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LA PERFECCIÓN DE SER IMPERFECTO

La perfección es una utopía que el ser humano ha construido con el tiempo. En realidad, todos cometemos errores y debemos aceptar esta situación tal y como es.

Dicen que ser imperfecto es lo peor que existe. Que debemos buscar siempre ser los mejores en todo y que la perfección es cumplir con aquello que se espera de nosotros. Pero ser imperfecto es ser una persona capaz de aceptar su errores y perdonarse por ellos. Ser imperfectos es ser nosotros mismos, con nuestros logros y satisfacciones, pero también con nuestras pérdidas y errores. La imperfección es esa huella que nos identifica, la que nos hace ser distintos de la persona que tenemos al lado y nos hacer ser auténticos. Ser imperfectos es ser nosotros mismos.

La perfección no existe

Todos cometemos errores. De hecho, el ensayo y el error es una de las bases más sólidas para el aprendizaje de cómo funciona el mundo y cómo funcionamos nosotros mismos, sobre todo para formar nuestros valores, actitudes y hábitos. Cometer errores es aprender sobre nosotros mismos.
Todo se complica cuando los demás, en muchas ocasiones, sólo nos dicen las cosas que hacemos mal. Nos critican cuando cometemos un fallo en algo que por norma general hacemos correctamente. Hay veces que las cosas no nos salen como nos gustaría.
Así que bajo la influencia de los demás y de nosotros mismos, nos acostumbramos a decirnos lo que hacemos mal y en lo que nos confundimos, y no nos premiamos cuando lo hacemos bien, que es la mayoría de las veces. Ser imperfecto no es un problema, castigarse por ello sí. Por eso el lenguaje es tan importante. Analizar la forma que tenemos de hablarnos y cuestionarnos aquello que las voces que hablan de nosotros mismos es fundamental para tener una visión más amplia y objetiva tanto de cómo somos. La autoestima hay que cuidarla.
La imperfección de ser uno mismo
Piensa en todas las personas de tu entorno y observa que todos han cometido errores. Eso no quiere decir que por el hecho de haberlos cometido ya sean de una determinada forma u otra. Un error lo comete cualquiera y no dice nada de nosotros. Un error es la oportunidad de aprender a hacerlo de otra manera.
No dejemos que los demás sean siempre nuestros jueces, pero tampoco lo seamos nosotros. Por eso piensa la próxima vez que te escuches a ti mismo decir que una persona es un desastre, un desalmado, un egoísta o un despreocupado, con sólo ver un ejemplo de su conducta y no conocerla realmente. No juzguemos a los demás sin pruebas.
Curiosamente, una de las mejores frases sobre la imperfección no surgió de los labios de un filósofo afamado o de un célebre psicólogo. Fue un actor italiano, Vittorio Gassman, quien afirmó que “nuestras imperfecciones nos ayudan a tener miedo. Tratar de resolverlas nos ayuda a tener valor”.
Tal vez resulte irónico y llamativo, pues es fácil pensar que lo perfecto hubiese sido que un gran filósofo de talla mundial e histórica recitase las sentencias más perfectas sobre la imperfección. Sin embargo, el ser humano es imperfecto, de ahí que cualquier persona, por muy insignificante que se sienta, sea capaz de llevar a cabo grandes hazañas.
No obstante, es sensato pensar que todo individuo cometerá errores a lo largo de su devenir vital. ¿Significa esto que no puede ser feliz? ¿Hemos de purgar eternamente nuestra mente por cada fallo realizado? La respuesta es no, pues en nuestra propia imperfección habita la perfección. Todos podemos ser perfectamente imperfectos. Somos nosotros mismos cuando aceptamos que nuestro yo se compone de aciertos y de errores. Cuando sabemos que siempre podemos mejorar algo y cuando los reconocemos ante las personas que hemos podido dañar.  No juzguemos a los demás por sus errores.
Una vez hecho el daño, lo mejor es reconocer y explicar los motivos que nos llevaron a cometerlo. Mostrar una actitud sincera ante los demás permite que puedan empatizar mejor con nosotros y es mucho mejor que intentar maquillar la verdad. Perdona a los demás y a ti mismo.
Amar no significa encontrar la perfección, sino perdonar los defectos.
La terapia de la imperfección
Adam Smith dijo una vez que “si abordas una situación como un asunto de vida o muerte, morirás muchas veces”. Esta sabia sentencia es perfecta para abordar una teoría psicológica que ha desarrollado una metodología clínica propia, la terapia de la imperfección.
Con grandes defensores como su propio creador, el Doctor Ricardo Peter, profesor de la UDLAP, investigador y psicoterapeuta, esta terapia trata de concebir un tratamiento eficaz para los trastornos del perfeccionismo, hoy mucho más integrados en la sociedad de lo que muchos podamos pensar.
Aprender de los errores
Una vez cometido y aceptado el error, aprender de ello es la mejor solución para hacerle frente a la vida. La mejor opción es preguntarnos qué nos ha llevado a cometer el error y tener en cuenta los factores que han intervenido en ellos. Aprender de los errores es aprender a ser más fuerte.
