menos eso hemos supuesto, en un ser mágico que puede hacer que en el pasado ocurra lo que deseamos en el presente que haya ocurrido, si lo pedimos de forma insistente y creyendo ciegamente en los superpoderes de dicho ser, por qué Fulanito haría algo así? La respuesta está en su historia: no sabía qué número había salido. De haberlo sabido, no hubiera rezado. En última instancia, Fulanito rezó en el presente para que en el pasado hubiera salido el número que había comprado, porque no sabía qué número había salido de hecho.
Comparemos esto con nuestro ejemplo del mechero del post anterior: cuando activo el mecanismo, ¿lo hago porque sé que saldrá la llama? En realidad, creo que saldrá, como queda atestiguado cada vez que mi deseo de que salga la llama, sustentado en mi creencia en que esta saldrá al yo accionar el mecanismo, no se satisface, bien porque el mecanismo se averió, por casualidad o porque se quedó sin combustible. Por supuesto, si supiera que el mechero estaba averiado o que no tenía gas, no habría accionado el mecanismo, porque sabría que no se iba a encender, pero, en cualquier caso, no siempre que el mechero está en condiciones de encenderse, se enciende. Pero en este caso, no estoy muy distante de Fulanito cuando no reza porque sabe el número que ha salido.
Se mire hacia el pasado o se mire hacia el futuro, la creencia de que un evento presente causará otro en el futuro es paralela a la creencia de que un evento presente puede causar algo ya ocurrido en el pasado. Desde esta perspectiva, nuestro concepto de causalidad, más que unido con la línea temporal, está asociado con nuestro conocimiento acerca de los eventos pasados y futuros. Sin embargo, tendemos a considerar implausible la causalidad invertida y natural la causalidad que va de antes a después. En este caso, la asimetría de la causalidad está más relacionada con el hecho de que, para cada evento ocurrido en el pasado, es posible en principio saber si ocurrió o no ocurrió, mientras que para cada evento que pueda ocurrir en el futuro tan solo podemos creer, con mayor o menor grado de certeza, si ocurrirá o no.
Causalidad y máquinas del tiempo
¿Y si pudiéramos viajar en el tiempo? ¿Qué pasaría entonces? Desde luego, tal y como están las cosas, los viajes en el tiempo son una cuestión que también se resuelve en un terreno conceptual, muchas veces utilizando ejemplos de la ciencia ficción. Terminator está en el top ejemplos de los teóricos que se dedican a marear la perdiz en estos arcanos asuntos.
David K. Lewis, el metafísico más original, emocionante, fascinante, imaginativo y barbudo del siglo XX, pensaba, entre otras cosas buenas, que los viajes en el tiempo eran posibles y, ¿por qué no? Vamos a pensarlo nosotros también y así adornamos el blog por estas fechas. ¿Podría encender un petardo hoy para que haya explotado ayer? 









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