En este aspecto, la atención juega un papel fundamental. En muchas ocasiones nos cargamos de deberes y obligaciones sobreestimando nuestra capacidad para hacerles frente. Y claro, cuando nos exigimos mucho no cumplimos con nuestras expectativas.
Luego hay que tener en cuenta que, en algunas ocasiones, que algo salga mal no sólo depende de nosotros o de los demás, sino que existen variables que no podemos controlar que llevan a que algo ocurra. De hecho, intentar controlarlo todo nos hace cometer más errores. La vida, al fin y al cabo, es un cúmulo de errores. Un camino incierto lleno de intentos. Ahí está la clave, en intentarlo.
No obstante, es sensato pensar que todo individuo cometerá errores a lo largo de su devenir vital. ¿Significa esto que no puede ser feliz? ¿Hemos de purgar eternamente nuestra mente por cada fallo realizado? La respuesta es no, pues en nuestra propia imperfección habita la perfección. Todos podemos ser perfectamente imperfectos.
La imperfección del ser humano
La idea de dedicarle un artículo a la teoría de la imperfección se debe a una contradicción: a sabiendas de que somos imperfectos, en muchos casos no nos cansamos de enfrentarnos a nuestra propia naturaleza. De hecho, la incomodidad de algunas personas es tanta que convierten este duelo en una obsesión.
Sin embargo, la perfección llevada al límite no ejerce ningún tipo de influencia positiva sobre la psique humana, pues ni siquiera somos capaces de definir con exactitud en qué consiste. ¿Un círculo, una esfera, un trabajo perfectamente llevado a cabo…?
En torno a la existencia de la idea de perfección ha nacido un debate en el que han participado especialistas de todas las épocas y ramas de la ciencia. Actualmente, la polémica sigue abierta ya que no existe un acuerdo que lo haya cerrado. Pese a las discrepancias, sí hay una corriente que goza de un buen respaldo y que defiende que la perfección no existe y estos son algunos de sus argumentos:
Platón buscó a lo largo de su vida la idea perfecta y definitiva, a la que solo se puede llegar encontrando la perfección. 
Otras corrientes filosóficas evolutivas establecen que tras la perfección no hay nada más. Si el mundo está en constante movimiento y evolución, y nosotros somos parte de este mundo, es evidente que no podría existir tal perfección.
Existe también una corriente de pensamiento que establece que la perfección no existe, pero sí el perfeccionismo. La idea de hacer algo cada vez mejor no significa que un día lo lleves a cabo de forma perfecta, pero invita a mejorar.
La perfección de la imperfección
¿Existe alguna conclusión lógica en este sentido? Lo cierto es que es probable que sí. Pero no hay una respuesta correcta únicamente, sino tantas como procesos de pensamiento y seres humanos habitamos sobre este planeta.
Lo específico del ser del hombre es su humanidad y lo específico de la humanidad del hombre es su espiritualidad, y a su vez, lo esencial de lo espiritual es el sentido, Lo específico del ser de lo espiritual del ser humano es la aceptación de sí mismo, que precede a la búsqueda de sentido. Es decir, si el hombre no encuentra primero el sentido de su ser, la búsqueda del sentido de la vida resulta algo mucho más arduo o incluso imposible. La autoaceptación es previa al sentido de la vida.
Entre las manifestaciones claras del rechazo de la imperfección humana, del límite, encontramos que: echamos culpas a otros; no soportamos bien la crítica, nos ofende; ocultamos defectos y emociones, reprimimos; usamos máscaras, vivimos en función de un yo-ideal, confinados a un autoconcepto; nos cuesta muchísimo valorarnos a nosotros mismos de manera profunda y estable; vivimos atados a culpas, traumas, defectos del pasado; nos es difícil tolerar la incertidumbre; imperfección dependemos de la aceptación externa; tenemos un miedo desconcertante y paralizador al fracaso y al error que no permite aprender de ellos; no somos misericordiosos, compresivos, aceptantes; queremos ser más de lo que somos, y no desarrollamos lo que sí somos; vivimos prendados del pasado o del futuro, más que del presente; es decir, nos fugamos de la vida.
Lo que para alguien puede parecer perfecto, para otros tal vez sea profundamente equivocado. La perfección parece ser una idea, una imagen, una utopía que debería convertirse en el motor para hacer que las personas seamos cada vez mejores y no un líquido en el que nos hundamos lentamente sin otra posibilidad que la de terminar ahogados por el propio anhelo.
Sea como fuere, cualquier ser humano puede ser perfectamente imperfecto. Dentro de todos nosotros existe la voluntad de mejorar, la necesidad de ser más felices o la imagen utópica de nuestro mundo perfecto. Solo de nosotros depende, no tanto construir algo perfecto, como sí algo mejor.












 

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